Lady Bird

Una de las sorpresas en las nominaciones de los Oscar de este año fue la inclusión de Lady Bird (EU/2017) en la categoría de mejor película, porque a pesar de ser un producto interesante y que tiene aspectos dignos de ser premiados, no estaba a la altura de sus contrincantes. Se pueden cuestionar sus menciones en mejor guion y dirección, pero de las que no hay ninguna duda son la de mejor actriz para Saoirse Ronan y la de mejor actriz de reparto a Laurie Metcalf, por lo excelente de sus interpretaciones.

La historia sigue a Christine (Ronan), una adolescente rebelde que está a punto de terminar sus estudios y su sueño es ingresar a una universidad en Nueva York, para estar lo más lejos de Sacramento, su ciudad natal que nunca le ha gustado, pero Marion (Metcalf), su madre, con la que no tiene una buena relación, se rehúsa a que se vaya, porque no cuentan con el dinero suficiente, aunque Larry (Tracy Letts), su papá, con quien sí se lleva muy bien, hace todo para apoyarla.

Si bien hay muchas películas que abordan los problemas de los adolescentes —Juno (2007) y Las ventajas de ser invisible (2012), por ejemplo—, Lady Bird tiene la esencia de Las mujeres verdaderas tienen curvas (2002): Ana (América Ferrera) también vive en California y quiere irse a Nueva York a estudiar la universidad; la relación con su madre (Lupe Ontiveros) es igualmente pésima; y el mayor apoyo que recibe es de su papá (Jorge Cervera Jr.). Tampoco es que se trate de la misma historia. Las personalidades de las chicas son muy diferentes: mientras Christine es una rebelde inconforme que hace y dice lo que sea con tal de ser el centro de atención, Ana es más centrada, sabe lo que quiere y su molestia se debe a que su mamá prefiere que trabaje, como su hermana, cuando ella lo que más desea es seguir estudiando.

Lo anterior no quiere decir que Lady Bird sea mala, de hecho, tiene más virtudes que defectos, solo se trata de diferenciar entre una cinta y otra y poner cada una en su lugar, por lo parecido de sus premisas, enfatizar que las dos son independientes, y que, si bien las dos merecen premios, la dirigida por Patricia Cardoso en 2002 tiene más méritos: el contexto chicano en el que se desarrolla Las mujeres verdaderas tienen curvas es mucho más atrayente, oportuno y alentador; los temas alternos a la trama principal son más interesantes; y las acciones y razones de Ana son más justificadas.

Es vedad que lo más destacable de la cinta escrita y dirigida por Greta Gerwig en 2017 son las actuaciones de Ronan y Metcalf —disfrutables ocurrencias y majaderías de Christine, así como los reniegos de Marion, de ahí sus nominaciones. Pero más allá de eso, sobresale que aborda muy bien esa relación entre madre e hija, en la que el amor y el odio entre ellas es acorde con la realidad.

Vale la pena ver las dos películas que, para variar, en la decisión que toman las mamás, al final, cuando las chicas se van de sus casas es prácticamente la misma en una cinta y otra, en la que evidencian esa rudeza y firmeza por querer lo mejor para sus hijas, aunque por dentro sean las más débiles. Véalas… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 27 de mayo de 2018 en la edición 800 del semanario Ríodoce.

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