Sentido común

POBREZA EN MÉXICO. La preocupación de AMLO. FOTO: DASSAEV TÉLLEZ ADAME/CUARTOSCURO

Resulta complicado hablar o escribir acerca de lo que sucede en México, o en Sinaloa, sin tomar partido por una u otra posición y decisión en lo que se refiere a políticas públicas, ideologías o simplemente a cualquier medida o decisión gubernamental o de la oposición; casi siempre se cae en los dimes y diretes, en atacar o ser atacado; y, sin embargo, debe haber un enfoque diferente, que permita simplemente saber lo que es correcto, lo que está bien, y lo que está mal. Probemos, si el sentido común ayuda.

Aunque sea de palabra; ¿Quién no está de acuerdo en que dos males mayores en nuestra sociedad son la corrupción y la pobreza? ¿Quién sería capaz de sostener, a estas alturas, que es muy natural, e incluso correcto que políticos y servidores públicos lleguen a los cargos de representación y de gobierno para enriquecerse a costa del erario público? ¿Quién, en su sano juicio, sostendría públicamente que la pobreza y la miseria son inevitables en el mundo y en nuestro país? ¿Para qué luchar por evitarla? ¿Quién diría que nada se puede hacer para evitar que los jóvenes y los niños se droguen y terminan en familias descompuestas y pasen a formar parte de los circuitos de violencia extrema, delincuencial o sicaria? ¿Quién puede desear que la economía se hunda, que haya crisis económica, que aumenten los despidos y el desempleo, que aumenten el costo de los alimentos, de los servicios y de los combustibles?

Por sentido común se diría que nadie en su sano juicio y con un mínimo de conciencia social y humanista lo haría, pero lamentablemente no es así. Con sus acciones, con sus críticas, con sus propuestas, miles de políticos, intelectuales agrupados en la oposición, cegados por haber perdido sus beneficios y privilegios malhabidos, hablan, escriben y “encuentran” grietas, situaciones, frases, expresiones, que “justifican” su oposición a ultranza, y detrás de ellos “ciegamente” los siguen millones de ciudadanos, opuestos y enojados por las políticas y las acciones que ayudan a los de abajo. Así es la democracia y el pluralismo, que bueno, son la mejor expresión de un México democrático y respetuoso, cada vez más moderno y desarrollado, existen enfoques, políticas e ideologías diferentes sobre cómo hacer frente a los mismos problemas nacionales. Enhorabuena.

Para no caer en un maniqueísmo estrecho y ramplón, asumiremos que todos los mexicanos, mujeres y hombres, pensantes, maduros y responsables, queremos lo mismo (Aunque algunos realmente no lo quieren) las diferencias empiezan en cómo conseguirlo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador y su equipo han establecido la Cuarta Transformación y el humanismo mexicano como los estandartes que guían a su gobierno y sus programas; la oposición coaligada en “Va Por México”, incluida la ultraderecha que cabrestea, afirman que el país se hunde, va para atrás y así no se construye un buen futuro nacional. El problema es que no tienen una propuesta de nación alternativa a lo que hace el gobierno federal y más aún, se cuelgan de programas que no pueden rechazar, están terminando por asumir muchas de las acciones y políticas del gobierno federal sólo, dicen, que bajo su mando y dirección.

Guste o no, nuestro país es hoy, menos desigual e injusto que en cualquiera de los sexenios pasados: Gracias a la política social y a la política económica, en la actualidad las cuatro entidades más pobres han modificado significativamente su situación en tan solo dos años, a pesar de la pandemia del COVID 19 que azotó y freno el desarrollo económico de todo el planeta, la comparación de los indicadores de la población en situación de pobreza así lo confirman:

Sinaloa cambió del 28 por ciento de su población en pobreza al 21.6 por ciento, un 6.1 por ciento menos.
A nivel nacional la población en situación de pobreza pasó de 41.9 por ciento al 36.3 por ciento, 5.6 por ciento menos, o sea 8.9 millones de mexicanos salieron de ella.

Pero aún hay más:

De acuerdo a los indicadores de medición de la pobreza existentes en cada momento; así ha sido su evolución: En 1992, el 58.1 por ciento de la población estaba en pobreza, en 1996 llegó a casi al 70 por ciento, en 2002 bajó al 50 por ciento, 2012 en 52.3 por ciento; para el 2018 el gobierno de López Obrador lo encontró en 48.8 por ciento, con la pandemia, lo baja a 41.9 por ciento y para 2022, a pesar del COVID, lo baja al 36.3 por ciento y en 23 y 24 seguirá esa tendencia, sin duda: Su “primero los pobres” tiene éxito y resultados.

Artículo publicado el 20 de agosto de 2023 en la edición 1073 del semanario Ríodoce.

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