Malayerba: Chat

malayerba-chat

Unos corrieron, otros se tiraron al suelo. Todos gritaron. Los disparos parecían haberse efectuado en el patio de la casa, pero ellos no querían asomarse. Cuando una calma espectral los atrapó, alguien gritó de fuera: mataron a tu primo.

Lea: Piropos

El primo nunca manejaba ese carro, pues prefería caminar. Era calmado, trabajaba en el Gobierno y era sabido que no tenía pleitos ni cuentas pendientes ni qué cobrar.

Él iba frente al volante. El otro junto, en el asiento del copiloto. Los homicidas les dispararon desde otro vehículo. Los estaban esperando. Cuando los balazos lograron sacudir a esos dos y el vehículo se detuvo y los cristales y carrocería habían sido perforados y estaban humeantes, entonces uno se acercó y les disparó a quemarropa.

El joven que estaba en la casa abrazó a la abuela. Le hubiera gustado que no se enterara pero ya traía arruga sobre arruga por esa noticia. Los otros fueron saliendo, incorporándose poco a poco, entre el llanto doloroso y el espanto.

Ya sabes a quién mataron, le preguntó un amigo a través del chat, activado en ese teléfono celular. Sí, pero se llevaron a alguien más. A quién, le preguntó su interlocutor. A mi tío: chale, qué culeros, se salen, la riegan, pinches matones.

No pudo sostener la conversación porque tenía que estar cerca de sus familiares, en medio del duelo. Al rato le llamaron de nuevo. Salió a la calle y un testigo le informó, Fue tu amigo, yo lo vi. Su amigo era el mismo con el que había tenido la conversación en el chat.Lo co

ntactó. Ya me enteré, te saliste. Por qué, qué pasó, qué hice. No mataste a uno, sino a dos. No. No te hagas, bien sabes. Si hasta te bajaste del carro. Tú fuiste quien quebró el cristal del lado del conductor para rematarlos.

El otro cortó.

Era un matón joven, de esos que abundan. Sus poderosos jefes le ordenaron que limpiara la ciudad. Y eso hacía, pero con mucha alharaca. Ta’ bien tu chamba, son órdenes, dices, pero no tienes que ser tan escandaloso. Traes un desmadre por todos lados. Te estás convirtiendo en un mequetrefe y así no vas a llegar lejos, le dijo su amigo.

Amigos desde morros. Él ha sido siempre chaparro y con apariencia endeble, el otro lo ha defendido y ha permanecido a su lado, para protegerlo.

Ahora cada quien su rumbo, aunque no niegan la amistad. Mi primo era calmado, güey. Tú lo sabes, le espetó cuando se volvió a comunicar. Sí, la neta tienes razón, me equivoqué. Discúlpame bato. Pos, ya ni modo, mi primo no va a revivir. Ta’ bueno.

Acompañó a sus tíos y hermanos en los preparativos. Traía una navaja en la lengua que a veces se le iba a la garganta. Le había dicho que lo perdonaba pero sentía todavía el sabor de la amargura: las papilas gustativas de la hiel.

De nuevo se toparon en el chat. Velorio, murmullos y humo de veladora que entra por los poros e incendia los pelos de las fosas nasales. No le quiso contestar. Lo bloqueó. No podía más.

Al rato llamó y llamó desde su teléfono. Lo hizo también usando otro número celular. No le quería ni escuchar. El sicario le mandó un mensaje de texto: irascible, con espuma en la boca y los ojos rojos, le reclamó: por qué me bloqueaste del chat.

Artículo publicado el 07 de mayo de 2023 en la edición 1058 del semanario Ríodoce.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1109
GALERÍA
Imágenes de esta noche de miércoles 1 de Mayo, en el bloqueo parcial de la caseta de peaje de Costa Rica. Productores de Maíz se mantienen a la expectativa ante un posible desalojo por parte de las autoridades policiales.
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.