Cine: ‘Lavaperros’

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Con su reciente película, Lavaperros (Colombia/2020), el director Carlos Moreno de alguna manera regresa a su primer largometraje de ficción, Perro come perro (2008), lo cual puede verse no solo desde el título que hace referencia al mismo animal, sino en que el objetivo principal de las dos cintas es cobrar una buena cantidad de dinero que, coincidentemente, se encuentra escondido por ahí.

En esta ocasión, si bien en un principio el narcotraficante venido a menos Don Oscar (Christian Tappan) se rehúsa a devolver lo que debe al bandido en ascenso Duberney (Marlon Pérez Cruz), cuando ordena a sus trabajadores Freddy (Jhon Álex Toro) y Milton (Anderson Ballesteros) que le “pidan el dinero a la virgen” para pagar la deuda, estos se dan cuenta que alguien más se adelantó a “solicitar el milagro”, quizás un jardinero con muchas ganas de superarse y salir de pobre (Kevin Andrés Muñoz), o un cuidador de perros y fanático religioso (Ulises González), que, incongruentemente, no duda en saciar sus deseos de venganza, lo que ocasiona una avalancha de cobranzas, no precisamente de dólares.

Lavaperros, escrita por Moreno, es una película entretenida, con una estructura narrativa ágil, sencilla, predecible y complaciente con el espectador, quien lo más seguro es que termine satisfecho y conforme con la historia. Sin embargo, el largometraje disponible en Netflix tiene la gran desventaja de no ofrecer nada nuevo, incluso, de recurrir a un tema demasiado contado. Además, es repetitiva porque alude a otros trabajos del propio director, con tramas similares, como El cartel de los sapos (2012), Escobar, el patrón del mal (2012) y EL Chapo (2017).

En ese sentido y ante la proliferación en los últimos años de series y cintas con esa temática (Breaking Bad, 2008); El Cartel, 2008); El Capo, 2009; La reina del sur, 2011; El señor de los cielos, 2013; Narcos, 2015; Narcos: México, 2018, entre muchas otras) es innecesario y de mal gusto volver al mismo cuento, así se diga que no se hace apología del narcotráfico, la narcocultura y/o el crimen organizado –habría que preguntarse si la insistencia y constancia en esos tópicos no crea un efecto contraproducente en algunos, que terminen deseando y practicando ese estilo de vida en la realidad, de muchas mujeres, dinero, carros convertibles y violencia.

En lo referente al elenco, cada personaje está bien delimitado en cuanto al rol que cada uno debe desempeñar en ese contexto: el jefe arrebatado, inmaduro hundido por los excesos; el delincuente de una nueva generación, más poderoso y decisivo; los pistoleros obedientes y en apariencia fieles, mientras están frente al patrón; la esposa guapa, superficial e interesada; y el pobre, honrado, de buenos sentimientos e intenciones, que aprovecha la menor oportunidad para dejar de tener carencias. No obstante, así no haya interpretaciones malas, tampoco hay alguna realmente excelente o que sobresalga de las demás.

Sería bueno que, de seguir ubicando historias en el terreno del narco, se busquen tramas con otros giros, que se cuenten desde otros ángulos, perspectivas y miradas, que de seguro las hay, y muchas. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 14 de marzo de 2021 en la edición 946 del semanario Ríodoce.

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