Cine: ‘La nave del olvido’

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Al morir su esposo, Claudina (Rosa Ramírez) deja su solitaria vida en el campo y se muda a la ciudad, a la casa de su hija Alejandra (Gabriela Arancibia), donde también está su nieto. Al poco tiempo de su llegada, la triste y afligida mujer conoce a Elsa (Romana Satt), la vecina de al lado, con quien platica de vez en cuando y sale a pasear. Aunque Claudina se siente muy contenta por las atenciones y la compañía de Elsa, para los demás la relación de las señoras va más allá de la amistad, por lo que es necesario detener los rumores, así eso implique dejar de sentir la felicidad que nunca se había tenido.

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En un principio, La nave del olvido (Chile/2020), dirigida y escrita por Nicol Ruiz Benavides, se percibe como un filme más del proceso del duelo de una adulta mayor que se ve en la necesidad de mudarse de casa, pero la historia no tarda mucho en dar un valiente giro que pone al personaje de Ramírez ante una ventana que le muestra un panorama que la seduce, atrapa y lleva a recordar un pasaje de su vida de plenitud.

La película disponible en Prime Video posee, al menos, tres aspectos muy interesantes: la sencillez de su manufactura, la actuación de Rosa Ramírez y lo acertado de sus temas principales. Respecto a lo primero, cabe aclarar que no apuesta por una técnica llamativa; sus planos, ángulos y movimientos son los necesarios para dar paso a una trama que se narra de manera cronológica, mayormente con fluidez –a veces se pierde en escenas que, si no estuvieran, no pasara nada, como las pláticas de Claudina con una adolescente y sus visitas a una casa que realiza fiestas extravagantes, cuando pudo haber interactuado más con su nieto y explotar más la empatía con él, ahondar en el apoyo sin prejuicios que le brinda el niño, a pesar de que la hija/madre no está muy de acuerdo.

La interpretación de Romana Satt es buena, su interés por conocer y relacionarse con la señora nueva en el barrio, se nota verosímil. No obstante, es Rosa Ramírez quien llena la pantalla con su natural actuación, por lo que se le cree cualquier emoción que experimenta, ya sea la tristeza que le provoca la muerte de su esposo y el cambio de residencia, el entusiasmo por encontrar una amiga que le enseña a ver la vida diferente, y la satisfacción que le da la libertad para reconocer, asumir y decidir ser ella misma en la tercera edad, sin que le importe la opinión de los otros, incluida su hija.

Precisamente, eso que da la felicidad a Claudina es el otro aspecto excelente de La nave del olvido. Hay que tomar en cuenta que no solo se trata de una mujer que se atreve a abrirse con respecto a su sexualidad, lo cual es sumamente valioso por sí solo, sino que lo hace a una edad en la que comúnmente no sucede. En ese sentido, su mensaje de libertad y de romper con los tabúes va directo a las mujeres, para dejarles claro, más que nada, que nunca es tarde para alzar la voz y romper con mandatos tradicionales que las ponen en desventaja.

Si bien al final Claudina camina por la acera con una sonrisa que refleja su plenitud, dicha y alegría, hubiera estado muy bien verla disfrutando más su nueva etapa. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 21 de enero de 2024 en la edición 1095 del semanario Ríodoce.

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