Cine: ‘Vidas pasadas’

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Al emigrar de pequeña a Canadá con su familia, Nora (Greta Lee) deja atrás su amistad con Hae Sung (Teo Yoo), el niño con el que competía académicamente y le agradaba para casarse. A 12 años de eso, los chicos se contactan virtualmente y retoman su amistad por un tiempo, ella desde Nueva York y él en Seúl. De repente, Nora se aleja de nuevo para concentrarse en su carrera de escritora, y a Hae Sung no le queda más que aceptar y “desconectarse”. Tras otros 12 años la chica ya está casada con Arthur (John Magaro), y aunque Hae Sung recién terminó una relación, no puede sacar de su corazón y su mente a Nora, por lo que viaja a Estados Unidos para reencontrarla y expresarle lo que siente.

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Así su estructura narrativa fluya de manera lineal sin inconvenientes y en lo técnico sea sencilla, la ópera prima de la directora, dramaturga y guionista Celine Song, Vidas pasadas (Past Lives/EU/2023), es difícil de digerir, no solo porque su historia es triste, nostálgica, agridulce y frustrante, sino porque se necesita mucha madurez para tomar la posición (identificarse) de cualquiera de los tres implicados.

En la película actualmente en cartelera no hay cabida a la idealización, añoranza del pasado aferrados en que se materialice algo que no es, quedarse estacando en una ilusión o al hubiera. Contrario a eso basa su trama en el agradable/desagradable destino, en el determinante “In-Yun”, para el cual las personas están juntas por lazos o conexiones predestinadas, no por casualidad –por más amor que Hae Sung siente por Nora, así le baje el sol, la luna y las estrellas, lo suyo no es ni será.

Con sus tres escenarios, tres personajes y tres etapas, el filme nominado al Oscar en mejor película y guion original expone lo que, quizás, sea el verdadero amor: el de ese personaje que viaja cientos de kilómetros para ver a esa chica con la que sueña desde que son pequeños y por la que, una vez que ve el panorama, hace su mayor sacrificio; quizás sea el de Arthur, al aceptar que su esposa le de espacio a ese amigo de la infancia por una semana con el riesgo de que lo deje; o posiblemente está en Nora, al ser clara y honesta con su enamorado, y escucharlo con el criterio suficiente para luego ubicarlo en su sitio.

Un acierto de Song en su muy personal largometraje es exponer algo que la mayoría ha experimentado: cuestionar lo que hubiera pasado de haber continuado con esa significativa relación, querer saber del presente juntos e imaginar hasta dónde se habría llegado. En apariencia, los personajes de Vidas pasadas tomaron la mejor decisión, aunque eso no quita que duden ni se conflictúen –por cierto, la misma directora es una coreana que emigró a Canadá, reside en Estados Unidos y está casada con un escritor.

Aunado a lo anterior, las actuaciones son extraordinarias: los protagonistas son capaces de expresar mucho sólo con miradas y silencios; algunos encuadres contribuyen a entender el nostálgico relato (manos que ni siquiera rozan, abrazos tímidos); y la música hace lo suyo para volver entrañable y perdurable una de las mejores historias de amor de siempre. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 03 de marzo de 2024 en la edición 1101 del semanario Ríodoce.

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