Malayerba: Malos sueños

malayerba-MALOS SUEÑOS

Otra vez ese niño: me jala el pantalón, me habla, se me queda viendo. Y otra vez no pude dormir. Qué noche. Pinche noche.

Martín llega al trabajo renegando. Llega temprano pero es igual. Dice que no rinde, que no está completamente despierto porque no pudo completar su sueño. No compa, no descansé. Me la pasé rodando en la cama.

En ese negoció se refugió. Atiende a los clientes del otro lado del mostrador, en la ferretería. Es bueno para la chamba. Al patrón le gusta porque no se mete con nadie. Hace lo que le toca y casi no se distrae platicando con sus compañeros.

Pero el pasado es terco. Es una silueta negra que lo está cazando del otro lado de la esquina, al doblar la calle, al fondo de los callejones sin salida, silente, expectante y sigilosa. Para luego hacer estruendo, estallar en sus sueños.

Ese pasado es pesado: matón a sueldo, exterminador de obstáculos, deudores, enemigos, traidores, desleales, bocones, ladrones, amantes, mirones, infiltrados, puchadores, gandallas, mamones, oportunistas y cabrones.

Cabrones pero no más que él. Soy puro cabrón, repetía. Repetía para todos. Pero como era hombre serio, de frases cortas, parco y militante del laconismo, era lo más extenso que decía. Puro cabrón. Más cabrón.

Y guardaba su pistola, siempre humeante y tibia. Lista para lo que se ofreciera. Presta para el otro jale: otro exterminio, otra resta de carnes y huesos en las calles culichis, uno menos en la lista negra del negocio negro.

Su jefe le tenía estima. No mucha, pero lo quería. Sabía que traía el sello de garantía en ese fierro que escupe fuego, en esa mirada como ida, esos dedos ágiles y seguros, ese gatillo, ese martillo, ese percutor.

Le encargaba los trabajitos más difíciles. Esos déjaselos al Martín. Que él lo haga. No quiero pendejadas ni pretextos. Él sabrá cómo y cuándo, pero lo hará. Y lo hacía. Así llenaba las bocas de su billetera, sus alcancías en las entrepiernas.

Y llenaba su vida, aunque se quedaba siempre vacía.

Hasta ese día, esa noche, esas horas. Son horas que pesan como pípilas en el occipucio. Con todo y loza.

Tienes que darle piso a ese cabrón. Y no debe pasar de mañana. Oíste. Mátalo. Y que sea rápido.

Fue a la casa de la futura víctima. Le puso un plantón, ahí en la soledad de los arbotantes y una noche sin luna, invernal. Lo esperó con la paciencia del segundero, con esa terquedad.

El hombre llegó en su camioneta blanca. La estacionó. Se metió a su casa. Está solo. Me dijeron que vivía solo, que su familia se había ido. Entró y cuando el hombre se dio cuenta ya tenía un cachazo en la sien izquierda y un cañón arrugándole la frente.

Le decía que lo perdonara. No he hecho nada, compa. Es la pura verdá. Déjeme ir, déjeme vivo. Llorando a moco suelto. A gritos.

Y apareció el niño, su hijo. Martín no lo vio hasta que sintió que le jalaban el pantalón. Era un niño gordito y de ojos grandes. De ojos tiernos, acuosos, que le gritaba deja a mi apá, por favor, no le hagas nada. Déjalo. Abrazando su pierna.

Martín volteó. Esa mirada, la vocecita delgada y diáfana, le tatuaron sus ojos, su memoria. Pero era un jale. Un jale es un jale, una responsabilidad que se debe cumplir. Y jaló el gatillo.

El niño lo despierta. No lo deja dormir. Ya no trabaja en eso. Pa’olvidar, dice. Quiere huir pero se topa con pared, con esa silueta terca, que lo espera. Y el niño le habla, le jala el pantalón, los pies. Déjalo ir, deja a mi apá, por favor.

Y Martín no duerme. No puede huir. Y la cama no le alcanza.

Artículo publicado el 16 de octubre de 2022 en la edición 1029 del semanario Ríodoce.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1109
GALERÍA
Imágenes de esta noche de miércoles 1 de Mayo, en el bloqueo parcial de la caseta de peaje de Costa Rica. Productores de Maíz se mantienen a la expectativa ante un posible desalojo por parte de las autoridades policiales.
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.