“Escucho problemas”

 
 
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El problema fue dar con él. La primera vez, un vendedor dijo que se le podía encontrar todos los días entre las 12:00 y 17:00 horas. La siguiente, la encargada de rentar bicicletas confirmó la información y se ofreció a avisar por teléfono el día que regresara. Una más, por si de casualidad iba, se le esperó en el lugar dos horas, sin éxito.
A los ocho días de que, por WhatsApp, se recibiera la imagen de un joven en una actividad que se consideró inusual, y surgiera el interés de platicar con él, la del trato llamó y dijo: “el chavo va llegando y se está instalando”.
Desde el Puente Bimodal o las escaleras cerca del área de comida de un centro comercial, en el Parque Las Riberas, se distinguen los enormes letreros de cartón de: “escucho problemas”, recargados, uno a cada extremo, en una de las mesas —con un mantel adornado de nochebuenas—, en la que el estudiante de psicología de 22 años, Miguel Ángel Osuna Ayala —quien, como todos, también tiene problemas— ofrece sus servicios.
La última vez que fue nadie lo requirió. Se rindió y se retiró de ahí enojado. Una semana después, se dio la oportunidad de la “revancha”, con la esperanza de que llegara, al menos, una de las cuatro personas que, en promedio, lo busca cada vez que va, desde poco antes de la Navidad pasada.
Eligió el parque porque, contrario al protocolo de la terapia psicológica —que exige un lugar privado— prefiere atender entre la gente, árboles, aire puro, sol y el río: le gusta que su vida esté regida a través de sus propias elecciones.
Él no se lo dijo ni a ella ni a nadie, pero su mamá sabe lo que hace, porque le descubrió los anuncios, y le pareció buena idea que su hijo hiciera lo que le gusta. El único amigo del que le importa una opinión, le dijo que se sentía feliz de saber lo que realizaba.
 
Los problemas no existen
 
Las adolescentes son las que más se le acercan, generalmente por problemas de pareja, aunque la historia que más le ha impactado es la de un joven sordomudo, de unos 19 años —con el que se comunicó escribiendo— que no tenía trabajo. Saber que alguien vive así en un entorno como Culiacán, le hizo ver que puede ser más abierto, emocionalmente.
Si bien su letrero lo menciona, Miguel Ángel asegura que los problemas no existen y prefiere llamarlos “situaciones”, porque es la propia persona la que decide como ver lo que le pasa: como algo bueno, malo o raro.
El joven, quien después de su primera relación de pareja, de la que aprendió mucho, expandió su mundo y encontró que el amor está en todas partes, aseguró que sí se ayuda al otro al escucharlo, pero su objetivo no es que la gente solucione sus problemas, por lo que si acuden a él, es por su propia decisión.
Una de las razones de escucharlos, además de que le hubiera gustado recibir lo mismo, es porque quiere encontrar un modelo, mentor o maestro, que le enseñe un camino, para que en el futuro le vaya mejor, y aunque de Culiacán se dicen muchas cosas negativas, confía en que esa persona puede estar aquí.
El joven, para quien uno de sus problemas es que pierde la atención cuando lee, porque recuerda situaciones de su familia que le molestan, explicó que escuchar es importante, porque de acuerdo a la ciencia, el pensamiento es materia y existe: el oyente se vuelve un espejo de quien expresa.
Miguel Ángel, quien prefiere el rock y el pop, porque los corridos dicen puras pendejadas, aceptó que sí se intoxica de los problemas ajenos, y aunque una manera de que no suceda es darle al otro una solución —que evita lo más que puede— de involucrarse, se purifica mediante la lectura, buena alimentación y videojuegos.
 
La pobreza, el principal problema de Culiacán
 
A pesar de que a Culiacán “de ambiente capitalista y superficial” generalmente se le relaciona con la violencia y el narco, confía en que aquí encontrará a quien busca.
A Miguel Ángel, a quien le gustaría estar en Guadalajara o Hermosillo, y ser profesor en Japón —porque allá esto es muy venerado—, consideró paradójico que haya encontrado muchas cosas en su ciudad, y cada día lo siga haciendo.
 
El joven, que no cobra por su servicio, pero si le dejan una moneda no se opone, aseguró que el mayor problema de Culiacán no es la violencia ni el narco, sino la pobreza económica, de pensamiento y corazón, pero lo que más aqueja a México es el poco trabajo en equipo, porque cada quien está en su rumbo y se complementa menos de los demás: sólo lo hace con los de su propio círculo.
El estudiante de psicología que se define a sí mismo sincero, auténtico, valioso, inteligente y antisocial —no le gustan los antros, bares ni depender de una bebida para ser feliz, aunque sí bailar lo que se sea y como lo sienta— dice que acudirá al parque mientras siga aprendiendo y no encuentre una oportunidad mejor, y agregó que, a la par, la humanidad tiene dos problemas: falta de consciencia de lo que realmente le importa y no creer en nada.
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