Charla con Gerardo Vargas

 

A la vista mediática, nunca había conversado con él, siempre me pareció un personaje enigmático. Del calibre de los modernos Fouché, émulo de Joseph Córdoba, aquel personaje que acompañó a Carlos Salinas durante su gobierno y que muchos lo calificaron de ser “el poder tras el poder”.

Incluso, Gerardo Vargas tiene ligeras imperfecciones congénitas, como también las tiene el francés salinista, quien ha desaparecido misteriosamente del mapa político.

Vamos, hay ciertos oficios que definen rostros, al menos así lo dijo el veronés Ezechia Marco Lombroso, mejor conocido como Cesare Lombroso, quien a mediados del siglo XIX desarrolló una teoría criminalística que concluyó que algunos oficios definen asimetrías craneales, formas de mandíbula, orejas, arcos superciliares.

Y esta teoría que ha sido cuestionada en el medio científico, podría serlo también para quienes se desempeñan en las áreas sombrías de la política. Aquella que tiene que ver con lo que está detrás de bambalinas y el espectáculo de las formas, que nunca están a la vista, son el lado siniestro de la política.

Entonces, estar frente a personajes como Gerardo Vargas, es interesante no tanto por lo que vaya decir o deslindarse sino por lo que no dice, lo que traen entre pecho y espalda, es un hombre que sabe, que tiene información y puede ayudar o dañar.

Así que aun en el silencio lo desliza suavemente, da muestras que inmediatamente las sustituye, las deja a medias, como diciendo la venganza se disfruta estando fría, calla, pero no olvida, ha aprendido por mera intuición la teoría leninista de un paso atrás dos pasos adelante.

A la cita con el ex Secretario de Gobierno del sexenio pasado llegué acompañado del periodista Fred Álvarez. Mis expectativas eran las normales cuando se está frente a un político, pero sobre todo frente a un exponente de un gobierno severamente cuestionado por corrupción.

Luego de las presentaciones y cortesías de rigor pasamos a una conversación inesperada producto del artículo que publiqué el domingo pasado en Noroeste (“El miedo en Política”), donde Vargas aparece como manifestación de este sentimiento de desasosiego que hoy está a flor de piel en muchos políticos.

La primera impresión es que no estaba ante un hombre nervioso, inseguro, el que se manifiesta como si trajera encima la carga de saberse parte de un gobierno que tiene a varios con un pie en la cárcel. Anda ligero pero con la espada desenvainada. Ubica a sus enemigos y reivindica a quienes lo acompañan en El Trébol, “los 120 mil votos” que dice tener la asociación civil en todo el estado y que pueden servir para fungir como bisagra en una contienda que se antoja competida.

Rememora “a mí me la ofrecieron y no me cumplieron sin darme una explicación”, si me hubieran dicho “Gerardo eres rentable para ser síndico de Higuera de Zaragoza, allá me hubiera ido a servir a mi jefe político que es Quirino Ordaz. Por eso insistí pero tengo un año esperando una cita con el gobernador”. Quien sí llegó, inesperadamente, fue Joel Hernández Niño quien dice lo llevó a la conclusión: “Dependiendo la calidad del mensajero, es la calidad del mensaje”.

Joel Hernández “me amenazó, tengo en mi poder un video que lo puede mostrar” y agrega no fue con cargo a Juan Millán, quien es una “fina persona”, quien a Malova le recomendaba “que no regañara en público a sus subalternos, que si ya nos lo quería cerca, los cambiara de lugar”.

Ahora critica a Armando Villareal y a otros malovistas, mientras llegan los cuestionamientos severos de Francisco Labastida, “con quien me había reunido hace una semana en la Ciudad de México y hablamos de los temas graves de Sinaloa”, nada que pudiera hacer sospechar que lo tenía en mi contra. De Jesús Aguilar, “me quedé con ganas de contestarle”.

No obstante, estos mensajes le han dicho que espere, que le van a hablar de aquí al próximo lunes (12 de febrero). “No creo que me hablen”, y quizá por ello, dice, va a Guadalajara a reunirse con Marcelo Ebrard, coordinador regional de Morena, quizá el último intento por colocarse en una candidatura, que no tiene mucho futuro después de las condiciones que le puso el Peje en Culiacán.

Gerardo Vargas no baja la guardia en la adversidad. Ante la soledad al dejar el poder, el miedo de saberse frágil y que no sabe a ciencia cierta en donde habrá de quedar. No obstante, su mirada sigue siendo fría y sabe que sin estar en una candidatura puede ayudar o dañar.

Al tiempo.

Artículo de opinión publicado el 11 de febrero de 2018 en la edición 785 del semanario Ríodoce.

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