¿Su niño está comiendo mucha chatarra? Probablemente sí

little caucasian girl eating burger

Dos tercios de las calorías consumidas por niños y adolescentes provienen de comida chatarra, como papas fritas, galletas y comidas para microondas

Para muchos expertos, no es difícil encontrar la causa raíz del aumento de peso en niños y adolescentes en las últimas décadas. Los cambios en la dieta a nivel mundial han afectado directamente a la salud humana, pero hace falta que estas teorías sean comprobadas con estudios que soporten su validez.

En 2020, 158 millones de niños y adolescentes en el mundo sufrían ya problemas de obesidad. Con esta tendencia, se espera que para el 2030 esta cifra alcance los 254 millones en todo el mundo.

Si bien estudios han expuesto que la obesidad tiene una carga genética importante, esto no explica la curva exponencial de las últimas cuatro décadas. La genética no se modifica en 40 o 50 años, se necesitan miles de años para que los cambios en el código humano sean notables.

Del total de calorías consumidas por niños y adolescentes en un día, un 67 por ciento provino de alimentos ultraprocesados en 2018, un 61 por ciento de aumento contra datos de 1999, según un estudio de pares publicado en la revista médica JAMA.

Esta investigación analizó los datos de dietas de más de 33 mil jóvenes entre 2 y 19 años de edad, confirmando la un “perfil de nutrientes pobre en general” de los alimentos que se consumían.

“Esto es particularmente preocupante para los niños y adolescentes porque se encuentran en una etapa crítica de la vida para formar hábitos dietéticos que puedan persistir en la edad adulta”, dice Fang Fang Zhang, autor principal del estudio y epidemiólogo de nutrición y cáncer en la Escuela de Nutrición Friedman de la Universidad de Tufts, en Massachusetts.

¿Por qué ha aumentado tanto el consumo de chatarra?

Una de las principales razones a las que Zhang atribuye el aumento en el consumo de chatarra es el mismo proceso industrial del que resultan. Este proceso cambia la estructura física, dando lugar a texturas atractivas para el paladar, así como los cambios en la estructura química, que los hace más apetitosos para el paladar y les da mayor vida útil.

“Cosas como el azúcar, el jarabe de maíz, un poco de grasa y otros ingredientes que normalmente no solemos usar en nuestra cocina, que se extraen de los alimentos y se sintetizan en el laboratorio, esos se están agregando al producto final de los alimentos ultraprocesados. “, dijo Zhang. “Un propósito de hacer esto es hacerlos muy apetecibles. Para que a los niños les gusten esos alimentos que de alguna manera hacen que sea difícil resistirse”.

En el mismo periodo de comparación de datos, es decir, entre 1999 y 2018, el consumo de alimentos sin procesar se redujo más del cinco por ciento.

Alimentos chatarra más populares

Los alimentos preelaborados o listos para comer fueron los que más calorías aportaron al aumento, reveló el estudio. La pizza, los sándwiches y las hamburguesas aumentaron del dos por ciento en 1999 al 11 por ciento en 2018. Los bocadillos y golosinas dulces envasados, como pasteles y helados, ocuparon el segundo lugar, lo que representó el 12,9 por ciento del consumo de calorías en 2018, en comparación con el 10,6 por ciento en 1999.

Nivel académico y socioeconómico

El estudio encontró que los niveles de educación de los padres, así como los ingresos familiares no tuvieron injerencia sobre el consumo de alimentos ultraprocesados, lo que evidencia que este tipo de alimentos son comunes en muchos hogares.

Fang Fang Zhang, comenta que la responsabilidad de abordar este problema no debe recaer solo en los padres y si bien animaría a padres e hijos a considerar “reemplazar los alimentos ultraprocesados con alimentos mínimamente procesados”, dice que se necesitan cambios a nivel de políticas “para lograr un impacto más amplio y sostenible”.

Un ejemplo de ello es el consumo de refrescos. Paradójicamente, el consumo de bebidas azucaradas se redujo del 10,8 por ciento al 5,3 por ciento del total de calorías. Los investigadores sugieren que la disminución puede estar relacionada con la modificación en las leyes de impuestos respectos a las bebidas calóricas, así como a las campañas de concientización sobre los efectos negativos del azúcar en la salud de los jóvenes.

“Es posible que hayamos ganado esta batalla, al menos parcialmente, por algunas bebidas azucaradas”, pero aún no lo hemos hecho contra los alimentos ultraprocesados”, concluye Zhang.

Artículo publicado el 16 de abril de 2023 en la edición 1055 del semanario Ríodoce.

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