En 2013 se estrenó en Argentina Corazón de León, dirigida por Marcos Carnevale, con un guion de él mismo basado en una idea suya y de Betiana Blum. Se trata de una comedia ligera protagonizada por Guillermo Francella y Julieta Díaz, que acertadamente va en contra del estereotipo de que la estatura del varón debe ser más alta que la de la mujer.

La narrativa de la película es lineal, sencilla, y su ritmo es tranquilo. En general es un producto medianamente divertido, que entretiene mayormente por las actuaciones de Diaz y Francella, sobre todo la de este último, quien es completamente convincente como ese hombre al que su baja estatura no lo detiene al enamorar a una bella mujer, aunque le sobresalga con varios centímetros; al socializar con cualquier persona; ni al hacer negocios.

El valor de esa cinta está en su discurso, en su intención de dejar claro que el cariño, el amor, el afecto, las relaciones… van más allá de la estatura, lo cual puede aplicarse a cualquier otro aspecto del físico de las personas. Quizás ese oportuno propósito sea la razón por la cual en otros países optaron por hacer su propia versión, en las cuales, con excepción de la brasileña, en todas Carnevale participó en el guion: Corazón de León (2015), en Colombia; Un hombre de altura (2016), en Francia; Mi pequeño gran hombre (2018), en México; El gran León (2018), en Perú; y Amor Sem Medida (2021), en Brasil.

Aparentemente, no hay ningún inconveniente con lo anterior. Podría decirse que no tienen nada de malo regionalizar un producto para llegar a más gente, porque está claro que se trata de un filme comercial, que con toda y su buena intención moralizante, también es un negocio del cual se espera obtener ingresos económicos.

Sin embargo, al ver la versión argentina y la mexicana (que desde hace unas semanas está disponible en Netflix) y por los cortos promocionales de las películas de los otros países, sin contar la ciudad en la que están ubicadas, los intérpretes que participan y algunas frases/palabras, se trata de la misma película, lo cual sí o sí lleva a cuestionar esa insistencia en los remakes, cuando, por otro lado se supone que se está ante un producto artístico que debiera tener la característica de la universalidad, capaz de verse/entenderse en cualquier rincón del planeta.

Otro aspecto que pudiera justificar el rehacer un filme sería el querer superarlo, pero por mucho es algo que, al menos, la mexicana Mi pequeño gran hombre, dirigida por Jorge Ramírez Suárez (superiores sus Guten Tag, Ramón, 2013; y La gran promesa, 2017), protagonizada por Fernanda Castillo y Jorge Salinas, no logró. Dejando de lado el discurso acerca de la estura y que, al igual que la de 2013, funciona y entretiene en términos generales, no hay nada nuevo en ella. Castillo hace un papel destacable, aunque no es el caso de Salinas, quien evidentemente lejos de crear a su propio León, consciente o inconscientemente, trató de imitar al de Francella y se percibe falso, aunado a que, sin importar lo que haga, no es un buen actor. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 31 de julio de 2021 en la edición impresa 1018 del semanario Ríodoce.