Caravanas migrantes. Éxodos que buscan materializar sueños

Desde la época de las cavernas los humanos hemos sido nómadas; las tribus de aquellos tiempos debían trasladarse de un punto a otro en busca de comida. Y esa sigue siendo la razón fundamental de los éxodos que ahora vemos de manera constante por todo el mundo. La razón de tanta miseria también es la misma en todos lados: la explotación de los más poderosos sobre los débiles. Ahora también debe agregarse que la ambición de grupos políticos es perversa por insaciable.

¡Andas como judío errante! ¡De aquí para allá y de allá para acá!, me gritaba doña Monchi cuando me le perdía en mis vagancias por el río Tamazula. Se refería sin pretenderlo, al sometimiento que hicieron de Jesucristo cuando lo cargaron de la Seca a la Meca Herodes y Pilatos.

Las inmigraciones nunca han terminado. Esa impresionante caravana de más de 7 mil hondureños, a la que se le han sumado nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos, dicen que es orquestada para hacer trastabillar al presidente Donald Trump. He de dejar este manido asunto para abordar otro similar, pero que nos puede dar un punto de vista distinto, aunque en el fondo se llegue a lo mismo.

Las estadísticas de Wikipedia informan que en Estados Unidos viven más de 55 millones de personas de origen hispano, de estos, 35 millones son mexicanos; se considera que la segunda ciudad con más población mexicana en el mundo es Los Ángeles California. Los otros 20 millones de origen hispano desparramados en los EU lo conforman gentes de Centroamérica, del sur del continente y algunos españoles.

La razón fundamental de estos inmigrantes es comer, vivir en mejores condiciones de salud, educación, justicia; todo se suma en el llamado “sueño americano”. De todos aquellos países, la mayoría es gente pobre, pero también existen un buen número de gente clase media y alta, que han desertado de sus lugares de origen para buscar seguridad, paz y justicia que no existe en sus países, como México, donde la impunidad llega al 93 por ciento.

Son muchas las calamidades y tristezas las que provocan los éxodos, baste decir que dejar el terreno donde se nació es tremendo, el desarraigo cambia costumbres y hasta la forma de hablar, tienes que aprender otra lengua y tienes que supeditarte a nuevos mandatos.

Sin embargo, la historia también está llena de casos que favorecen positivamente la inmigración. Recordemos que con el descubrimiento de América en el año de 1492, la mayoría del continente sufrió cambios radicales. Nuestros ancestros, los Aztecas y demás razas, fueron sometidas al grado de quitarles sus religiones, costumbres y fueron sepultados por el reino español a base de fuego y sangre. Pero finalmente hemos de aceptar que ese cambio tan feroz nos favoreció.

La larga guerra de independencia, iniciada por el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla el 15 de septiembre de 1810, hasta el 8 de octubre en que el general Guadalupe Victoria fue nombrado presidente de los Estados Unidos Mexicanos, dio inicio a una nueva era. Debieron pasar muchas más luchas para que se consolidara la República Mexicana, pero finalmente criollos y mestizos consolidaron al mexicano. Con esto no quiero decir que México ha navegado desde entonces en mares serenos, no, pero sí se consolidó una identidad nacional.

Hemos de estudiar la historia, para aquilatar la diversidad de acontecimientos por los que México y los mexicanos han tenido que sortear: Invasiones, más de 40 de parte de los Estados Unidos, varias más de otras naciones como España y Francia. No podemos dejar de lado que lo más nefasto y doloroso son las traiciones de muchos mexicanos, de los cuales aún tenemos muchos que siguen esquilmando a la nación.

Por fortuna, somos más los que sí amamos a nuestra patria, que sí tenemos el valor y los valores bien arraigados para defenderla. Y a través de la historia, muchos son los mexicanos que han sabido aplicar la experiencia que dejan las derrotas, porque de los fracasos se aprende más, y eso ha hecho posible que nuestro país siga adelante.

Tengo ocho años viviendo de manera intermitente en Los Cabos de la Baja California Sur y Culiacán, mi ciudad natal; eso de tener dos mujeres tiene sus bemoles, pero esta situación me hace ver con más claridad el desarrollo que han tenido ambas entidades en ese tiempo.

En Sinaloa el desarrollo ha sido notable en la agricultura y la industria alimenticia, en Los Cabos el turismo se ha ubicado como el segundo más importante del país, aquí llegan gentes del Estado de México, Ciudad de México, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, y aunque en menos cantidad, también de Sonora, Sinaloa, Nuevo León, Jalisco y extranjeros, sobre todo de EU; existen aquí más de 15 mil gringos, de éstos, más de 10 ya nacionalizados mexicanos; han encontrado su “sueño cabeño”. Es una auténtica metrópoli, con diversidad de costumbres, culturas, idiomas, porque también se han sumado españoles, cubanos, argentinos, italianos y franceses.

Pero por desgracia, nuestros gobernantes no logran ponerse a la altura de los avances económicos. En Sinaloa y Baja California Sur son notables los rezagos en infraestructura y organización de servicios públicos, hace falta una reestructuración de vialidades: calles y avenidas alternas, drenaje, agua potable, alumbrado público, vigilancia policial y aplicación de justicia. La falta de todo provoca una desigualdad tremenda y con ello la violencia, la impunidad y las emigraciones.

El calor no se ha ido, las temperaturas altas, las tempestades, igual que la violencia y la impunidad, siguen acosándonos. Nos queda la esperanza de que a partir del 1 de diciembre, el “nuevo gobierno” empiece a componer las cosas, porque lo que es con éstos, no hay esperanzas, el asesinato de nuestro amigo y compañero Javier Valdez Cárdenas sigue sin resolverse. Exigimos:

¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!

* Escritor de la novela Golpe a golpe.

Artículo publicado el 4 de noviembre de 2018 en la edición 823 del semanario Ríodoce.

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