Una de las enfermedades más recurrentes en la sociedad occidental, es el sobrepeso y la obesidad.

Casi todo empieza por el síndrome metabólico como un dato de alerta que dará paso a la obesidad, niveles altos de glucosa, niveles altos de presión arterial, y niveles altos del índice de masa corporal; este es el presagio de la obesidad y sus consecuencias.

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Una cosa es el régimen alimenticio de la persona, y otra cosa es la predisposición o factores metabólicos que promueven un aumento de peso. Una familia compuesta por los padres y dos hijos donde uno de los padres es obeso, la pareja y los hijos tendrán una predisposición al sobrepeso si no tienen cuidado y siguen el ritmo de alimentación del obeso.

La familia es un factor decisivo cuando de dieta se trata. A veces es más fácil que el obeso jale a los demás integrantes de la familia y terminen siendo una familia de obesos, a que el obeso siga el ritmo de alimentación de los sanos.

Entre la cantidad de alimento ingerido que es diferente a su estructura, es decir, la distribución de carbohidratos, grasas y proteína, existe una gran diferencia, una cosa es comer seis huevos solos o con verdura, y otra cosa es comerse diez tortillas con papas y chicharrones, un refresco de cola, y unos panes recién horneados aderezados con mermelada.

Mientras la primera opción es proteína, la segunda opción es una bomba de carbohidratos que pondrán en poco tiempo en el terreno de la obesidad a cualquier humano, por eso, es importante la educación para la salud, que la familia en su totalidad sepa diferenciar los alimentos ricos en proteínas, en grasa y en azúcares.

Los obesos tienen destinos parecidos, una vida de disfunciones orgánicas y una vida de señalamientos sociofamiliares, además de convertirse en referencia, siempre dirán enseguida del gordo, junto con el gordo, y una serie de frases donde la obesidad es el ancla del comentario hiriente.

Primero la pareja y después los hijos, son los árbitros de la conducta alimentaria del obeso, hasta que ambos se cansan de repetir las mismas frases de advertencia, poco a poco, el obeso se va quedando solo con su comida y solo con sus pensamientos porque la familia empieza a retirarse para evitar conflictos.

Los hijos aprenden, después del cansancio emocional por la frustración con el padre o la madre obesa, a respetar la enfermedad y al enfermo, incluso adivinan los deseos, cantidades y tipo de alimentos que hacen “feliz” al obeso, sin embargo, mantienen un pensamiento catastrófico latente, el día que el obeso se complique víctima de su propia decisión, donde la complicidad le habrá de cobrar la factura en termino de afectos.

La familia, especialmente quien prepara los alimentos al obeso, prepara, más que la comida, el funeral.

Artículo publicado el 24 de septiembre de 2023 en la edición 1078 del semanario Ríodoce.