Vivir y morir en CDMX: La absurda muerte de dos mazatlecos

hermanos tirado

Habían sobrevivido a las emboscadas del narco en tierras sinaloenses, a las tentaciones por el dinero fácil de Mazatlán, a los accidentes que nunca ocurren pero que siempre están cerca, incluso a la mala suerte, y en cambio se refugiaron en el arte y en los sueños. Al final la perdieron en una de las zonas más seguras del país: la colonia Roma de la Ciudad de México.

Los hermanos Jorge Tirado, de 35 años y su hermano Andrés, de 27, habían llegado a la Ciudad de México persiguiendo el sueño de las artes; uno en la música y otro en la actuación. Como buenos soñadores, ambos hacían sus pininos en la ciudad de los sueños. Como no tenían dónde llegar, su tío Luis González, de 73 años, les dio posada en lo que terminaban por acomodarse.

El problema es que, en la casa donde llegaron, ubicada en la calle Medellín 113, de la colonia Roma, habitaba la muerte. Pero cuando los hermanos Jorge y Andrés llegaron, ninguno de ellos lo sabía, y para cuando se dieron cuenta, ya era muy tarde.

Los sueños rotos

La colonia Roma de la Ciudad de México, una de las zonas más adineradas de la ciudad, y por consiguiente una de las áreas más seguras de la capital del país, era el lugar ideal para una nueva vida en el arte: el lugar estaba lleno de escuelas de arte donde estudiar, y de sitios donde realizan audiciones para actuar; a Andrés le quedaba perfecto. Pero también a Jorge, que aspiraba a ser músico, pues el lugar estaba atiborrado de bares y restaurantes donde tocar.

La historia de la casa era el único inconveniente. Apenas en mayo pasado, el dueño de la casa de dos plantas había fallecido y no había dejado testamento del inmueble, por lo que éste estaba intestado. La hermana del difunto, identificada como Margarita María Ochoa, de 72 años, junto con su esposo Luis González, de 73 años, se mudaron desde Jalisco a la ciudad para iniciar los trámites legales para vender el edificio, valuado en más de 20 millones de pesos.

La antigua cuidadora del difunto, una enfermera identificada únicamente con el nombre de Blanca, los recibió. Ella le habría explicado a la hermana lo que habría sucedido, pero también le aclaró que le pertenecía parte del edificio por el tiempo que cuidó al difunto; y también porque había tenido una relación amorosa con él.

A doña Margarita María no le cuadró aquel relato y le pidió algún tipo de prueba que demostrara que efectivamente, su hermano fallecido y la enfermera, hubieran tenido una relación amorosa. Por más que buscó, la enfermera no pudo proporcionar fotos, mensajes, emails, cartas, ni siquiera vecinos que confirmaran que así fuera, pero por cortesía se le permitió seguir habitando en la planta de la casa hasta que el edificio se vendiera.

De ese modo, la enfermera siguió residiendo junto con su hija Sally y su yerno Randy, gracias a un acuerdo que la enfermera hizo con el finado, según revelaron fuentes relacionadas con la investigación.

Fue por esos meses, a mediados de agosto, que llegaron Jorge y Andrés persiguiendo sus sueños por el arte. La investigación de la fiscalía señala que esto último complicaba los planes de la enfermera, de su hija y de su yerno, quienes aparentemente ya se sentían dueños el inmueble, por lo que planearon deshacerse de los intrusos de una vez por todas, según señalan las investigaciones del caso.

Cuando Margarita María Ochoa estaba a punto de terminar los trámites legales para vender la casa, Blanca, su hija Sally y su yerno Randy, junto con otras tres personas —cuyas identidades aún no han sido reveladas por las autoridades para no entorpecer la investigación—, sometieron a los cuatro nuevos inquilinos, los amordazaron y los mantuvieron en una bodega de la casa para exigirles que se fueran de la ciudad porque la casa les pertenecía, por el tiempo que habían cuidado al difunto.

Ante la falta de comunicación, un hijo de la señora Margarita María se presentó a la casa, pero la enfermera no le permitió entrar argumentando que nadie estaba en el inmueble. La policía dice que sí estaban, pero amordazados y para entonces, ya con fuertes signos de tortura, y se cree que para entonces ya don Luis González, Jorge y Andrés, habían perecido a causa de los golpes, según reveló la propia Margarita María.

En un callejón sin salida y sabiendo que se jugaba el todo por el todo, la enfermera dejó salir a Margarita María para que firmara la cesión de la propiedad y ya no encontrara más trabas para hacerse de la casa.

Los sueños rotos de la enfermera se le vinieron abajo a causa de la investigación, los testimonios de Margarita María, y la inexperiencia de los criminales.

“Eran buenos muchachos, con sueños y planes, y no usaban drogas, ni se emborrachaban, eran pues buenas personas, incluso, diría que, hasta ñoños, y es triste que la hayan perdido de esa manera”, reveló una ex compañera de Andrés, con quien habría estudiado actuación en el Ángela Peralta, de Mazatlán.

Óscar Blancarte, director de cine y quien tiene años residiendo en la colonia Roma, dijo que no conocía a ninguna de las víctimas a pesar de que los jóvenes eran de Mazatlán, y dijo sentirse consternado por los acontecimientos.

“Es tranquilo por aquí por eso me extraña lo que ocurrió. Y lo que puedo decir es que no se puede confiar en nadie”, dijo.

Artículo publicado el 25 de diciembre de 2022 en la edición 1039 del semanario Ríodoce.

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