La noche del sábado 6 de julio del 2013, Karla Gabriela Jiménez Falomir y Cruz Alejandra Peña Beltrán jugaban lotería en una vivienda de la colonia Tabachines, cuando salieron con rumbo a una tienda Oxxo a recargar tiempo aire.
Desde entonces desaparecieron. Cuarenta meses después, sus restos fueron exhumados en el bordo poniente del dren Zacatecas, a espaldas de la colonia José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, al poniente de la ciudad. Ambas habían sido maniatadas con cinta gris, y ejecutadas con tiro de gracia. Sus cráneos acusaban el orificio de bala.
Fueron inhumadas juntas, envueltas en una lona de color azul.
Ellas eran amigas y andaban juntas. Cruzaron juntas el umbral de muerte, y continuaron unidas después de asesinadas.
Sus familiares y ahora deudos que contaron la historia a sus confidentes de drama y de búsqueda, narraron que entonces ellas abordaron un auto Camaro, color rojo, modelo 1995, sin placas de circulación y de acuerdo con la moda de entonces, recubierto el capote con vinil negro, simulando ser fibra de carbono.
No hay testigos de si ellas llegaron a la tienda, o si en el camino fueron interceptadas por algún grupo, o si intencionalmente se desviaron para acudir a alguna cita pactada.
Sus familiares denunciaron al día siguiente la desaparición de las muchachas.
De acuerdo con la averiguación previa Ahome/III/247/2013, Karla Gabriela vestía un short de mezclilla deslavada azul, playera lisa en color rojo y calzaba huaraches de hule de color azul; Cruz Alejandra vestía pantalón de mezclilla y playera Aeropostal. Llevaba sandalias.
Desde la misma noche en que desaparecieron las amigas, sus familiares comenzaron a buscarlas. Nunca las encontraron. Ni el auto.
Cuarenta meses después, un rumor llegó hasta las rastreadoras de cuerpos del grupo Desaparecidos de El Fuerte, en donde el caso de Karla Gabriela y Cruz Alejandra era un activo pendiente.
El rumor afirmaba que Karla Gabriela y Cruz Alejandra estaban sepultadas en el bordo poniente del dren Zacatecas, a unos cien metros de una compuerta del canal que irriga parcelas entre la periferia urbana de Los Mochis y el ejido Compuertas.
El mensaje referenciaba dos árboles de guamúchil, jóvenes, poco frondosos, sin vainas.
Ellas, las Rastreadoras, calladas, reservadas, iniciaron su búsqueda propia. Solas, equipadas con palas y zapapicos, y varillas. Tres días picaron el suelo y nada encontraron. Armaron su “vaquita” y rentaron una retroexcavadora. La búsqueda arrojó hacia cielo abierto los cuerpos de dos personas. Pero no eran ni Karla ni Alejandra. Al día siguiente, la excavación continuó. Y justo a la altura de los árboles señalados, la cuchara de la máquina sacó una lona azul, y dentro de ellas estaban dos cuerpos. Eran mujeres, por las ropas, cabello y accesorios encontrados.
Mirna Nereyda Medina Quiñónez y las cuatro mujeres que la acompañaban en ese rastreo profundo, lloraron. Ahora, la familia de las muchachas estaba ausente porque daban muestras de su ADN a fin de acelerar la identificación, en caso de que se encontrasen los cuerpos.
Ellas llamaron a los peritos y éstos terminaron por exhumar los cuerpos.
Días después, las pruebas genéticas confirmaron que eran las jóvenes buscadas.
Jesús Arnoldo Serrano Castello, Subprocurador Regional de Justicia en la Zona Norte, dijo que las pruebas fueron contundentes.
Ante la certeza, los restos mortales fueron entregados a los deudos y éstos los sepultaron, cerrando la herida abierta tres años antes.
El servidor público confirmó que las otras dos osamentas exhumadas en el bordo del dren no han sido identificadas. Además, nadie las ha reclamado. Y aunque ya se le aplicaron pruebas genéticas, las comparaciones realizadas no han arrojado resultados.
Aseguró que por la densidad ósea, los restos podrían ser de un hombre y una mujer. Sin embargo, dijo que tal examen forense no es concluyente y será la prueba de comparación genética la que lo determine, cuando se tenga una muestra que la ratifique.
En tanto, Medina Quiñónez sumó otro caso de éxito a su búsqueda de cuerpos de desaparecidos, que según sus archivos va en aumento cotidiano.
Sus números —que dijo nada la orgullecen, porque se trata de exhumar a una generación de jóvenes que ya se perdió en lugar de estar conviviendo con ellos—, demuestran que siguen extraviándose muchachos, algunos por sus nexos y otros porque estaban en lugar y hora equivocada.
“De cualquier forma, se están llevando a nuestros muchachos”.
Exhumaciones
75
Identificados
32
Sin identificar
43
Desaparecidos
327
Fuente. Las Rastreadoras