Once meses sin Javier

¿Cuál es tu próximo proyecto de libro? —le pregunté a Javier en la emblemática cantina tapatía La Fuente, la noche que presentó el libro Narcoperiodismo en el marco de la FIL de Guadalajara.

Quiero escribir historias de soldados que han participado en la llamada guerra contra el narco —me respondió mientras bebía un sorbo de whisky.

La conversación tomó otro curso y con otros interlocutores, entre ellos su esposa Griselda, sus hijos y familiares y amigos que festejaban el nuevo vástago editorial.

A la medianoche nos despedimos en la puerta de donde salían los murmullos propios de una cantina que se precia de serlo.

Yo tomé un Uber y en el camino a mi casa fui cavilando sobre el tema que Javier tenía proyectado realizar y seguramente de no haber ocurrido su muerte el año pasado, se hubiera presentado en la nueva edición de la FIL.

La vida cotidiana de los soldados de la tropa es todo un tema del que los civiles sabemos poco y frecuentemente mal, prejuiciados por los propios medios, son vidas que transcurren en el filo de la navaja.

Se les recluta principalmente entre los sectores populares y pasan mucho de su tiempo en cuarteles o en misiones militares en lugares inhóspitos, lejos del contacto con sus familias y amigos, su vida transcurre entre sus compañeros y desde ahí parte principalmente su visión del mundo, la vida, su país.

Su pertenencia al cuerpo militar les gana respeto, pero también temor, no les resulta fácil entablar relaciones fluidas con el mundo civil, aun cuando le “prestan servicios valiosos a la patria”.

Eso seguramente define mucho su psicología que se ve dimensionada por la disciplina, las condiciones ambientales frecuentemente extremas y la zozobra de enfrentarse a enemigos con capacidad de persuasión y fuego.

En esas condiciones adversas se cultivan todos los días las historias a las que aspiraba llegar Javier con su oído atento y registrarlas con un gran respeto por las versiones de sus interlocutores.


Sin embargo, Javier nunca fue un periodista ajeno al dolor humano, a esa dialéctica que se teje entre los agentes del poder y la gente de abajo, la que vive y sufre las carencias en los barrios y pueblos miserables de la serranía.

Su pluma siempre estuvo al servicio de las historias de los jodidos haciendo eco de un tipo de periodismo que encalla en el de Eduardo Galeano o la mejor Elena Poniatowska; las del periodismo que enseñó Kapuscinski (Los cínicos no sirven para este oficio) o la rusa Svetlana Alexievich con su retrato de la Rusia postsoviética.

Abruptamente se fue Javier sin poder escribir esas historias de militares y seguramente muchas otras que brotaban de su labor cotidiana de reportero de la tragedia nacional, de las que se producen en las regiones golpeadas por las violencias, de los hombres y mujeres que aun en la adversidad transforman silenciosamente la estadística oficial en sentimientos humanos y el periodismo que le da sentido al riesgo mismo de la vida.

Once meses han transcurrido del ataque artero, sin que la autoridad arroje un dato, un indicio, una revelación que devuelva la confianza de donde vino el asesino, bajo órdenes de quien, y sobre todo cuál fue la causa que provocó incomodidad entre el o los autores intelectuales de este crimen, que sigue sacudiendo la conciencia del periodismo nacional e internacional y con él la irritación pública.

Así este sábado, o sea ayer, —este artículo aparecerá publicado el domingo—, el periodismo convoca a todos a sumarse a una lectura pública de la obra de Javier, como una forma de no cesar de recordarlo pero también de exigir justicia a esas autoridades que no hayan como evadir los reflectores mediáticos, los que muestran su ineficiencia e incapacidad para salir de las coordenadas de silencio, de reserva, que ellos como una medida de protección han establecido para no dar cuenta de los logros en la investigación judicial.

Finalmente, quizá sufren también de miedo, de ese miedo del que nadie está ausente, ni siquiera esos soldados a los que nuestro amigo quería entrevistar para difundir sus historias de carne y hueso.

Artículo de opinión publicado el 15 de abril de 2018 en la edición 794 del semanario Ríodoce.

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