El señor de las macetas

JORGE DANIEL ÁLVAREZ. Por influencia de mi padre.

Desde hace más de 30 años en la colonia Ignacio Allende, Jorge Daniel Álvarez Castillo resiste trabajando el barro como arte

Bajo la sombra de un frondoso árbol de Guamúchil está el mundo de Jorge Daniel Álvarez Castillo, el mismo lugar en el que había jugado de niño cuando su padre inició ahí el taller para hacer piezas de barro.

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Más de 30 años han pasado de eso y en el amplio terreno ubicado en la colonia Ignacio Allende, en esta ciudad de Culiacán, desarrolla macetas de todos tamaños y tipos, algunas del color del barro natural y otras minuciosamente pintadas.

Y aunque ya no es como antes que la gente utilizaba cazuelas para guisar y ollas para que el agua se mantuviera fresca, dice que se sigue valorando este trabajo artesanal, sobre todo para la decoración.

Fue con la llegada de la pandemia, que se popularizó en Culiacán el gustó por sembrar y pintar el barro. Para él han sido buenos tiempos, la gente le empezó a encargar más pedidos.

Lo único que lo detiene son los días nublados o de lluvia, en esos momentos no puede hornear, ni poner a secar las piezas que en su mayoría se llevan más de siete días en el proceso de creación.

El señor de las macetas

Habla poco pero lo conocen mucho. El señor de las macetas como le conocen, asegura que trabajar con el barro siempre ha sido un trabajo noble.

“Lleva su trabajo en lo que se hornea, se pone a secar y se pinta, una semana más o menos, todo lo hacemos con mucho gusto, aunque también me dedico a la electricidad, aquí es donde me paso más tiempo”, menciona.

Ahora que piden piezas de todo tipo como lámparas, soles, lunas considera que es un trabajo más creativo, ya nadie le pide ollas, ni cazuelas.

“La gente lo ve más como decoración por natural y rústico, ya no me piden otra cosa. Es un trabajo más creativo y sí creo que más valorado”.

Junto a un hermano y su esposa, asegura que en ocasiones ha realizado macetas que sobrepasan el metro de altura, aunque también muy pequeñas en especial para que las pinten los niños.

“La verdad es que la pandemia a nosotros nos vino bien, les agarró la creatividad de pintar y decorar y a pesar de que estamos un poco lejos, la gente viene a comprar”.

PRODUCTOS ARTESANALES. El valor en las manos.

Aprender con la mirada

El oficio lo aprendió mirando. Su padre toda la vida fue comerciante; primero compraba piezas de barro para revender, pero le gustó y se dedicó a producirlas.

“Le gustó porque a la gente le gustaban y empezó a fabricarlas, fue de los primeros que empezó a hacerlo en Culiacán”, menciona.

“Mi papá tenía un abarrote en Tierra Blanca y una camioneta para vender en los ranchos en Navolato, El Salado, y le empezaron a surtir ollas de barro y le gustó, empezó a llegar al taller gente de Concordia, Quilá, San Ignacio y Guadalajara y nosotros nos empezamos a fijar y a trabajar”.

De nueve hermanos cuenta que todos terminaron la secundaria pero fueron tres quienes se dedicaron al oficio de artesano del barro, incluso uno de sus hermanos tiene su negocio adjunto.

Con barro de Tepuche e Imala, El señor de las macetas apenas camina entre la producción que acaban de terminar, algunos son pedidos y otros más están hechos a su libre creatividad.

“Se requiere paciencia eso sí, porque no es algo rápido, hay que esperar a que el horno y el sol hagan su trabajo y pues de parte de uno poder moldear bien las piezas”.

Al final de la calle

Ahí donde termina la calle Guadalupe Rojo de la colonia Ignacio Allende, está el taller de El señor de las macetas. Desde la entrada las piezas resplandecer con el sol, él está al fondo moldeando.

Es día de hornear, cuenta, entre más calor y luz, es mejor para trabajar y eso sí para poder sentir la textura del barro local. Eso sí le agrada, es inherente a su vida diaria pero también a los recuerdos de su infancia, cuando en ese mismo lugar, su padre innovó en el oficio.

Ser artesano del barro le gusta mucho más porque ahí está su familia y también su sustento de vida.

“Es un oficio bonito, yo no sé si sea arte o no pero es una forma de compartir con la gente lo que uno hace con mucho esfuerzo”.

Artículo publicado el 23 de enero de 2020 en la edición 991 del semanario Ríodoce.

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