¿Qué sigue después del culiacanazo?

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Una de las preguntas que más inquietaron al Presidente de la República durante las conferencias de prensa de la semana pasada es si la operación para detener a Ovidio Guzmán López había sido ordenada por el gobierno de los Estados Unidos. “Nosotros no recibimos órdenes de Washington”, dijo, tajante.

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La pregunta tiene mucho sentido si uno sigue los pasos del discurso de Andrés Manuel López Obrador. “No más guerra”, “abrazos no balazos”,… Si en otras administraciones la captura de líderes del narcotráfico no detuvo ni el tráfico de drogas ni la violencia ¿por qué ir ahora sobre uno de los hijos del Chapo Guzmán? Además no se puede sacar del contexto el hecho de que semanas antes habían estado en Ciudad de México y en Sinaloa delegaciones donde los principales protagonistas fueron funcionarios y agentes antidrogas, entre ellos de la DEA.

Una cosa que informó el general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, es que el 4 de octubre “se recibe una denuncia” en contra de Ovidio Guzmán López y que el 7 del mismo mes, el Ministerio Público Federal inicia una carpeta de investigación contra el hijo del Chapo “por delitos de delincuencia organizada con la finalidad de acopio de armas, secuestro, cobro de piso y delitos contra la salud”.

Raro. No dijo quién puso la denuncia ni porqué hasta ahora. Pero a partir de ese momento se corrieron trámites y pesquisas en torno a domicilios e inmuebles y personas cercanas a Ovidio, si portaban armas, equipo de comunicación… En ello participaron elementos de la Guardia Nacional y personal del Ministerio Público Federal. Raro también que incluyan el delito de “cobro de piso”. Hasta donde se sabe, éste es un delito que no es común en Sinaloa —a menos que se le pretenda imputar en otra región del país.

Lo cierto es que toda la justificación legal, policiaca y ministerial, se estructura a partir de la petición de los Estados para que el hijo del Chapo sea detenido y extraditado.

¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué sigue para el gobierno? Una leve mirada a lo que estaba pasando en México antes de nuestro culiacanazo, nos indica que el cártel que menos le estaba causando problemas al gobierno federal y al de la entidad, era el de Sinaloa. En Jalisco, Michoacán, Colima, Guanajuato, Veracruz y el Estado de México, incluso en la Ciudad de México, el Cártel de Jalisco Nueva Generación traía un “cagadero”; ejecuciones, colgados de los puentes, ataques a fuerzas policiacas y militares… En Guerrero los grupos locales en lo mismo. En Tijuana y Ciudad Juárez la violencia renacida. Visto así, un ataque como el que se frustró en Sinaloa significó abrir un frente que el gobierno no tenía antes de esto. Falto de recursos y ocupadas las fuerzas federales en cuidar las fronteras ante la presión de los Estados Unidos, no se ve de dónde sacarán fuerzas para un contraataque si ésta fuera la intención.

Así que no hay que esperar gran cosa en las próximas semanas. Además pasará buen rato para que el gobierno se reponga del golpe. La moral de las fuerzas federales debe estar por los suelos. Sobre todo la moral de los mandos medios. Porque no hay que ver lo que ocurrió en Culiacán como un hecho aislado. Es, sin duda, la culminación de una serie de agravios que los militares y la Guardia Nacional habían estado sufriendo en otras partes del país hasta por gente del pueblo que robaba gasolina y que se oponía a que le quitaran ese sustento.

Lea: En Culiacán le robaron los dulces a la DEA https://bit.ly/368MxNA

La gran preocupación aquí debiera ser que el gobierno siga en la misma actitud, apostándole a los programas de largo plazo sin medidas que vayan al ahora y aquí. Hasta ahora ha dicho que no cambiará. Pero sería deseable que rectificara. No combatir a los cárteles de la droga significa darles una tregua y las treguas siempre les han servido para crecer y enraizarse más. Lo hemos visto durante décadas.

Hay quienes consideran que el discurso “pacifista” del presidente es parte de su retórica. Ojalá. Y que los que realmente saben del problema impongan una visión distinta.

 

Bola y cadena
UNA BUENA PARTE DE LA RECUPERACIÓN de los espacios públicos y de la paz le toca a la sociedad. El domingo pasado vimos una marcha donde participaron más de 2 mil culichis demandando paz, justicia, alto a la violencia. Desde hacía muchos años no se veía una marcha así. Y qué bueno que ahora fue la clase media la que tomó las calles. La paz se construye con consensos, sin diferencias; nos afecta a todos y es hora de que todos nos demos cuenta de ello.

Sentido contrario
VES LA FOTOGRAFÍA Y TE PREGUNTAS qué tiene la gente en la cabeza. ¿Mierda? Tal vez. Pobre niño. Tiene apenas cinco años y fue disfrazado de sicario para las fiestas de Halloween; le pintaron barba de candado, le pusieron gorra y pistola y le dieron para que arrastrara un bulto hecho con bolsas negras que simulaban un ejecutado. Contra eso también hay que luchar. La enajenación es brutal. Y también mata. Me recuerda la historia del joven de la colonia Morelos que se lamentaba que ese jueves 17 se encontraba enfermo y no pudo subirse a una camioneta para ir a echar bala. “Era mi sueño, oiga, y tenía que enfermarme ese día”, contó.

Humo negro
¿YA HABRÁ SACADO LAS CUENTAS el alcalde de Culiacán Jesús Estrada Ferreiro? Cuando Aarón Ibarra le preguntó si habían sido cientos los sicarios que participaron en los enfrentamientos, preguntó enojado si los había contado. El General sí los contó. Que le pregunte a él.

Columna publicada el 3 de noviembre de 2019 en la edición 875 del semanario Ríodoce.

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