“¿A quién vas a apoyar?”, le pregunté un día al gobernador Rubén Rocha. “A quien apoye el presidente”, me respondió. “¿Pues que no se había acabado el PRI?”, le dije con algo de jiribilla, Enrique Inzunza por un lado.
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Pudo hacerse a los 22 gobernadores morenistas la misma pregunta y la respuesta hubiera sido la misma. En esencia, respecto a la sucesión presidencial, no ha cambiado nada. Se movieron las formas pero, en el fondo, quien sigue decidiendo a quién heredarle el poder, es el presidente. Por eso, aunque Morena haya elegido a Claudia Sheinbaum a través de un proceso interno que culminó con una serie de encuestas, puede decirse que, quien tomó la decisión de que fuera ella, fue el presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Es legítimo? Sí, lo es. Y comprensible porque no es poco lo que se juega, y más si consideramos que el proyecto que encabeza el tabasqueño, pensado para muchos sexenios, ha dado apenas el primer paso. Si ellos, el presidente y Morena –y sus aliados—quieren vender la idea de que se acabó el dedazo y que “el pueblo decidió”, pues que lo digan. Son cosas que la historia irá juzgando a su tiempo. Y la gente también.
En realidad, la forma en que eran designados los candidatos del PRI, desde Plutarco Elías Calles, en 1929, fue esa. Es una herencia de nuestro sistema político, donde al menos un proceso panista, cuando se eligió candidato a Felipe Calderón, ha sido la excepción –y no por ello fue buen presidente.
El problema reside en lo que siempre vino después. Y, ya pensando en el 2024, en lo que vendrá después: la maquinaria oficial, las instituciones del Estado, los recursos públicos al servicio del candidato oficial. Y esto aplicó también en el caso de Calderón. Eso siempre ocurrió antes y pasará ahora para sacar adelante la candidatura de Sheinbaum. Y no ocupamos una bola de cristal para afirmarlo porque esto ya se vio durante el proceso interno. Los gobiernos estatales morenistas, todos, apoyaron a Claudia Sheinbaum y en segundo lugar a Adán Augusto López. Eso pudimos verlo, documentarlo en Sinaloa con la entrega de dinero a asistentes a los eventos, el acarreo descarado y la movilización de cuerpos sindicales como los burócratas, taxistas, camioneros…
Cuando venían Claudia Sheinbaum o Adán Augusto, en el gobierno estatal se suspendían actividades por la tarde para darle chance a los empleados de que asistieran al evento. Iban o no, pero esa era la tirada. No los obligaban, como a los empleados de la UAS cuando se trata de eventos del PAS, pero los mandos en las secretarías tiraban la “línea”. ¿Qué pasaba en los eventos de Marcelo Ebrard? Pues nada, que, si venía con los productores agrícolas, se ponía un sombrero, se subía a un tractor, se tomaba la foto y se iba por donde había llegado. Y si visitaba Mazatlán, se ponía una gorra, se subía a una panga, se tomaba la foto y se regresaba. Nunca, en ningún estado, eventos masivos. Las estructuras oficiales de los gobiernos morenistas y las del partido Morena, estuvieron para Claudia. A ella quería el presidente y se entendió. Si se los dijo en esas dos reuniones que tuvo con los gobernadores en palacio nacional, previas a que iniciaran las corcholatas sus recorridos por el país, o no se los dijo, ya se sabrá. Pero la línea se entendió. Y los gobernadores la acataron.
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Alguien, un morenista, me preguntó si tenía dudas de que Claudia ganará la elección del 24 y le dije que, un margen de duda, sí, que será una elección competida y que no les ganara la soberbia. Todos dábamos por hecho que AMLO ganaría en 2006, y perdió. Y perdió por culpa del propio AMLO, que nunca escuchó a nadie, solo a sus voces internas. Ahora se decidió por la doctora Sheinbaum y piensa que puede ganar la elección solo con la gente que se identifica con Morena. No le preocupó ni le interesa ir por la clase media a la que parece aborrecer; se piensa suficiente él mismo, con la gente que lo aprueba y lo sigue ahora, después de cinco años al frente del Gobierno y del “Movimiento”. Y le pagará con la misma moneda al prianismo, sobre todo a Calderón y a Fox, por lo que pasó en 2006: usará toda la maquinaria del Estado en favor de Claudia. Toda.
Bola y cadena
ALGUNAS VECES COMENTÉ QUE, si las cosas se le complicaban a la hora de decidirse, podría optar por Marcelo Ebrard, pues no solo contaría con los votos de Morena, con esos millones que lo aprueban y lo siguen, sino que también podía llevarse una buena tajada de la clase media y así asegurar el triunfo. Pero el señor es tozudo. Por eso se salió del PRI, por eso abandonó el PRD para fundar Morena, por eso fue tres veces candidato hasta que ganó. Confía mucho en sus latidos, pero dos de esas tres veces, perdió. Lo único seguro, ahora, es que será una gran competencia concentrada en dos mujeres. Y, creo, una contienda de mucha altura.
Sentido contrario
Y AHORA CON LA ESTREPITOSA CAÍDA de Adán Augusto López Hernández, superado en las encuestas por el mismísimo Gerardo Fernández Noroña, ¿hacia dónde van a jalar Héctor Melesio Cuen Ojeda y el Partido Sinaloense? Ah, es verdad, hacia el Frente Amplio por México.
Humo negro
ESTE 11 DE SEPTIEMBRE SE CUMPLEN 50 años del golpe militar en Chile, que destronó a Salvador Allende e instauró una de las dictaduras más sangrientas de que se tenga memoria en América Latina. Ocurrieron también en Argentina, en Paraguay, en Bolivia, en Guatemala… todas con costos humanos que nunca podrán ser saldados. Chile contó miles de muertos a manos de los militares, cientos de desaparecidos y también de exiliados. Y parece inconcebible, pero es cierto: mientras millones de chilenos siguen exigiendo castigo y no olvidar, también hay los que añoran el regreso de una dictadura como la que encabezó Augusto Pinochet. Cuidado con eso. Nuestras democracias son tan frágiles, que vale más cerrar filas contra esos fantasmas.
Artículo publicado el 10 de septiembre en la edición 1076 del semanario Ríodoce.
