Manlio Tirado López, periodista originario de El Rosario, Sinaloa, dedicó parte de su vida a la Revolución Nicaragüense. Al final de sus días escribió que la única revolución triunfante había sido la Revolución Industrial, la que tuvo su origen en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Todo parece indicar que murió decepcionado de la revolución nicaragüense. Falleció en marzo del 2017.
Gregorio Selser estuviera muy triste al ver los momentos tan difíciles que está viviendo Nicaragua, periodista argentino que escribió el libro Sandino, General de hombres libres. Murió en 1991.
En 1983 Olof Palme (líder del partido socialdemócrata sueco) visitó Nicaragua por única vez. De vuelta en Estocolmo, después de tres días entre los sandinistas, envió un mensaje muy breve: “Cuídense, se están alejando del pueblo”.
La gran herencia ética de las catacumbas a la revolución sandinista triunfante fue la regla de no tener, que se convirtió también en una forma justa de no agregar diferencias y ayudó a mantener los equilibrios de poder. El poder fue el enemigo de aquella regla y creó contrastes ofensivos en un país inmensamente pobre, y donde aún la clase media se veía golpeada por los rigores de la guerra.
Pero esa regla se perdió muy pronto. Las casas de los dirigentes debían ser amplias, porque allí se trabajaba y se recibían visitantes oficiales; se rodeaban de muros por razones de seguridad y no pocas tenían piscinas, saunas, salas de billar, gimnasios, canchas deportivas, porque los dirigentes no podían asistir a los lugares públicos como los demás; el tamaño de la escolta militar, que demandaba instalaciones y vehículos, era parte del prestigio, y los propios vehículos de los dirigentes debían ser nuevos y de una buena marca, por seguridad en los desplazamientos y también por prestigio. Después se inventaron las tiendas diplomáticas, donde sólo se podía comprar en dólares y a las que tenían acceso la alta jerarquía del partido y del gobierno.
Al gobierno de Daniel Ortega se le olvidó el sentido filosófico que la propiedad siempre había tenido para el sandinismo: Sandino lo dijo a Ramón Belausteguigoitia en la conversación de 1933: “¡Creen por ahí que me voy a convertir en un latifundista! No tengo nada. Esta casa donde vivo es de mi mujer. Algunos dicen que eso es ser necio, pero no tengo por qué hacer otra cosa”. Sergio Ramírez, Adiós muchachos.
La situación actual que vive Nicaragua es muy preocupante, hay represión contra la amplia pluralidad ciudadanía movilizada por la defensa popular de los recursos naturales y la reforma a la seguridad social.
Es la gente la que se ha levantado, en los pueblos y en las universidades, contra un gobierno corrupto controlado por una familia que se ha hecho multimillonaria a costa de fondos públicos en uno de los países más pobres del continente. Contra un régimen autoritario, corrupto, manipulador y criminal, que ha dado luz verde a grupos de encapuchados con experiencia militar para dar cacería a cualquiera que exprese su repudio al gobierno, o que participe en las protestas.
Todos los organismos de defensa de derechos humanos dan cuenta de lo mismo: un patrón represivo, asesino, despachado desde la Policía nicaragüense cuyo comandante es Daniel Ortega. Lo mismo registra la CIDH, Amnistía Internacional, American Watch, la Iglesia católica y todas las organizaciones nicaragüenses defensoras de los derechos humanos. Todas.
Un grupo de ciudadanos, entre ellos el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Adolfo Gilly y Miguel Concha Malo, ha manifestado su inconformidad con el estado de cosas que están sucediendo en Nicaragua. Se hace un llamado al gobierno nicaragüense a frenar todo tipo de acción violenta contra las manifestaciones populares, así como actuar para la desmovilización y desarme de los grupos paramilitares.
“Cuídense, se están alejando del pueblo”, les dijo Olof Palme.
Artículo de opinión publicado el 22 de julio de 2018 en la edición 808 del semanario Ríodoce.