Cine: ‘Chicuarotes’

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Es común escuchar que las películas mexicanas son repetitivas al abordar los aspectos negativos del país, razón por la cual algunos evitan verlas. La segunda cinta de Gael García Bernal como director, que llega 12 años después de Déficit (2007), es blanco de esos ataques, porque muestra el secuestro, delincuencia, violencia, discriminación, maltrato, abandono y falta de amor en San Gregorio de Atlapulco, Xochimilco, cuando otras ya contaron historias similares, por ejemplo: Amores perros (2000), De la calle (2001), El infierno (2010), Heli (2013), La jaula de oro (2013), Los jefes (2015), Los herederos (2015), incluso, la inigualable Los olvidados (1950), por lo que no es necesario decirlo una vez más.

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Las rutinas como payasos en los camiones o los asaltos a estos transportes cuando la gente se rehúsa a dar una moneda de manera voluntaria, reditúan cada vez menos al Cagalera (Benny Emmanuel) y al Moloteco (Gabriel Carbajal). Aun así, surge en ellos la esperanza de mejorar al saber que una plaza en el sindicato de electricistas cuesta 20 mil pesos, con lo que tendrían sueldo seguro y prestaciones de por vida, sin hacer nada. Para obtener esa cantidad y huir de ese pueblo violento en el que hasta la familia hace daño, se les ocurre una idea muy arriesgada, pero ofrece la posibilidad de vivir lejos con esa chica (Leidi Gutiérrez) que representa una mejor familia, así implique que todo un pueblo busque hacer con sus propias manos, con palos y machetes.

Tienen razón. Los golpes y gritos con los que el esposo machista, vicioso y flojo (Enoc Leaño) trata a la sumisa y abnegada mujer (Dolores Heredia) incapaz de defender a sus hijos; la posibilidad de que una jovencita ilusionada (Gutiérrez) corresponda el cortejo de un delincuente y repita la historia o elija algo mejor; el galán astuto (Ricardo Abarca) que se aprovecha de las mujeres; hacer justicia por cuenta propia, debido a la incapacidad, corrupción e impunidad de las autoridades; la reincidencia al delito de parte exconvictos (Daniel Jiménez Cacho); y las burlas y abusos a un homosexual (Pedro Joaquín), por considerar diferente su orientación sexual, no son nuevos en el cine, menos en el mexicano, pero eso no significa un error en Chicuarotes.

La cinta escrita por Augusto Mendoza es fatalista, extremista e impactante; refleja la realidad de algunos contextos del país; muestra la desesperanza, la falta de visión, de rumbo y de objetivos de los jóvenes; la vulnerabilidad a la que estos se enfrentan diariamente y la facilidad que tienen para desubicarse, perderse y e infringir la ley; la disfuncionalidad de las familias; y los alcances a los que llegan los delincuentes por rencor, desatención, maltrato y falta de cariño.

Sobresale del filme, exhibido en Cannes este año, la crudeza de algunas situaciones que, inevitablemente, sacuden al espectador, y la acertada selección del elenco y la puesta en escena (terreno fácil para García Bernal): las interpretaciones, principalmente, de Emanuel (Ariel como Revelación actoral, por De la infancia), Gutiérrez y Carbajal, son estupendas y precisas.

La debilidad de Chicuarotes –gentilicio de los pobladores de San Gregorio y nombre del chile que ahí se cultiva– está en los cabos sueltos que no explican las razones de algunas resoluciones al vapor. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 07 de julio de 2019 en la edición 858 del semanario Ríodoce.

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