Creed: Corazón de campeón

 
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Rocky no podía regresar así nomás, tenía que ser involucrado en una pelea difícil, intensa, cerrada, que llevara a los contrincantes hasta el round 12, con los gritos de un público entregado y enloquecido, por el deseo de que su boxeador preferido se corone como el mejor.
La historia de Creed: Corazón de campeón (Creed/EU/2015), dirigida por Ryan Coogler (Fruitvale Station, 2013), no es muy diferente a esa cinta de 1976 —que ganó el Oscar a mejor película— en  la que el Balboa se inicia en el mundo del box, pero no por eso deja de ser interesante y disfrutable.
Adonis Johnson (Michael B. Jordan) ni siquiera conoció a Creed —su padre y uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos— quien  murió antes de que él naciera, y aunque le guarda cierto rencor, su sueño es convertirse en un gran peleador.
Su madre muere cuando él es muy chico, y luego de dos años en orfelinatos, donde peleaba más de lo que estudiaba, la esposa de su padre lo adopta y se encarga de él, hasta que, ya de grande, Adonis deja California para ir a Filadelfia en busca de Rocky (Sylvester Stallone), otro famoso del boxeo y amigo de su papá, para que lo entrene, aunque cuando da con él, se rehúsa a hacerlo.
Adonis le demostrara al legendario peleador —dueño, ahora de un restaurante— que no sólo quiere dedicarse a ese deporte, sino que es mucho más apto de lo que cree, por lo que Rocky lo conducirá en ese camino, que se volverá más complicado cuando una enfermedad terminal aparezca y ponga en riesgo la vida y una amistad entrañable.
Es inevitable no ver a Sylvestre Stallone como un señor Miyagi del boxeo, ese inolvidable personaje de Pat Morita en las películas de Karate Kid, que se encargó de entrenar a Daniel Larusso en las artes marciales: la seguridad, sabiduría, confianza, destreza, algunas características de la vida personal y estrategias, son similares en los dos maestros.
La séptima entrega de la saga de Rocky no tiene nada nuevo, no es una continuación de las anteriores cintas: digamos que es la misma historia, con algunos actores diferentes, lo cual no quiere decir que no valga la pena revisarla.
Las actuaciones es uno de los tres aciertos de Creed: Corazón de campeón: Michael B. Jordan es una agradable presencia que le imprime a su personaje fuerza, coraje y perseverancia de una manera tan convincente, que a nadie se le ocurrirá pensar que no es boxeador. Claro que bien merecida está la nominación en los Oscar como mejor actor de reparto de Stallone, por esa interpretación que se resume a una sobriedad impresionante, que encaja muy bien con esa seguridad que tiene para lo que hace y dice: si el también contrincante de Creed hace casi 30 años regresó al cuadrilátero, fue sólo porque estaba seguro de la capacidad de Adonis.
El segundo punto a favor es la mancuerna de estos dos actores, que funcionan muy bien tanto en los entrenamientos para conseguir el campeonato, como en esos roles padre/hijo o tío/sobrino en donde Rocky da los mejores consejos para las peleas y la vida.
La otra ventaja de la cinta de Coogler son esas secuencias arriba del ring, que atrapan a cualquiera, incluso, si no tiene nada que ver con el boxeo (se lo dice uno de ellos). No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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