La charola

RUBÉN ROCHA Y COLABORADORES. Que no se enfríe el chocolate.

Hubo de chile, de dulce y de manteca. Y de chipilín.

Sorprendió la cena organizada por la presidencia de la república, con el apoyo del gobierno estatal, en el palacio nacional. Primero por los motivos del presidente Andrés Manuel López Obrador y, segundo, por los asistentes. Fueron 25 empresarios de Sinaloa y otros 25 de empresas nacionales, banqueros y líderes camarales. Acompañados por el gobernador Rubén Rocha y algunos de sus funcionarios.

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Se trató de pasarles la charola. Ni más, ni menos. Hay en Sinaloa un proyecto turístico al que se le metieron miles de millones de pesos y fracasó: CIP (Centro Integralmente Planeado, qué ironía) Playa Espíritu, en Teacapán, Escuinapa.

Y en vez de buscar rescatarlo con la ayuda de esos mismos empresarios, se los está repartiendo en pedazos, a manera de rifas por medio de la Lotería Nacional. El presidente no supo qué hacer con él y mejor lo subasta. Y con ello el desarrollo se cancela porque los “macrolotes” que se estarán rifando quedarán ociosos durante décadas debido a que no hay en esa zona ningún incentivo para invertir.

¿Por qué comprarían cachitos el Grupo Carso de los Slim, por ejemplo? ¿O Daniel Becker, presidente de la Asociación de Bancos de México? ¿O Carlos Bremer, de Value Grupo Financiero, de Nuevo León? Si los empresarios de Mazatlán nunca se interesaron en Escuinapa desde que fue presentado el proyecto por el entonces presidente Felipe Calderón ¿Por qué lo harían ahora? Pues porque al presidente, en este país, no se le puede decir que no. Un empresario o un líder empresarial le puede expresar una diferencia, pero si el presidente los “invita” a apoyar una causa “noble” como la construcción de una presa para irrigar miles de hectáreas que ahora están semi ociosas, los empresarios le dirán “estamos con usted, señor presidente, estamos con México”. Y agarran la cartita, ponen un número no menor al dos, le agregan siete ceros y la firman. ¿Cuánto van a perder? Nada. Mañana o pasado, cuando el SAT les requiera los impuestos que no han pagado, los empresarios sacarán la fotito que se tomaron con el presidente en esa cena, una copia de la carta compromiso que firmaron, el comprobante de la transferencia bancaria a la Lotería Nacional… y caso cerrado. O recibirán trato preferente en licitaciones o en adjudicaciones directas, esas que tanto gustan a las dependencias del gobierno federal “porque nosotros somos honestos, no somos iguales…”.

Muchos de los empresarios que asistieron –no lo hicieron muchos que también invitaron–, ya recibieron beneficios, con esta o con administraciones pasadas. Jesús Vizcarra, por ejemplo, que estuvo en primera fila de la cena, recibió un apoyo federal a fondo perdido para construir la planta procesadora de SuKarne en Gómez Palacio, Durango. ¿de cuánto? De mil millones de pesos. Se los dio Enrique Peña Nieto a través de Sagarpa, cuando el subsecretario de esta dependencia era el ex gobernador de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla, a la vez socio de SuKarne. Y el mismo EPN fue a cortar el listón el 30 de marzo de 2016. ¿Cuánto regresó de ese apoyo? Ni un cinco. Y no era obligación que lo hiciera, por eso se llaman a “fondo perdido”. Sacarle a Vizcarra 20 o 50 millones de pesos es como arrancarle un pelo a un gato. Y no es a cambio de los tamales de chipilín que les ofreció el presidente, sino de los beneficios que ha tenido y de los que tendrá en el futuro, ni duda cabe. ¿Qué el señor es compadre del Mayo Zambada? Bah, eso no importa, eso corresponde al pasado. Cenar con el prócer de la Cuarta Transformación limpia cualquier expediente y te convierte en patriota. Porque eso son ahora los que llenaron la carta compromiso con la cantidad que haya sido: patriotas.

Por esta razón, patriota es Juan José Arellano Hernández, un joven empresario mazatleco que se hizo multimillonario de la noche a la mañana a través de empresas factureras investigadas por la Unidad de Inteligencia Financiera y la Fiscalía General de la República, con hilos que conducen a empresas propiedad de Genaro García Luna, ahora preso en los Estados Unidos acusado de nexos con el Cártel de Sinaloa. ¿No hubo nadie que pusiera esos antecedentes en el escritorio organizador de la cena? ¿O era tal la urgencia de llenar las mesas para la vanagloria del presidente?

Bola y cadena
DE AHORA EN ADELANTE también los Coppel son patriotas. Ayer pertenecían a la “reacción”, a los “conservadores”, a “la mafia del poder” que trató de impedir que AMLO llegara a la presidencia, primero en 2006 y luego en 2018, incluso con campañas negras que lanzaron desde cañerías como la que armaron en la calle Berlín de Coyoacán, Ciudad de México, y a cuyo frente estaba nada menos que Agustín Coppel, ahora sentado en una de las mesas de palacio nacional para ser “invitado” a cooperar para sacar al buey de la barranca. Si antes introducían ropa asiática de contrabando para no pagar impuestos, o encerraban a sus empleados con candados en una tienda aunque murieran en un incendio, eso no importa, también pertenece al pasado: miremos hacia adelante.

Sentido contrario
EN LA CENA, LA SEGUNDA en su tipo llevada a cabo por el presidente AMLO –la primera fue en 2020 para invitar a los empresarios a comprar “voluntariamente” cachitos para la rifa del avión presidencial que nunca se rifaría—había 50 comensales, pero me dicen que estaban cien en la lista. Muchos se disculparon por estar “de vacaciones” y otros porque ya sabían más o menos para qué los querían. Algunos empresarios sinaloenses asistieron pensando que era una reunión de trabajo, hasta que el presidente salió y les dijo cuán era el propósito. Y ni modo de dejar servido el chocolate.

Humo negro
¿POR QUÉ NO ESTUVIERON empresarios del grupo Monterrey, los Larrea, los Bailleres, Ricardo Salinas, los Televisa…? Tal vez porque conocen bien el sistema y sus formas; esta, por cierto, la inventó Carlos Salinas.

Artículo publicado el 31 de julio de 2022 en la edición 1018 del semanario Ríodoce.

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