A bordo de un cohete, impulsado por un cañón, unos astrónomos emprenden un viaje a la luna, en donde encuentran un clima extremo, una vegetación inusual y peculiares habitantes, quienes, al verse amenazados por los terrícolas, los atacan, apresan y llevan ante su dirigente. No obstante, los extranjeros se las ingenian para intentar huir y regresar a la tierra.
Es 1902, apenas siete años después del nacimiento del cinematógrafo inventado por los hermanos Auguste y Louis Lumière, quizás por eso, 121 años después, con la evolución del cine, a los millones de “exigentes” adeptos a las películas de “buena” calidad y los avances tecnológicos, Viaje a la luna (Le Voyage dans la Lune/Francia) les pudiera parecer escueta, austera y menor, pero se trata, indudablemente, de una valiosa joya a nivel mundial.
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En la primera proyección de cine en la historia, que hicieron los Lumière el 28 de diciembre de 1895, en el Grand Café, en París, entre los asistentes estaba Georges Méliès, quien quedó maravillado con el invento y en cuanto pudo comenzó a filmar, así los fabricantes del aparato le auguraran pocos años y ni lo pensaran para actividades artísticas.
Por sus antecedentes en el escenario, Méliès sí supo ver el potencial del cinematógrafo y trasladó algunos recursos del teatro (guion, maquillaje, vestuario, escenografía) a las películas, de las que hizo más de 500, desempeñando varios roles (guionista, director, productor, actor, escenógrafo), por lo que se le considera el creador del cine como arte –los Lumière lo veían con fines científicos.
Inspirada en De la Tierra a la Luna, de Julio Verne, y Los primeros hombres en la Luna, de H. G. Wells, la cinta innovó en varios aspectos. Primeramente, por sus 14 minutos, ya que usualmente, el metraje duraba alrededor de dos. También, en su temática y la manera de presentarla, que alude a la fantasía, porque hasta entonces se acostumbraban las películas que registraban la “realidad”, con lo que podrían equipararse al documental. De hecho, por Viaje a la luna y varias de sus realizaciones, a Méliès se le identifica como el iniciador de la ciencia ficción.
Disponible en MUBI y YouTube, la cinta es muda, no tiene subtítulos, aunque se pueden encontrar copias musicalizadas posteriormente –en los inicios, las proyecciones eran con música en vivo. Además, es en blanco y negro –hay una versión coloreada a mano, fotograma por fotograma. Sin embargo, estos dos aspectos no impiden que sea un excelente cortometraje con vistosos y creativos decorados, ingeniosos efectos especiales e impresionantes trucos que, en apariencia, lucen sencillos y rudimentarios, pero no lo son ahora ni lo eran entonces –sobresale esa icónica cara sonriente de la luna, en la que, en unos de sus ojos, aterriza el cohete, provocándole dolor y llanto.
Si bien en aquel momento no existía una narrativa como tal y pareciera que se trata de una obra de teatro –la cámara no se mueve–, Méliès se las ingenia para presentar distintos espacios, lo cual derivaría más tarde en lo que ahora se conoce como secuencias y escenas. La pertinencia de verla hoy, es un recordatorio de que la creatividad no necesariamente es lo digital y los avances tecnológicos. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 03 e septiembre de 2023 en la edición 1075 del semanario Ríodoce.