Lo conocen como Al, pero se llamó Alphonse Gabriel

CIUDAD DE MÉXICO, 17MAYO2019.- Sigal Mandelker,  subsecretaria de la Oficina de Terrorismo e Inteligencia Financiera de Estados Unidos, Sigal Mandelker, y Santiago Nieto titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, ofrecieron conferencia de prensa para dar detalles sobre el trabajo conjunto entre los gobiernos de Estados Unidos y México para lograr  congelar las cuentas bancarias de 42 personas físicas y morales, por un monto de más de  70 millones de pesos, de forma preliminar, qlas cuales están vinculadas a organizaciones narcotraficantes. 
FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

El protagonista de este episodio se llama Santiago Nieto. El Presidente Andrés Manuel López Obrador lo colocó en una área estratégica: la Unidad de Inteligencia Financiera –UIF. Una dependencia de la Secretaría de Hacienda, en la formalidad, pero con una serie de facultades amplias que la vuelven sumamente poderosa. Enrique Peña Nieto colocó ahí a un personaje de su absoluta confianza, Alberto Bazbaz, quien había sido su Procurador de Justicia cuando fue Gobernador del Estado de México. Para mayor poder de información, en la parte final de su sexenio lo mandó al CISEN, Centro de Investigación y Seguridad Nacional —hoy desaparecido. Pesa sobre Bazbaz una acusación sobre sus tiempos en la UIF, relacionados con la operación de despachos particulares para sacudirse las investigaciones de la UIF.

Santiago Nieto es uno de los perseguidos de Peña Nieto. Se atrevió a intentar investigar la posible inyección de recursos ilícitos a la campaña presidencial priista en 2012, por la vía de Emilio Lozoya, entonces director de PEMEX. El famoso caso Odebrecht. Su poder era limitado y casi le cuesta la vida. Se integró al equipo de López Obrador casi como tomar un salvavidas en un naufragio.

En este país, después de AMLO y del Fiscal General Alejandro Gertz Manero, el hombre más poderoso es Santiago Nieto. No el líder del Senado ni de la Cámara de Diputados, o el Magistrado Presidente de la Suprema Corte, sino Santiago Nieto.

Por la Unidad de Inteligencia Financiera están pasando las investigaciones emblemáticas sobre corrupción del sexenio anterior: Rosario Robles, Alonso Ancira, Emilio Lozoya, Juan Collado…quien se le ocurra. Las facultades de la UIF, además, le permiten conectar con todo el mundo sobre las transacciones financieras, el movimiento del dinero, las investigaciones en otras parte del planeta.

Por eso, no debería sorprender la propuesta del gobierno de López Obrador de convertir la defraudación fiscal como parte de los delitos de la delincuencia organizada. Está abierto un debate donde las posturas son encontradas, porque se considera la reforma como un terrorismo fiscal que permitirá perseguir a empresarios incómodos o políticos opositores. Es posible, nada se puede descartar. Solo que el tamaño de los recursos que el Estado deja de captar porque los empresarios formales —e informales— los evaden del fisco, es incuantificable hasta el momento, pero les queda claro que es sumamente gigante.

En tiempos de recursos limitados, un tajada del pastel apetitosa es la que debería reportarse a Hacienda, pero se evade. Aquí es donde es clave el personaje Santiago Nieto. Las herramientas legales para seguir las rutas del dinero las tiene la Unidad de Inteligencia Financiera, y desde ella se operarán.

 

Margen de error

(Al-Alphonse) Capone es el mafioso por antonomasia. Un siglo después, sigue siendo un personaje cinematográfico, un sinónimo del enemigo social, un referente de las actividades ilegales. Apenas hace unos meses se recordó que el Enemigo Público número 1 —original— fue Al Capone, y no Joaquín el Chapo Guzmán.

Los historiadores atribuyen su fama a una cobertura periodística sin precedente al personaje: públicamente eran conocidas sus actividades, la producción y venta de alcohol, en ese momento prohibida en los Estados Unidos, y al mismo tiempo presumía una vida social sin mancha.

Las huellas de Al Capone son muchas, pero hay una que especialmente se le atribuye, y está relacionada con haber acuñado la expresión lavado de dinero. Las fuentes le atribuyen una fortuna de unos mil millones de dólares (actuales), tanto dinero era imposible de manejar mientras en los Estados Unidos que atravesaban la gran depresión. Entonces Capone ideó un negocio: una cadena de lavanderías regadas por algunas regiones del país, le permitían guardar el dinero en efectivo que generaban sus negocios, en ese momento ilícitos. Le atribuyen también una cita, donde asegura que en ese momento la gente estaba lavando más ropa que nunca, y que se alegraba de haber invertido en ese negocio.

En los años 20 y 30 del siglo XX el lavado de dinero no era un delito. Hoy lo es prácticamente en todo el mundo. Pero entonces, como hoy, sí era delito evadir los impuestos, defraudar al fisco, o cómo se llame en cada país. Por ahí atacaron a Capone y lo encarcelaron.

Mirilla

(La ley es la ley) Tendría que pasar más de medio siglo para que el lavado de dinero se convirtiera en un delito en los Estados Unidos. En 1986 se tipificó, más por la invasión de las drogas latinoamericanas, especialmente la cocaína, que por alguna otra razón. A los americanos les preocupaba más el dinero que la salud pública –en eso no han cambiado hasta hoy.

Un siglo después es un fenómeno mundial. Que se agravó con el fantasma del terrorismo que empezó a amenazar a los países del primer mundo. En México llegó el interés hasta este siglo, y casi por concluir la segunda década lo que tenemos es una estructura legal para su combate pero pobres resultados en las acciones.

 

Deatrasalante

(Scarface) Capone es el cara cortada original. Apenas encarcelaron a Al Capone se filmó una película con su mote, Scarface. La película de 1932 es un clásico del cine negro. Medio siglo después otro Al, Al Pacino, haría el papel de cara cortada. Ninguna de las dos historias son la vida del original Al Capone, pero ambas narran parte de los sótanos del poder del dinero. Sucio, negro y lavado (PUNTO)

 Columna publicada el 15 de septiembre de 2019 en la edición 868 del semanario Ríodoce.

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