Doble invasión en la Brígido Terrazas


Alrededor de 400 personas han esperado cinco años para escriturar sus terrenos

A Cecilia se le notan los años en su rostro. Ella es originaria de la sindicatura de Quilá, al sur de Culiacán. Hace poco más de un año que dejó su pueblo y desde entonces vive en la colonia Brígido Terrazas Bermúdez, uno de los asentamientos de invasión más grandes de Culiacán.

En el periódico oficial del estado, con fecha del 2 de diciembre de 2013, el acuerdo número 19 autorizó emitir la declaratoria de expropiación del predio con superficie de 125 mil 206 metros cuadrados. El predio pertenece a Alfonso Terrazas, y a él la comuna le cumplió. Los colonos no pueden decir lo mismo. Los títulos de propiedad siguen en el aire.

La última promesa de escrituración de los terrenos vino hace poco más de un año. Caminando desde la calle Ignacio Zaragoza en el centro de Culiacán, los vecinos de la Brígido Terrazas cerraron la avenida Álvaro Obregón para marchar hacia el Ayuntamiento. Eso fue un 11 de abril de 2017 y fue la primera protesta que vio la avenida tras su remodelación y cambio de sentido. Los papeles aún no los tienen.

Y la incertidumbre crece. Están siendo invadidos. Terrenos cercados son puestos a la venta y posteriormente ocupados por otros inquilinos. Sin papeles ni títulos de propiedad, defender el predio otorgado depende más de la buena fe que de un documento legal.

Ubicada al sureste de la ciudad, entre barrancos y canales, la colonia se encuentra a un costado de la 5 de Febrero, casi en las faldas del Cerro de las 7 Gotas. Ahí, alrededor de 400 personas, todas ellas sin servicios públicos, tienen fincado su domicilio. Algunos son afortunados y construyeron con concreto, pero la mayoría son de láminas y lonas.

El servicio de agua potable lo proporciona a través de pipas el Ayuntamiento de Culiacán. Llegan dos veces a la semana y la gente se acerca a llenar sus baldes y tambos. Sin embargo, apenas durante la Semana Santa, Cecilia cuenta que estuvieron sin agua. Y así tiene que aguantar. Sus opciones no son muchas.

“Nos venimos porque mi esposo está enfermo, y mis hijos para estar más cerca aquí de ellos y pues aquí sufriendo. Allá tenemos nuestra casa pero nos vinimos para acá para que nos auxilien”, explica.

A Cecilia la acompaña su hija Susana, quien dejó su vivienda en el municipio del Rosario para ayudar a sus padres. Su situación no es muy diferente. Son desplazados de la pobreza y los servicios públicos.

SUSANA Y CECILIA.

En el pasado atendían un negocio de nieves de garrafa. Cecilia presume que eran las mejores de Quilá. Pero ahora su marido no puede trabajar más. Una enfermedad en la cabeza y problemas del corazón lo tienen postrado en una silla. Y ahí ve los días pasar.

En el predio hay una motocicleta con remolque al frente. De esas que les llaman triciclos. En ella pretenden vender nieve otra vez. No tienen trabajo pero algo tienen qué hacer. Susana señala al vehículo y presume otra vez.

“Ya vamos a poner las nieves otra vez, oiga. Para que nos haga publicidad, eh, son las mejores de Quilá”, bromea Susana. Luego vuelve al tema. No tienen papeles y el miedo de perder su terreno a manos de otros invasores es mucho.

“Puras largas. Nos dicen que los títulos están en proceso pero no salen, nos dan puras largas. Tenemos miedo de que nos vengan a sacar de aquí. Nomás llegan y se les meten. Pero hay lugares donde están invadiendo, hay mucho terreno invadido”, añade.

Susana mira después al cielo. Explica que ahí vienen las lluvias. A unos metros de donde ellas viven está un canal y un barranco. A la distancia ellas están a salvo, pero tanto a un costado del canal como sobre el barranco hay asentamientos. Casas de lámina apoyadas en llantas de camiones. Susana apunta en dirección de esas casas.

“Si nosotros sufrimos, cómo estarán los de ahí”.

A la casa de Cecilia se acerca una mujer. Ella también es vecina de la colonia. Llegó a la Brígido Terrazas desde 2013, año en que comenzó la invasión del predio. Su nombre es Marisol. Junto a su esposo llegaron a Culiacán procedentes de Higueras de Abuya. Dice que allá tampoco hay trabajo.

“Lo dejamos porque no hay trabajo, anda buscando uno lo mejor para los hijos y tener algo propio”, explica Marisol. Sus hijos tienen 13 y 7 años, ambos estudian y para sacar adelante a la familia, su esposo trabaja como albañil.

Marisol es un poco más afortunada. La mayor parte de su casa es de concreto y tiene un aire acondicionado. Lo malo es que no puede encenderlo, no hay energía eléctrica. La electricidad que utilizan la bajan de un cable que parte del lado de la casacada pero no alcanza para abastecer al aparato.

Y debido a que su casa es de concreto, Marisol teme perder su patrimonio. Son 14 años de esfuerzo y cinco de vivir en esa colonia. Paga 130 pesos del impuesto predial y no se ha retrasado desde el primer pago. Ella tampoco tiene papeles y también teme le invadan su terreno.

ESTEBAN.

En la colonia vive también Esteban. Tiene 56 años y es peón de albañil. En una casa de lámina guarece su bicicleta, vehículo que utiliza para su trabajo. Es de los primeros que llegaron al sitio, ya en 2013 y a la fecha tampoco no tiene certidumbre de su terreno.

Sentado bajo la sombra de un árbol, Esteban recuerda la última vez que le dieron largas. Estaba afuera del Ayuntamiento de Culiacán junto con decenas de vecinos. Lo recuerda con gracia, como una travesura.

“Me dicen que ya que esté todo en orden me lo van a dar, pero nomás se amachan de que no y no. Hemos ido, una vez hicimos una marcha”.
—Sí, ahí les tapamos toda la Obregón (risas)… entre poquitos la tapamos toda la calle.

Esteban comenta la situación que guarda la colonia. No solo no llegan los servicios públicos, sino que tampoco llegan patrullas.

Aunque reveló que no anda con miedo, no hay asaltos o robos, solamente la preocupación de que les invadan sus terrenos.

“No, no entran patrullas. Por allá a las quinientas pero todo tranquilo, yo me he sentido tranquilo. Ya lo conocen a uno, nomás lo miran y no le hacen nada a uno, como no se mete uno con nadie”.

En Culiacán existen colonias de invasión como Las Coloradas, la misma Ampliación 5 de Febrero, un sector de los Mezcales, Lomas Verdes, Lomas de Imala, Bicentenario y la misma Brígido Terrazas. Familias enteras desplazadas desde su lugar de origen, ya sea por la falta de oportunidades o por la violencia, necesitan de un lugar dónde asentarse, dónde vivir.


Y el miedo entre los vecinos es mayor. La expropiación voluntaria del predio puede ver marcha atrás. Con fecha del 21 de marzo, Alfonso Terrazas Araujo, propietario del bien inmueble, hizo entrega de un escrito al Ayuntamiento donde demanda la reversión total del terreno.

La carta, dirigida al alcalde Antonio Castañeda dejó copia a los periódicos El Debate y Noroeste, así como a este semanario. En la misiva Alfonso Terrazas explica que el Ayuntamiento no incurriría en gasto alguno por indemnización. La entrega de los títulos de propiedad era la condición para llevar a cabo la expropiación del predio, y a cinco años de distancia, estos títulos aún no se expiden.

Los predios ahora quedarán otra vez a la buena de Dios. Eso es lo que los vecinos de la Brígido Terrazas temen. Ante el incumplimiento de la comuna de expedir los títulos de propiedad, ahora esos terrenos pueden ser ocupados por cualquiera. Y acusan que así está siendo. La invasión al cuadrado.

Artículo publicado el 15 de abril de 2018 en la edición 794 del semanario Ríodoce.

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