La leyenda de la muerte de Paul McCartney surge en octubre de 1969, a menos de un mes de la aparición de Abbey Road, y provocó un sismo entre los seguidores del cuarteto de Liverpool. Nadie podía concebir algo así, mucho menos que la noticia hubiera estado “enlatada” a lo largo de tres años.
He sido un seguidor de Los Beatles desde los ocho años y cualquier noticia sobre ellos me resultaba de atractiva e inmediata ingesta. Así, encontré el primer aviso de la muerte de Paul, que me llevó a la ociosidad de escuchar a la inversa la canción Revolución 9 para descubrir una extraña voz que, en efecto, decía “turn me on, dead man” (préndeme, hombre muerto). A mí y a los amigos que me acompañaban en la experiencia se nos erizó la piel.
Las noticias sobre la muerte en un accidente automovilístico ocurrido el 9 de noviembre de 1966 del segundo beatle más importante, y su supuesta suplantación por un ganador de un concurso de dobles, se sucedían en una época en que la comunicación fluía de manera lenta, no como ahora que usted se puede tirar un pedo en medio de una fiesta y en el instante un amigo suyo lo sabe en Australia. Y hasta lo huele.
Las evidencias acusaban que McCartney ya no existía. Bastaba interpretar la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, donde aparece una tumba con adornos florales que forman en rojo la palabra Beatles y en amarillo un bajo que mira al lado izquierdo (Paul es zurdo) con solo tres cuerdas, como diciendo que a Los Beatles les falta una. Además, sobre la cabeza de Paul aparece una mano abierta, que simboliza la muerte y reencarnación en la religión hindú. En la contraportada da las espaldas, como si estuviera excluido o ausente.
La aparición de Abbey Road significó para los seguidores del rumor el equivalente a La Evidencia Definitiva. Como en una pésima novela policiaca, las pistas aparecían sembradas en la portada. Una procesión rumbo al cementerio, encabezada por el predicador (Lennon, de blanco), el doliente (Ringo, de negro), el muerto (McCartney, descalzo, con los ojos cerrados) y el enterrador (Harrison, de mezclilla). Había más elementos de análisis: McCartney, que era zurdo, llevaba el cigarrillo en la mano derecha e iba a contrapaso con sus otros compañeros. Un coche negro, a la derecha en el segundo plano de la foto, parece de honras fúnebres, pero era de la Policía que custodiaba el sitio para la histórica foto. Al lado izquierdo, también en segundo plano, entre Harrison y McCartney, un Volkswagen, un escarabajo (los Beatles derivaron su nombre del insecto) con la placa 28 IF. Interpretado esto como si el beatle viviera tendría 28 años.
Texto editado del libro Mira esa gente sola, capítulo “El Paso de Cebra de Abbey Road”.