Costa Rica, segunda comunidad culichi en casos de Covid-19

Costa Rica-tienda

La calle Antonio Rosales luce como cualquier otro día. La gente va y viene en ambos sentidos. Unos a pie, otros en bicicletas o motos y otros en carros. Tres hombres sentados en la plazuela que está antes de llegar al mercado pasan la mañana. Ahí se instalaron las letras: Costa Rica.

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La comunidad está situada a 25 kilómetros al suroeste de Culiacán y es la sindicatura más grande del municipio. Es, según los datos de la Secretaría de Salud, el segundo lugar entre los asentamientos en la capital sinaloense con mayor número de casos confirmados por el coronavirus. El corte al 2 de junio señala que son 62 pacientes además de 22 casos sospechosos.

Pero se cree que esos números se quedan cortos. Así lo expresa Diana, vecina de la sindicatura de toda su vida. Tanto los decesos reportados como los casos positivos se quedan cortos a la realidad que los vecinos conocen pero no temen.

“En un panorama a como lo pintan yo sí lo veo más grande. Obviamente han puesto a Costa Rica como una de las colonias que ha tenido muchos casos, pero yo creo que son más, porque yo que no conozco tanta gente es mucha la conocida que ya dieron positivo, mucha gente conocida que ha fallecido y aparte otras personas que no son conocidas pero que me dice mi familia o mis amigas”, explica Diana.

Es la mañana del miércoles 3 de junio, apenas el tercer día de la llamada nueva normalidad y los  tres hombres en la plazuela pasan la mañana como cualquier otra. La nueva normalidad no luce muy diferente.

Sobre la misma calle una sucursal de Coppel tiene hasta las motocicletas afuera. No es comercio esencial pero la tienda trabaja de manera normal. Clientes entran, clientes salen.

Metros adelante, casi al llegar a las vías del tren, hay un abarrote. Las Tres G. Ahí afuera Adrián bebe una coca cola. Brinda con una señal de su mano alzando su botella verde, como si la presumiera. Junto al refresco se come un sándwich bajo la sombra de un árbol.

Trabaja lavando carros y explica que la cosa no va muy bien. Para apoyarse por las tardes ayuda a un vecino a vender pan. Adrián se mira las manos con algo de pena y responde la pregunta de su edad. “Voy pa’cuarenta años y ando valiendo ‘chetos’; guacha los dedos, mi chaca”. La marca que muestra es de un pleito callejero.

Adrián no lleva cubre bocas ni usa nada para cuidarse. Sabe que existe una amenaza pero su preocupación es otra. Debe llevar el sustento a su casa. Y su situación se repite en varios habitantes de toda la sindicatura.

COSTA RICA. Segundo en el ranking.

“No, mi chaca, no sale mucho ahorita pa’la papa, ahí ando vendiendo unos fierros viejos que le cambié a la bicicleta y trabajando limpiando terrenos enmontados porque no sale”.

Así como Adrián la pequeña población de casi 30 mil habitantes tiene que buscar su sustento. Las principales actividades ahí son las tareas del campo y el comercio. Y las calles dan fe de ello. La Antonio Rosales, la principal, está llena de ferreterías y fondas o taquerías. La sana distancia busca hacerse un sitio pero los usos y costumbres del lugar parecen más fuertes.

Las filas en los bancos se disimulan con el trajinar de la gente. Metros al oriente está un supermercado de la cadena Ley. El estacionamiento lleno y no pasan de las 10:00 de la mañana. En la entrada un par de empleados vigilan que la gente tenga protección, pero en el resto de los sitios el requisito es parapetado.

A pesar de los esfuerzos de Protección Civil el comercio salió en Costa Rica. O más bien nunca cesó, según explica Diana. No le temen al virus, tienen otras necesidades. Por la calle 11 la gente también va y viene. Este camino conduce al área de urgencias del IMSS y en la sala de espera del consultorio algunos se forman pero no todos con cubre bocas.

“El foco rojo en esta comunidad está muy vigente y a pesar de eso la gente está como si nada, te digo que lo ves ahorita y parece que jamás pasó nada. Sí hubo un momento en los dos meses pasados en que a estas horas no se veía gente en la calle y que las dos veces que llegué a salir sí vi que el tráfico estaba muy solo, no había gente. El susto, por decirlo así, le duró muy poquito a la gente”.

A la vuelta por la calle doceava, hacia el mercado, la gente saca sus tenderetes con mercancía. Ropa de segunda mano, calzado usado, juguetes y hasta un casco de motocicleta están puestos a la venta. No es comercio esencial pero hay que chambear.

Y la escena se repite por casi todo el centro de Costa Rica. Unos comerciantes sobre la avenida Veracruz muestran su enojo cuando una camioneta pasa y les “fumiga”. “Es sanitizante, oiga”, le gruita un joven a bordo de una bicicleta a uno de los afectados.

Las jornadas comenzarán a ser más constantes, según explicó el regidor por el PAN, Eusebio Telles Molina, quien es originario de dicha sindicatura y comparte la sospecha de que en Costa Rica las cifras de contagios y decesos no cuadran.

Sin embargo entrar y salir del lugar es muy fácil. No existe filtro sanitario alguno por ninguna de las dos vías de acceso, tanto hacia la carretera como hacia los Cascabeles. Ir y venir es muy sencillo.

Y la sospecha de mayor número de casos crece. La Secretaría de Salud, ese mismo miércoles por la noche, reveló un rezago no solamente en los pacientes registrados sino en los decesos, cuatro de ellos ocurridos en la sindicatura en fechas pasadas.

Artículo publicado el 07 de junio de 2020 en la edición 906 del semanario Ríodoce.

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