2024: el prematuro banderazo de AMLO

TATIANA CLOUTHIER. Activo del Presidente. FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

No sé si fue a pregunta expresa de algún reportero —esto es irrelevante porque ya no se sabe, en las conferencias mañaneras, quién actúa realmente como reportero y quién lo hace por pedimento oficial—, el caso es que el presidente Andrés Manuel López Obrador destapó a seis mujeres y hombres que, dijo, podrían sucederlo en el cargo. Podría haber más y no los mencionó, o en su cabeza solo hay una o uno, y el resto estaría de relleno, como en el viejo PRI durante las décadas de dominio hegemónico. El caso es que los “destapó”, aunque, dijo, “es el pueblo el que va a decidir, porque esto ya cambió, ya hay democracia”.

Pero en su retórica mañanera cambió el sentido del verbo. Truqueó la acción de destapar al “tapado” —algo que en su momento hacía el presidente saliente en un acto que prácticamente se institucionalizó, y que gráficamente se ilustraba con la imagen de un hombre cubierto su rostro con una capucha—, y la cambió por el acto de “destapar”… botellas, quitar “tapas”, a las que él mismo, en su exposición de las nuevas formas de hacer política en el régimen de la cuarta transformación, llamó “corcholatas”.

“Corcholata” o no, el canciller Marcelo Ebrard, uno de los mencionados, fue el primero que le tomó la palabra, organizó una cena con cien gentes y allí les dijo que él buscaría la presidencia de la república. Aunque se planeó como una reunión privada, donde los celulares quedaron resguardados afuera, no faltó quien filtrara el propósito y contenido de la cena, y en cosa de horas la nota (de Milenio) corrió como reguero de pólvora.

Es normal que esto ocurra. Lo que es atípico es que pase cuando todavía no se cumplen ni tres años de gobierno. Unos días antes, en un evento de Morena para festejar los tres años del triunfo de 2018, Claudia Sheinbaum había sido vitoreada como ¡presidenta, presidenta!

La prisa que corre el proceso sucesorio podría explicarse sobre todo de dos maneras. De una parte lo hace el propio presidente cuando afirma que las cosas ya cambiaron que, cualquiera puede aspirar, que hay muchos pretensos y que, al final, será el pueblo el que decida. La otra explicación es que Morena no es una organización partidista consolidada y por tanto no ha madurado sus procesos internos, de tal forma que no puede controlar estos ánimos. El líder de Morena es AMLO pero al mismo tiempo se deslinda del proceso interno sucesorio, lo cual genera un vacío que tratan de llenar, anticipadamente, los aspirantes.

Todos en Morena saben, lo sabemos nosotros “y lo sabe Dios”, que nadie más que Andrés Manuel López Obrador va a escoger a su sucesor. Así que esa perorata de que “ahora es el pueblo el que decide” Y que su “corcholata” será la que el pueblo elija, que se la crea el quiera chuparse el dedo. Y si fuera necesario sin duda terminaría como Carlos Salinas de Gortari cuando en enero de 1994 dijo a los priistas “… no se hagan bolas, hay un solo candidato del partido (Colosio) al que apoyamos todos”. (Pero que luego asesinaron).

El tema importante aquí es que, cuando el gobierno de la llamada cuarta transformación apenas inicia el vuelo, parece obligado a un aterrizaje de emergencia… o por lo menos la nave se sacude como los aviones en medio de turbulencias ¿Por qué, antes de que concluya el primer trienio los morenistas ya están arrancando la sucesión? Es verdad que López Obrador sigue gozando de una popularidad importante aunque siempre deslizándose hacia abajo (lo cual se antoja normal por el desgaste que produce el ejercicio del poder), pero también que las luchas internas de esta tesitura producen siempre desgaste en las estructuras de un gobierno, lujo que no se puede dar el actual debido a la crisis sanitaria y económica que ha traído consigo la pandemia del COVID-19 y a los problemas que ha tenido AMLO para concretar sus proyectos estratégicos, los cuales, se supone, dotarían de carácter a la cuarta transformación y que hasta ahora solo han quedado en necedades del presidente.

Bola y cadena
CUANDO UNO MIRA LO QUE ESTÁ ocurriendo en algunos estados como Michoacán (que Miguel Ángel Vega relata en su excelente crónica publicada en esta misma edición), Zacatecas, Tamaulipas, Guanajuato y ahora también Chiapas, tiene que preguntarse a qué están jugando el presidente y los pretensos cuando inician ya, desaforados, la lucha por el 2024. Vemos al senador Ricardo Monreal reaccionar diciendo que él va a estar en la boleta, y que le gustaría que fuera por Morena, como diciendo que podría ser por otro partido o alianza. O Claudia S defendiendo las encuestas como método “probado” para elegir al candidato. Todos, claro, hablan de que hay que concentrarse en sus funciones, pero todos, a la vez, traen debajo de la mesa un pleito de perros.

Sentido contrario
SE LOS DIJO DE ALGUNA MANERA la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, a través de los periodistas Álvaro Delgado y Alejandro Páez, cuando le preguntaron si buscaría la candidatura presidencial: “… el futuro se construye con el trabajo del presente, pero a veces, nos distraemos mirando a largo plazo y nos olvidamos de hacer lo que nos toca”.

Humo negro
ANDRÉS MANUEL HA DISPUESTO para los nuevos gobernadores morenistas que “hay que cambiar todo”. Y esto incluye a las fiscalías “autónomas” estatales. Rubén Rocha lo hará con Juan José Ríos Estavillo, que renunciará al cargo “por motivos personales”. (La relación con Enrique Inzunza, que será su secretario general de gobierno, sería prácticamente imposible). Pero AMLO quiere ir más allá y pide “con todo respeto” al gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue, que cambie a su fiscal porque no ha dado resultados. Y uno tiene que preguntarse, si esa es la fórmula ¿qué espera el presidente para hacer lo mismo con los suyos?

Columna publicada el 18 de julio de 2021 en la edición 964 del semanario Ríodoce

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