El acompañamiento de los amigos

GRACIAS JAVIER. Donde quiera que andes.

Todos tenemos días que marcan nuestras vidas.

Uno de los míos fue el 25 de abril de 2014, cuando viajaba en un autobús con mi esposa en el trayecto que va de Tepic a Guadalajara.

No amanecía todavía y la mayoría de los pasajeros dormíamos, con la confianza de que el chofer de la unidad iba alerta haciendo uno más de sus viajes rutinarios, pero no, parpadeaba de sueño y en uno de ellos perdió el control y se estrelló por alcance con una pipa que transitaba en la misma dirección.

El estrépito se apoderó de todos y se incrementó con los gritos de dolor de quienes habían recibido más directamente el impacto.

Una persona salió volando y cayó muerta sobre el pavimento, los pasajeros ilesos fueron bajando de la unidad y se arremolinaban a la orilla de la carretera en espera de los paramédicos que tardaron en llegar y para nuestra desgracia, eso nos dijeron, siguieron un protocolo de accidente totalmente irracional que mandata que en este caso de siniestro hay que llevar a los heridos al centro de población más cercano para que reciban los primeros auxilios. Una aberración considerando que había heridos graves entre ellos mi esposa que tenía fractura de fémur y que a la larga le ocasionaría un edema con consecuencia pues le ocasionó una discapacidad permanente.

Escribo esto con dolor, pero lo hago público, porque luego de una cadena de hospitales y atenciones médicas que me disminuyeron físicamente finalmente empecé a ver el final del túnel de la desesperación y en ese trayecto emocional, quiero recordar las llamadas que me hacían un día y otro también Javier Valdez e Ismael Bojórquez.

Con ellos tenía una relación desde que estaban en Noroeste y cuándo se decidieron a echar a navegar “el barquito de papel” me invitaron a ser parte de ese proyecto, pero no acepte por no renunciar al espacio que me había brindado generosamente Manuel Clouthier y la invitación la había hecho precisamente a través de Ismael Bojórquez que en aquel entonces era el Jefe de Información.

Compre unas acciones del semanario y pasaron los años sin que colaborara con Ríodoce; ocasionalmente escribía algo o me entrevistaban en temas relativos a mi especialidad, y un tema que para mí es muy sentido, el cacicazgo de la UAS, esto nunca afectó nuestra amistad y seguía de cerca su trayectoria difícil pero alternativa a las opciones periodísticas que había en el estado.

Ahora recuerdo esas llamadas que ellos hacían en los días aciagos y me escuchaban con la paciencia de Job, siguiendo quizá sin saberlo, pero, con una gran intuición, que esto lo recomiendan los psicoanalistas y mejor todavía me invitaron a escribir en forma semanal. Al principio titubeé un poco, pero una vez tomada la decisión lo asumí con responsabilidad y orgullosamente puedo decir que en estos casi cinco años nunca ha dejado de aparecer mi colaboración en Ríodoce.

Las palabras de aliento que recibí en esos días oscuros fueron un bálsamo para curarme de mis heridas existenciales. Y hoy que estamos en la antesala de conmemorar el segundo aniversario del asesinato de Javier no tuve ninguna duda en dejar testimonio de esas palabras que me hicieron menos pesado ese accidente que dejó una huella profunda en mi existencia. Al recordarlo se me sale una lágrima y vienen a mi memoria las llamadas que recibí de estos grandes amigos. Javier ya no está con nosotros, pero dentro de sus grandes valores estaba el de la amistad y mejor todavía la solidaridad en esos momentos que le desgracian la vida a cualquiera.

Sin embargo, con el tiempo he aprendido que la desgracia es consustancial al ser humano, lo que pasa que es muy fácil acostumbrarse al confort del día a día, pero este tipo de desgracias están a la vuelta de cualquier esquina, lo que hace la diferencia es que cuándo ocurran tengas a tu alcance esa llamada oportuna, reconfortante, que sirva de alimento para continuar con tus vidas y si hay una desvalida a tu lado hay que asumirlo como una gran oportunidad que nos da la vida para ser mejores. Por eso y más, muchas gracias Javier donde te encuentres e Ismael por tu presencia y por aquel día cuando me confiaste que no fue fácil dejar Noroeste, unos ingresos decorosos, y la incertidumbre que llegaba a tu vida, volviste la vista a tus hijos que estaban por llegar, y entonces decidiste en un tris: Pues, ¡chingado, por ellos!

Y ahí va, el barquito de papel, obteniendo reconocimientos por el mundo.

Artículo publicado el 12 de mayo de 2019 en la edición 850 del semanario Ríodoce.

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