Galeano, entre política y futbol

Galeano, entre política y futbol

 

América Latina, condenada a la humillación y a la pobreza por sus gobernantes

“Una linda jugadita, por amor de Dios”. Eduardo Galeano dijo esta frase al despedirse de sus lectores, la última vez que lo vi en la FIL, Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, hace cuatro años.

Este extraordinario escritor que nació en Uruguay el año de 1940 y murió el 2015, a principios de la década de los 70 sorprendió con un libro que nació de un ensayo: Las venas abiertas de América Latina. Aterriza esta obra en medio de una zona plagada de estallamientos sociales, los ecos del M68 y sus secuelas estaban en ebullición, el Pinochetazo en Chile, el golpe de Estado en el mismo Uruguay, la dictadura de Rafael Videla en la Argentina y la permanente pobreza extrema de Centroamérica con sus gobernantes gorilas al estilo Daniel Ortega. Todo ello se manifiesta en aquella obra de la que el mismo Galeano una vez dijo: “Escribí Las venas, para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar las interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?”

Lo cierto es que el libro molestó a varios de los gobernantes latinoamericanos de entonces, eso provocó que el escritor fuera desterrado de Uruguay, pero poco después, también de Argentina. Se fue a España donde logró acomodarse gracias a su ya vasta experiencia. Desde los 16 años de edad empezó como caricaturista en El Sol, un periódico de corte socialista de Uruguay, tres años después trabajó de obrero en una planta de insecticidas, luego de pintor de carteles publicitarios, y al cumplir los 20 se convierte en periodista del semanario La Marcha y del diario Época. En 1963 es encarcelado y al salir de la cárcel, se marcha a Buenos Aires. Llegó a ser director de la revista Crisis, pero fue condenado por la dictadura y es cuando huye a España. Allá logra escribir Memorias del fuego (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo y el viento (1986).

Regresa a Uruguay y se entrega a una intensa producción de ensayos, narrativas, crónicas, poesía e historias que caza aquí y allá. Una de ellas se llama precisamente El cazador de historias. En los Estados Unidos es galardonado por su trilogía Memoria del fuego. Les es otorgado el premio Aloa, mismo que había sido entregado por primera vez por editores de Dinamarca.

Su pasión por el futbol le da para escribir El fútbol a sol y sombra, editado por Siglo XXI editores el año de 1995, hasta el año 2010 lleva ocho reediciones. Todo un éxito. Empieza con una confesión del autor: “Como todos los uruguayos, quise ser jugador de futbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía; durante el día era el peor para de palo que se ha visto en los campitos de mi país.

“Como hincha, también dejaba mucho que desear. Juan Alberto Schiaffino y Julio César Abbadie jugaban en Peñarol, el cuadro enemigo. Como buen hincha de Nacional, yo hacía todo lo posible por odiarlos. Pero el Pepe Schaiffino, con sus pases magistrales, armaba el juego de su equipo como si estuviera viendo la cancha desde lo más alto de la torre del estadio, y el Pardo Abbadie deslizaba la pelota sobre la línea blanca de la orilla y corría con botas de siete leguas, hamacándose sin rozar la pelota ni tocar a los rivales: yo no tenía más remedio que admirarlos, y hasta me daban ganas de aplaudirlos.

“Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico: ‘una linda jugadita, por amor de Dios’. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.

El libro es una delicia, no nada más para los lectores comunes, sino más, para los verdaderos aficionados al futbol.

Las historias contadas son reveladoras, da cuenta de cómo el gremio se ha corrompido por causa de las mafias que se han apoderado de este espectáculo; describe la explotación sistemática que ahoga y hace sufrir a los mismos jugadores, también de cómo se las ingenian para hacer que el futbol sea todo, menos un verdadero deporte, pero Galeano lo explica mejor cuando dice: “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía”.

Define al jugador así: “Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. Del arquero: También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped. El árbitro: es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su plan absoluto con gestos de ópera”.

Como pueden ver, se trata de un libro que logra transformaciones y definiciones de verdad extraordinarias. Tal como lo hizo este gran escritor, en cada una de sus obras.

Se acerca el fin de año, una vez más, la tristeza nos invade por la ausencia de nuestro amigo y compañero Javier Valdez Cárdenas.

*Autor de la novela cuyo tema es el futbol: La selección.

Artículo publicado el 9 de diciembre de 2018 en la edición 828 del semanario Ríodoce.

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