Malayerba: Botas de avestruz
Un día se dijo ya no más. Harto de los maizales secos, la pobreza galopante que le ardía en el estómago y sus viejos enjutos,
Un día se dijo ya no más. Harto de los maizales secos, la pobreza galopante que le ardía en el estómago y sus viejos enjutos,
El comandante tomaba su Coca de las ocho. La jornada apenas empezaba y había que echarse un refrigerio: Coca laic y un paquete de galletas
Soy sicario. El taxista lo miró por el retrovisor y no entendió. Cada quien, verdad, le dijo. El pasajero enseguida le mostró una reluciente pistola
Era muy temprano cuando el albañil empezó a cavar. No era el primer trabajo que conseguía en el cementerio, pues prácticamente se había pasado de
A Víctor, amigo de sol y de sombra Era gente de El mayel y El lobo. Morros de Las Quintas que cursaban la prepa y
Tenía a la joven enfrente. Blanca, pelo lacio a punta de planchazos, pechos inflados y unas caderas de himno nacional: a su paso, el retiemble
Judicial contra federal. Estaba gruesa la cosa. Y él ahí, añorando esos tiempos. Había sido comandante. Todo Escuinapa era para él. Sesenta policías bajo su
Prometió cuidarla contra todo, pero no contra los policías antinarcos que llegaron a su casa, encapuchados, con esos cascos, gogles y guantes, tipo Robocop. Los
Para Luisito, por sus cantos esperanzadores Le salió una roncha en la nalga derecha de tanto estar sentado. La hacía de taxista y de las
Los policías lo sorprendieron en el ajetreo carnal, con una joven mujer. Traía los calzones abajo. La marea subía como la temperatura en sus cuerpos,
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