Cine: ‘Dejar el mundo atrás’

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Los Sandford rentan una casa en la playa para irse de vacaciones, porque la mamá (Julia Roberts) considera que necesitan aislarse y descansar. Una vez ahí, la hija (Farrah Mackenzie) es la primera en ver que un enorme barco va directamente a ellos sin la intención de detenerse. Ya casi encima, es hora de despertar al papá (Ethan Hawke) y al hijo (Charlie Evans) para correr y salvarse. Más tranquilos en la vivienda, se enteran de que la descontrolada embarcación tuvo una falla, y lo mismo pasa con el internet y lo que depende él en varias partes del país. La esperanza es que pronto se solucione el problema, para restablecer la comunicación y volver a la normalidad, pero ya entrada la noche, los Scott, padre e hija (Mahershala Ali y Ruth (Myha’la), dueños de la mansión rentada, tocan a la puerta para solicitar auxilio y confirmar que algo inusual sucede y amenaza con empeorar.

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Más allá de poner en entredicho su calidad, es mejor decir que Dejar el mundo atrás (Leave the World Behind/EU/2023), dirigida por Sam Esmail, aparece en un momento justo. Si bien el guion presenta algunas inconsistencias, el provocar que el espectador se enfrente (si quiere, si puede) a la posibilidad de un mundo sin internet (y todo lo que eso implica) ni tecnología, es muy pertinente.

En la cinta, escrita por el propio Esmail, basado en la novela homónima de Rumaan Alam, lo anterior tiene, al menos, dos lecturas igualmente interesantes, sin dejar de lado su referencia a las teorías conspirativas: la más visible, desesperante, angustiante y frustrante es el no poder acceder al atrayente universo de la red, del que la sociedad actual depende y está profundamente acostumbrada.

El efecto de eso se percibe más al inicio de la situación en cuestión, porque, por obvias razones los personajes quieren y necesitan saber qué pasa exactamente y cómo está el mundo, además de enfrentar su dependencia al internet y sus bondades –lo realmente preocupante para el personaje de Mackenzie es que no puede ver el último capítulo de Friends (1994-2004): le cuesta entenderlo y aceptarlo.

Las consecuencias de esa carencia no solo tienen que ver con redes sociales y entretenimiento, sino que lo tecnológico se viene abajo y no hay señal: por un lado, todo se descontrola; por otro, la humanidad se queda con las manos amarradas, sin poder hacer algo y con la sentencia de que no muy tarde se carecerá hasta de lo más básico para sobrevivir.

El otro asunto al que lleva la película disponible en Netflix es peor: en lo que se pueden convertir las personas ante un panorama como tal, en el que el razonamiento y la civilidad brillan por su ausencia, por lo que eso trae como consecuencia aspectos sumamente “primitivos”, que se resumen en violencia y egoísmo. Entonces habría que preguntarse y reflexionar qué pasaría de presentarse eso en la vida real: ¿Cuál sería la reacción de la humanidad? ¿A qué/quién se le daría prioridad? ¿Qué es verdaderamente necesario e importante? ¿Serían las personas solidarias con los demás?

La idea no es mala, sino al contrario, las actuaciones no decepcionan, pero el ritmo tiende a ser lento y hay cabos sueltos que no permiten determinar los porqués, ni los adónde de esta cinta. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 17 de diciembre de 2023 en la edición 1090 del semanario Ríodoce.

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