Mirreyes vs Godínez

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El tema del momento es Yalitza Aparicio, no solo por su participación en Roma, en portadas de revistas y su nominación al Oscar, sino por los cuestionamientos acerca de si es o no actriz, si merece o no ser premiada, si le van o no los vestidos que usa a su color de piel y un largo etcétera. Lo más interesante es que los comentarios vienen de los mismos mexicanos.

La protagonista del filme de Alfonso Cuarón también tiene muchos seguidores de su lado, quienes se preguntan el porqué de esos ataques. La respuesta es muy sencilla: en gran medida, en México se practica el clasismo, el racismo y el sexismo, lo que se ejemplifica muy bien en Mirreyes vs Godínez (México/2018), dirigida por Chava Cartas y escrita por María Hinojos y Carolina Rivera.

Entonces, que si Aparicio es o no actriz, tiene o no méritos para recibir el Oscar, que si no es su vocación, que su color, su ropa… es lo de menos. Lo más importante es todo lo que se puede aprender de su experiencia, de la que no hay ninguna razón para cuestionarla o ponerla en duda.

En la cinta, justo cuando a Genaro (Daniel Tovar) lo nombran gerente de la zapatería en la que trabaja desde hace muchos años, corre el riesgo de perder su trabajo porque aparece Santiago (Pablo Lyle), el hijo del dueño, para hacerse cargo de la empresa. La solución es presentar un proyecto atractivo, para lo cual se apoya en sus compañeros Nancy (Diana Bovio), Sofía (Gloria Stalina) y Conan (Christian Vázquez), pero no tienen el camino libre: Santiago les hará la competencia con la ayuda de su hermana Michelle (Regina Blandón) y sus amigos Shimon (Alejandro de Marino) y Ricardo (Roberto Aguirre).

La película está mal desde su título, con el que lejos de evitar que la sociedad se segmente por clases, lo propicia, y así, los “mirreyes” son los ricos y los “Godínez” los pobres. Más aún, lo hace recurriendo a un apellido, lo cual es más ofensivo todavía. Se entiende que es una comedia y que la intención es hacer reír, pero hay otras formas, no solo en base un recurso como ese.

Contrario a romper con los estereotipos, el filme prefiere valerse de ellos para lograr su objetivo. Entonces, los “mirreyes” son los de tez blanca, los de “buenos” modales, que no comen ni beben cualquier cosa. En cambio, los “godínez” son los “nacos”, los de piel más oscura, sin educación, que consumen platillos y bebidas más rústicas. Incluso, en su afán discriminatorio, con la “justificación” de guiar el camino del difunto, los más pudientes visten de blanco en un funeral y los pobres, desde luego, van de negro.

La cinta también hace una clara separación por sexos: sitúa a los hombres como los más capaces para sacar adelante la empresa, mientras que las mujeres aparecen en un segundo plano o se les reconoce en áreas consideradas, por lo general, de menor relevancia.

Con una historia nada auténtica —que empieza bien, pero termina perdiendo su rumbo—, con situaciones absurdas y un elenco regular —destacan Daniel Tovar y Diana Bovio—, el mérito de Mirreyes vs Godínez es que registra muy bien el contexto de las oficinas y a quienes trabajan en ellas. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 10 de febrero de 2019 en la edición 837 del semanario Ríodoce.

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