El Mercado de Abastos del Humaya sobrevive a pesar de las adversidades

mercado humaya (13)

Con casi 30 años de fundación, el Mercado de Abastos del Humaya sobrevive a pesar de inundaciones y crisis económica

 

Hace 20 años que Ignacio trabaja en el Mercado de Abastos del Humaya. Comenzó desde abajo, atendiendo un pequeño local y ahora maneja una carnicería de su propiedad. Junto a él laboran seis personas de 14 que llegaron a ser. La crisis, las obras mal planeadas y las inundaciones, a menudo les golpean.

“Cuando no nos llueve, nos llovizna”, dice. Ignacio hace una señal con la frente y los ojos hacia el bulevar Enrique Cabrera. Ahí se realiza una intervención que pretende cerrar un retorno para construir un camellón.

La obra forma parte del programa de cruces seguros del Ayuntamiento de Culiacán y busca cerrar el paso a los vehículos motorizados para resguardar el cruce peatonal metros adelante frente al hospital del IMSS en Infonavit Humaya. Ignacio se acomoda sus lentes y recuerda las calamidades del lugar.

“Y me han tocado las tres inundaciones, esa tatema que nos pegaron con el puente, nos pararon una chinga que apenas nosotros sabemos y las obras estas, ese retorno que quieren cerrar ahí, vieras cómo nos va a perjudicar. Juntamos firmas y todo y ahí está la obra detenida pero dicen que lo van a hacer”.

El titular del IMPLAN, Alberto Medrano, confirmó que la obra sí se realizará, dejando únicamente un espacio para el retorno de las ambulancias y otro para vehículos que busquen retornar en el sentido opuesto, pero de eso Ignacio tiene sus dudas.

“Yo lo dudo mucho, a mí me dijeron que no. Esa obra se tenía que hacer”.

Llueve sobre mojado

Con la depresión tropical 19E, locatarios del Mercado Humaya vieron afectado severamente su patrimonio. A algunos les llegó un apoyo pero a otros no. Millones de pesos perdidos en conjunto y nadie les respondió. Luego, la autoridad prometió solución y las máquinas rompieron el concreto para la obra del drenaje pluvial del canal Agustina Ramírez. Y otra vez se inundaron con más lluvias.

“Todas las veces ha entrado el agua. El tapón se hace allá, deja de correr el agua y empieza a buscar una salida y todas las tres veces que ha entrado el agua llega hasta aquí”, Ignacio hace una señal, y continúa, “es como un metro y mire, bendito sea Dios, le hemos batallado mucho pero el gobierno no nos considera en nada”.

Pero no es la primera vez. Resiliencia es la palabra que los describe. Según la Real Academia de la Lengua, es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Y los locatarios del Mercado Humaya lo cumplen al pie de la letra.

En 2007 el gobierno estatal y federal con inversión a través de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes les impusieron una obra con el distribuidor vial, que entonces pretendía desviar el tráfico pesado. Ello generó mucha inconformidad no solamente en locatarios sino en vecinos del lugar.

MERCADO HUMAYA. Obras mal planeadas.

“No, oiga. Nos han perjudicado mucho. Cuando hicieron el puente estaba proyectado para que bajara en el bulevar de allá (Obrero Mundial), iba tener acceso para que la gente pudiera entrar porque nos quitaron la parada de camiones, esa la pusieron al chino Ley allá”.

La parada funcionaba justo en la esquina de Enrique Cabrera con José Limón (carretera México-Nogales) y con el puente esta desapareció. Ignacio recuerda esos tiempos, poco antes de que él se lanzara como empresario independiente.

“Era un mundo de gente pero se la dejaron allá. Eso lo hemos estado peleando, que nos regresen la parada. El puente terminó mal. El arquitecto le ‘jerró’, lo terminó 30 metros adelante y se pasa de la calle y esa gente que estaba proyectada quedó descartada”.

Y la obra de más de 104 millones de pesos se realizó aún en contra de la voluntad de los lugareños, incluso tuvo un sobre ejercicio de 4 millones producto de un puente lateral cuya construcción se detuvo precisamente por las protestas que datan de 2007, 2008 y 2009, con otros 15 millones para indemnizar a propietarios de terrenos aledaños.

Por eso la obra del camellón del Enrique Cabrera es lo que ellos llaman solo una raya más al tigre. Los conos anaranjados delimitan la zona para ir acostumbrando a los automovilistas a irse de paso, esa no es más una ruta para acceder al mercado.

“Aquellos locales eran los que más vendían, nombre, así estaban”, y cierra el puño y mueve su mano muchas veces, y continúa, “todo el día se la pasaban lleno de gente y ahorita asómate, nomás tres, cuatro locales venden”.

Ahora sólo quedan los recuerdos. Ignacio señala hacia la ubicación donde estaba la parada de camiones y luego otra vez al bulevar Enrique Cabrera. Sigue haciendo cuentas del pasado. De esos días cuando tenía a más de una docena de trabajadores. Entre repartidores, ayudantes y carniceros, llegaron a ser hasta 14.

“Aquí se mete un poquito de gente, pero en aquellos tiempos antes vendía 12, 16 reses y ahora cinco o seis reses. Antes éramos 14, tenía hasta seis carniceros y ahorita nomás tengo a uno”.

Pero Ignacio sigue su trabajo al igual que los pocos locatarios que quedan en el inmueble. Señala que unos buscan vender por las bajas ventas en los últimos meses. Otros se quejan de que ni en diciembre hubo repunte debido a la obra del canal Agustina Ramírez.

“Y ahorita nos traen ‘juídos’ con el predial, y pues todos debemos el predial. Dicen que sí nos apoyan pero que paguemos el predial, pero cuando no nos llueve nos llovizna, cuando no es una cosa es otra”.

Artículo publicado el 16 de febrero de 2020 en la edición 890 del semanario Ríodoce.

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