Perdón ¿asistimos a elecciones normales?

URNAS DEL 6 DE JUNIO. La presencia del crimen.

No.

Lo normal es que la convocatoria a elecciones hubiera tenido que ver con una antesala sin amenazas, secuestros, golpes y las instituciones encargadas de garantizar unos comicios que a lo sumo tuvieran los incidentes normales de una jornada electoral, como son las derivadas de una deficiente administración, sea de los institutos electorales, de la operación de los partidos o los equívocos de los ciudadanos en el momento de votar.

Y es que desde los días previos a la jornada electoral se reforzó un operativo criminal que varias semanas antes se había inaugurado en los municipios de Concordia y Escuinapa con ejercicios de intimidación contra candidatos del PRI y MC, y aquella anomia electoral, se extendió a todo el estado nublando la atmosfera de la elección.

Esta información en medios de comunicación y redes sociales fue increscendo y en la antesala, se cerró el día de la jornada electoral con el secuestro del secretario de Organización del CD del PRI en el estado, lo que técnicamente dejó operando solo a la coalición de “Juntos hacemos historia”, que para muchos observadores de la cosa pública era innecesario por las tendencias que arrojaban las encuestas de intención de voto y que Rubén Rocha, esgrimía adelantando el resultado de la contienda.

En estos actos ilegales de los distintos grupos criminales que tenían una visión estatal, pero sobre todo municipal que habla notoriamente el interés de sellar un triunfo anunciado, alimentar el mensaje correcto sobre quién manda en un Sinaloa segmentado por sus propios intereses y a quien quieren de interlocutor político.

Se trata del nuevo capítulo de nuestra sui generis normalización política y eso es motivo de inquietud, especialmente entre los actores empresariales, como lo deslizó el dirigente de la Coparmex en Sinaloa, quién mostró su preocupación en una entrevista por el resultado global, un resultado, que no deja espacio para los necesarios “contrapesos democráticos”, lo que podría dar pie a prácticas autoritarias.

Rubén Rocha, no tiene hasta ahora un talante autoritario, sino conciliador, sin embargo, algunos de sus aliados que sin duda tendrán un peso específico en el nuevo gobierno han dado muestras de ello y eso ahonda la preocupación en las élites y no sólo las económicas, sino especialmente las sociales.

Pero brindemos un voto de confianza al nuevo gobierno y veamos si el talante conciliador se impone para el bien de Sinaloa; un primer mensaje para saber lo que viene, será la integración de los gobiernos, más tarde, será el diseño de las principales políticas públicas de la llamada 4T para el estado; pero no adelantemos vísperas y veamos lo que ya está prefigurado en la representación política.

En el Congreso del Estado habrá mayoría absoluta morenista —y con los diputados del PAS la calificada— y eso supone el mejor escenario para un proyecto político de cambio como el que ofrece Rubén Rocha.

En los municipios pinta bien para Morena conserva la mayoría de los principales y eso podría unificar políticas públicas, pero, también, dada la mala experiencia con algunos alcaldes que hoy se reeligen, es muy probable se conviertan en la piedra en el zapato ya que actúan autárquicamente como pequeños virreyes en su jurisdicción política y algunos hasta podrían estar o entrar en sintonía con grupos criminales.

Más, ahora, cuando estos grupos diversos han hecho su trabajo “político” e irán seguramente por lo “suyo” y eso puede convertirse en otra piedra en el zapato del gobernador, aun cuando en la entrevista que Rocha Moya concedió al periodista Loret de Mola mostró voluntad de dialogar para abrir un espacio a la distensión de la violencia —una forma eficaz de recuperar lo que se hacía con cierta eficacia en los pasados años ochenta.

Ya no por la vía de facto sino desde las instituciones del Estado. Haciéndose corresponsables de lo que sucede en toda esta región y así bajar los niveles de violencia sin menoscabo de los negocios formales. No hay que olvidar que la mejor garantía para garantizar la gobernabilidad es haciendo coparticipes al mayor número de actores influyentes. Y este actor, no se reduce a la parafernalia, que ha perfilado el narco cultura sino son mucho más que sombreros, gorras y tambora sobre todo en el terreno económico.

Esta atmósfera contraria al ejercicio democrático se reflejó en términos inmediatos en el nivel de participación ciudadana que de acuerdo con el 80 por ciento del PREP podría ser de la más baja en nuestra historia con 856 mil 038 de los 2 millones 252 mil 107 registrados en la lista nominal que representa hasta ese aproximado el 38.01 por ciento de la lista nominal.

En definitiva, en varios municipios no se vivió la normalidad electoral; la constante fue la actuación de grupos criminales que rompieron con el juego democrático y hoy queda en la atmosfera de que algo cambió en nuestras rutinas sucesorias y es la actuación ostentosa de estos grupos en nuestra vida política. Ellos, también ganaron y eso es una ofensa a quienes libres y de buena fe, asistieron a las urnas.

¡Al tiempo!

Artículo publicado el 20 de junio de 2021 en la edición 960 del semanario Ríodoce.

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