El Culiacán que perdimos hace muchos años

El Culiacán que perdimos hace muchos años

Juan Rulfo decía que los latinos tomábamos la muerte como algo muy natural. No como los europeos, platicaba, que solo piensan en ella cuando se van a morir. “Dios mediante” y “si Dios nos presta vida” son frases con las que solemos pensar en lo que haremos mañana. Es una forma, decía, de convivir todos los días con la muerte. Y contaba, como forma de ilustrar este amor ancestral, que los latinos vamos a los cementerios el Día de los Muertos y comemos calaveritas de azúcar. Y que les llevamos ofrendas a nuestros difuntos y luego nos las comemos en medio de borracheras feroces.

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Otra idea de esta convivencia con la muerte, pero no tan atávica, sino escalofriante, es la que comentaba Javier Valdez en sus libros y en sus entrevistas. Y es la que deriva del contexto violento en el que hemos estado viviendo o malviviendo en ciudades como Culiacán, producto de la violencia y la impunidad que genera el narcotráfico: “Dormimos con la muerte… cohabitamos con ella”.

¿Debemos entonces normalizar la violencia? ¿Qué decirles a la esposa y a la madre del joven que hace días fue asesinado en un banco cuando intentaban asaltarlo? ¿Cómo explicárselo a la criatura que viene en camino? ¿Cómo sin asumir nuestras propias culpas? ¿En qué mundo estará naciendo cuando a su padre lo mató una banda compuesta por un padre y dos de sus hijos? ¿Cómo puede conformarse una célula delictiva con esos integrantes? ¿Algún sociólogo o sicólogo lo puede explicar? ¿O un siquiatra?

Que nos expliquen por qué Luis Alfonso Cázarez indujo a sus hijos Michelle Luis Cázarez Miranda y Luigui Andrés Cázarez Miranda a delinquir a ese grado. Y qué razones tuvieron todos para llegar a ese nivel de desequilibrio mental. Quiénes fueron sus referentes, en qué pinches espejos se miraron.

Vivimos en una ciudad que no nos pertenece, que perdimos desde hace muchos años, cuando en medio de componendas del gobierno con el narco, de complicidades y un mar de corrupción, dejamos que esa bestia creciera a niveles imbatibles. No perdimos la ciudad aquel 17 de octubre de 2019; la habíamos perdido desde hace muchos años pero no nos habíamos dado cuenta hasta que el monstruo no solo sacó la cabeza, sino que se mostró pleno como es, lanzando fuego a todos lados, sin importarle que en la calles hubiese mujeres y niños, gente inocente.

Y si alguien lo duda que vea los videos que Ríodoce publicó el viernes donde se aprecia cómo un grupo de pistoleros es interceptado por la policía para luego dejarlo ir sin ninguna consecuencia, como en un hecho de rutina. Son ellos, los pistoleros, los que les dicen a los agentes que bajen las armas con que los apuntaban, para luego abordar los vehículos y marcharse.

¿No había cámaras en el sector? ¿No hay un sistema de seguimiento de los movimientos vehiculares en la ciudad que se llama C-4 y que se supone sirve para vigilar y perseguir? Justo en ese crucero –Sánchez Alonso y Diego Valadés– es donde otra noche un hombre fue subido a la fuerza a una camioneta por un comando que luego se lo llevó. Un levantón. Y tampoco pasó nada.

¿Qué anotaron los agentes del viernes en su parte policiaco y qué les respondieron sus superiores? ¿Qué respuesta nos tiene el alcalde? ¿Y el secretario de seguridad estatal? ¿Qué opina el gobernador? ¿La ciudad es nuestra o es de ellos?

Cuando detuvieron a los autores del crimen y asalto al banco de Isla Musala, el titular de la SSP, Cristóbal Castañeda, se apresuró a publicar un tuit donde presume que “en una acción rápida” por parte de sus elementos, se logró el aseguramiento de tres personas y dos armas de fuego. Lo que no dijo es que llegaron a ellos gracias al apoyo de varios “punteros” que cuidan la zona para sus jefes y negocios, quienes detectaron a los asaltantes y dieron el “pitazo” a la misma Policía para que los detuvieran. ¿Les dieron las gracias?

Bola y cadena
DICE ELENA PONIATOWSKA QUE LA PREGUNTA más importante que debe responder una nota periodística es por qué. No el qué ni el quién, sino por qué. En el caso del asalto al banco y su trágico y doloroso fin, están los hechos: qué, quién cómo, cuándo, dónde. Pero hace falta respondernos lo esencial: por qué. Y si es tarea nuestra, es, debe ser, también de cada uno de nosotros. Y no estoy pontificando, –me cagan esas posturas– solo llamando la atención sobre un tema que debe concernirnos a todos. Que un padre induzca a sus hijos a asaltar y matar como lo hemos visto ahora debe tener una explicación en lo que somos como sociedad. Y transformarla ya no es tarea del periodismo, sino de la gente, de los ciudadanos y de los gobiernos.


Sentido contrario
LO QUE NOS TOCA A NOSOTROS nunca lo hemos evadido. Por el contrario, fuimos profundamente críticos con los gobiernos emanados del casi eterno PRI y lo fuimos también con la pútrida administración de Mario López Valdez. Y lo vamos a ser con quienes nos gobiernan ahora, no importa que nos digan “conservadores”. Javier contaba riéndose que cuando pasaba por el PAN le gritaban ¡Ahí vas, perredista! Y cuando pasaba por el PRD le gritaban ¡Ahí vas, panista! Algo de eso ocurre ahora con el gobierno de Morena. Véase si no cómo atacó hace días el presidente López Obrador a la revista Proceso y a Carmen Aristegui. Proceso, desde que se fundó en 1976, es una lectura imprescindible para entender México y Aristegui es una de las mejores periodistas que ha parido este país.


Humo negro
SI EL GOBIERNO DE RUBÉN ROCHA quiere de verdad desterrar el trabajo infantil tiene mucho qué hacer en los campos agrícolas. Y no solo por la protección de los derechos de los niños, una asignatura que ningún gobierno ha resuelto en décadas. También porque los gringos un pretexto quieren para bloquear productos mexicanos. Lo saben los agricultores pero a muchos de ellos les vale…

Artículo publicado el 12 de diciembre de 2021 en la edición 985 del semanario Ríodoce.

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