El ambientalismo de tul y lentejuela

medio-ambiente

Ramón Morán

Agarrado de la mano de las políticas económicas neoliberales que han minimizado el poder del Estado y aumentado la complicidad y la corrupción en todos los niveles de gobierno y sectores sociales, el ambientalismo, fue subsumido, cooptado, se perdió en el romanticismo de la lucha por salvar las especies amenazadas, la contaminación, el paisaje y la construcción de “un mundo feliz” desde una estrategia mediática y un conocimiento reduccionista del problema ecológico, que no le han permitido trascender socialmente.

El bajo nivel cultural y el paupérrimo conocimiento de la legislación ambiental mostrado por la camada de políticos cortesanos de la economía global, han facilitado acelerar vertiginosamente las tasas de destrucción de los recursos naturales a nombre de “la inversión”, “el empleo” “el bienestar” y “el progreso”, impactando los ecosistemas y sus componentes, que ofrecen a la sociedad en su conjunto los satisfactores necesarios para su bienestar en un proceso de consumo poco responsable.

El ambientalismo pasó de la lucha genuina al burdo mercantilismo que propició el Boom de organizaciones no gubernamentales (ONG’s), las cuales han hecho una tarea colaboracionista usando como estrategia fundamental el recurso mediático sustentado en la imagen impactante y muchas veces grotesca de la depredación de especies (tortugas, ballenas, delfines, etcétera), contaminación ambiental que muy rara vez es vinculada a la sociedad, quedándose en el problema ecológico que genera el modelo económico que impacta a la sociedad.

Los resultados del ambientalismo no han tenido la eficiencia esperada, las tasas de destrucción y las pérdidas de los ecosistemas han sido sostenidas, el ecologismo de todos los niveles, incluso los gubernamentales, no han sido capaces de tener un visión integradora, crítica, qué analice la crisis ambiental como una crisis de la sociedad, que trascienda en espacio y tiempo, penetrando la raíz de la destrucción, del saqueo, la exclusión social y económica, y la consecuente violencia producto del descontento social y que por ahora se ha anidado en el narcotráfico.

Pero ni las ONG’s, ni el Estado y los representantes de la sociedad civil están articulando acciones para transformar la racionalidad económica imperante. Siguen festejando los innumerables días de la naturaleza y sus componentes (la tierra, el medio ambiente, el agua, el árbol, las aves, los humedales, entre muchos más) como una estrategia mediática en la búsqueda de “crea conciencia” y con la política individualista de poner tu “granito de arena”, sin ninguna crítica ni señalamiento para recordar que lo que estamos haciendo, lo estamos haciendo mal, que hay culpables y cómplices, y que hay normas y leyes que deben cumplirse.

La violación a la normatividad ambiental y la desarticulación de las políticas públicas no son cuestionadas, mucho menos se critican o se denuncian, incluso se permiten y se toleran. Mientras eso sucede en el país y en nuestro estado, la tasa de deforestación, las pérdidas de hábitat, el despojo, la pobreza, la violencia, siguen su marcha ascendente. El centro del modo de producción devastador está intacto. La corrupción, la ineficiencia, la complicidad y el cinismo son su sino.

Con un ambientalismo basado en el proteccionismo estático de la naturaleza, con acciones que denotan un activismo sin fundamento, sin sostén, que sólo busca salvar a la naturaleza, pero sin saber de quién, en acciones inmediatistas que son olvidadas de inmediato por la sociedad. Esto, pone en entredicho al ambientalismo, ubicándolo dentro de una severa crisis que debe revisarse para replantear sus ejes conceptuales y estratégicos. El ambientalismos se ha conformado, se ha vuelto cómplice, ha restado más que sumado, ha generado una ideología; la de la militancia verde conservacionista, centrada en la imagen y el momento, procesada por los medios escritos y electrónicos que esconden la verdadera destrucción y el saqueo.

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