No se combate al narco con abrazos

CIUDAD DE MÉXICO, 04ENERO2018.- Andrés Manuel López Obrador, precandidato de la Alianza Morena, PES y PT, anunció a Alfonso Durazo Montaño, como Secretario de Seguridad Pública en caso de ganar la Presidencia de la República. 
FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM
Foto: Isaac Esquivel/Cuartoscuro.com

Uno de los temas en los que menos propuestas hizo Andrés Manuel López Obrador durante su campaña, fue el de la seguridad. Cómo reducir —ya no acabar, eso es imposible— la violencia, cómo abatir los homicidios, que en los últimos tres sexenios se dispararon, cómo mermar el poder de los cárteles de la droga, generadores de la mayor parte del problema, cómo combatir la desaparición de personas, los feminicidios, los crímenes contra periodistas, la extorsión, el cobro de piso, el robo de combustible, el secuestro…

En diciembre pasado, durante una gira por Guerrero, AMLO dijo que, con el fin de pacificar al país, no descartaría ninguna medida, incluso la amnistía para los líderes de los cárteles de la droga. Lo dijo en un pueblo llamado Quechultenango, bastión de Los Ardillos, uno de los grupos criminales más violentos del país.

A partir de ahí, por lo polémica de la propuesta, López Obrador recibió cientos de críticas y la verdad nunca tuvo una respuesta sólida y coherente. Y hasta la fecha. Dijo aquella vez que la amnistía solo se otorgaría con el apoyo de las víctimas. Y que para ello convocaría “a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de los familiares de las víctimas… No descartamos el perdón…”

De ahí nacieron los foros por la pacificación. El problema es que dichos foros solo están sirviendo para confirmar que, en materia de seguridad, Andrés Manuel no tiene idea de hacia dónde ir. No quiere más violencia, claro —¿Y quién sí?, pues apenas los gringos—, eso está muy bien, pero no puede lograr este deseo levantando la mano, haciendo la “V” de la victoria y diciendo “amor y paz”.
Y si el propósito de los foros era convencer a las víctimas de otorgar el perdón a sus verdugos, estos eventos están siendo un fracaso, pues más bien se antojan como escobazos a un panal. La gente está muy agraviada, muy enojada, harta de la impunidad y con mucho dolor a cuestas. Y en esas condiciones nunca se logrará que alguien otorgue el perdón a quién violó y asesinó a una jovencita, o levantó y asesinó a un muchacho, y menos a quien levantó y desapareció a su hijo o esposo, porque lo que quiere ese alguien es que su hijo o esposo aparezca con vida.

Y en ese caos que conforman el dolor, la impunidad, la impotencia y el extravío y complicidad gubernamental —que incluye al gobierno que se va y al que viene también—, pedir perdón para los victimarios es un escobazo más, el más fuerte e incomprensible. Los foros han estado llenos de lugares comunes y ni las víctimas ni los organizadores han planteado nada nuevo. Para las víctimas es catarsis, reclamo, exigencia de justicia; para los organizadores la retórica de siempre, con argumentos falaces como ese de que “el próximo gobierno va a recibir una seguridad en ruinas”, como si eso no lo supiéramos.

Esto último lo dijo Alfonso Durazo, próximo secretario de Seguridad Pública y dijo también que la situación es tan compleja que el país tendrá paz hasta 2024… cuando ellos ya vayan a salir del gobierno. También que la Guardia Nacional —una de las concretas promesas de campaña de López Obrador en materia de seguridad— no será creada porque requeriría de muchos arreglos legales y que por ahora no conviene. En una asamblea de Morena en Xalapa, Veracruz, en marzo de 2017, AMLO propuso crear una guardia nacional con el fin de acabar con la tortura y las masacres y que se deje de utilizar al Ejército o a la Armada “para reprimir al pueblo”. Y lo repitió en algunas entrevistas que le hicieron. Pero ahora resulta que no se puede. Y por consecuencia, que se seguirá utilizando al Ejército y a la Marina, con la diferencia, se supone, que ahora no van a “reprimir al pueblo”.

En resumen, López Obrador parece que tiene claras muchas cosas en materia de combate a la corrupción, de políticas de austeridad, incluso en materia económica, aunque algunas de sus propuestas parezcan inviables. Pero en seguridad, en narcotráfico, en cómo bajar los índices de violencia, todo indica que no tiene idea. Y que preocupante, porque es uno de las cosas que más le duelen a México.

Bola y cadena
LA SEMANA PASADA SE HIZO EL ANUNCIO de que los gobierno norteamericano y de México conformarían un grupo especial con la participación de las agencias de seguridad de los dos países, para combatir el narcotráfico. No es casual que lo anuncien ahora que va a cambiar el gobierno en México y que Andrés Manuel esté promoviendo la amnistía para los líderes de los cárteles de la droga con el fin de “pacificar” al país. Tienen décadas trabajando juntos y puede afirmarse que los grandes golpes a las cabezas del narco en México han sido producto de un trabajo conjunto. Así que esto tiene que verse como un elemento de presión de los gringos al nuevo gobierno.

Sentido contrario
EN ESTE CONTEXTO SE DA el incremento de la recompensa que ofrece la PGR por información que permita la captura de Nemesio Oceguera, el Mencho, líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación, que creció como ninguno en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Desde hace meses las huestes del Mencho están siendo hostigadas por el gobierno federal y parece que es propósito del gobierno que se va entregar su cabeza a los gringos y al mismo tiempo abrirle al camino a AMLO para un nuevo acuerdo para administrar el narcotráfico, muy probablemente con los de Sinaloa.

Humo negro
OTRA COSA QUE DIJO DURAZO ES QUE ahora ya no irán sobre las cabezas del narcotráfico, sino por su dinero. Sería un cambio de estrategia muy interesante. Pero no lo harán. Están de por medio miles y miles de empleos, puntales de la economía como los servicios, la industria inmobiliaria, el transporte, cadenas hoteleras, restauranteras, giros negros, casas de cambio… ahí está el dinero. Y lo saben bien ellos y los gringos.

Columna publicada el 19 de agosto de 2018 en la edición 812 del semanario Ríodoce

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