Oasis cultural en Recoveco, con homenaje a Javier Valdez

 

La ausencia y la soledad. Los huecos que quedan. En Recoveco, Mocorito, se llenaron una mañana de marzo. Al menos momentáneamente. Y fueron todos de una sola vez. Recordar la memoria de Gabriel García Márquez y la de Javier Valdez Cárdenas fue como un bálsamo.

“La Hojarasca es la luz al final del túnel”. Esas fueron palabras que Javier compartió con Cruz Hernández Fermín, fundador del club de lectura que año con año celebra el Festival Gabriel García Márquez.

Y este año, el Club La Hojarasca que fundara el profesor Cruz en Recoveco, tenía listo su Festival y con él, un digno homenaje a Javier Valdez Cárdenas, quien desde su fundación apoyó e impulsó este encuentro con su presencia.

Eran las 9:45 de la mañana del martes 6 de marzo, natalicio del Gabo, escritor y periodista colombiano. Un puñado de adolescentes esperaba sentados en la explanada del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA) 133 a que el homenaje diera inicio. Rendir tributo a la memoria de Javier es algo obvio para ese oasis cultural en que cada año se convierte Recoveco.

La historia de Javier con la Hojarasca se remonta al inicio del Festival. Al término de esa primera edición, el profe Cruz recibe una llamada de Javier Valdez y a partir de ahí, el inicio de una serie de complicidades.

“El primer año de este evento él no estuvo pero se dio cuenta que aquí se hacía algo que él siempre decía que la hojarasca es la luz al final del túnel, y ya de ahí me habló por teléfono, me contactó a través de amigos y me hizo una entrevista para la Jornada”.

Comentan que era de los eventos más esperados por los estudiantes. Su modo suelto y desenfadado, y su empatía y lucidez siempre generaron aceptación entre los jóvenes que acudieron a los eventos donde estuvo. En su primera participación presentó su libro Azoteas y olvidos.

“Ese libro aquí lo presentó y desde ese momento, desde ese año, año con año estaba aquí presente. Yo lo recuerdo, lo estoy viendo en este momento. Cuando llegaba me avisaban que ahí llegó, nos tomábamos un café y comentábamos de la Hojarasca y esto no es posible… cómo es posible que haya tanta violencia”, añade Cruz Hernández.

Pero ahora padecieron la ausencia de su charla. También de la presentación de su nuevo libro.

Pero queda la memoria. La Hojarasca quedó empapada de Javier y su memoria queda honrada en el CBETA 133 con una placa. La develaron autoridades del centro educativo y familiares del escritor y periodista. Y aunque hubo dolor, también hubo alegría. En la Hojarasca se sembró otro granito de esperanza.

También le entregaron un reconocimiento póstumo que recibió su mamá, la señora María del Rosario Cárdenas. Tania, su hija, habló sobre lo significativo que siempre fue para él acudir a Recoveco. Su hermana Dora Patricia prolongó las palabras de Javier y que hasta la fecha hacen eco.

La memoria de Javier, como en muchos lugares de Sinaloa, quedó también en ese lugar al norte de Culiacán, enclavado en el interior de Mocorito. Ahí donde Javier nunca ocultó su gusto por acudir a ese pequeño rincón a platicar con jóvenes. Al lugar donde sembró bastante y eso se nota a simple vista.

Y a 10 meses del homicidio de Javier, la necesidad de exigir justicia se escuchó en los jóvenes que tomaron parte del Festival Gabriel García Márquez. Y por unas horas, los huecos de ausencia y soledad fueron resanados en la Hojarasca de los jóvenes de Recoveco.

Artículo publicado el 11 de marzo de 2018 en la edición 789 del semanario Ríodoce.

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