Camilo Valenzuela, vuelve al terruño buscando una nominación política, busca alcanzar un lugar en la fórmula de Morena al Senado de la República, no la tiene fácil, por no decir que no tiene ninguna posibilidad; el de la decisión es y será el gobernador y no veo, por donde, pueda meterse a disputarla y, menos, cuando de entrada afirma con sinceridad que quiere ser la voz del pueblo, la de los pescadores, indígenas, agricultores y parias del estado o sea, critica sutilmente las ausencias de este gobierno.
Camilo es un todoterreno, viaja constantemente por el país, reuniéndose con grupos de la izquierda no reformista, se le ve agitando a grupos que se arremolina para escuchar sus discursos de rompe y rasga y a la gente, le gusta su nula solemnidad, su ir al grano, en los asuntos cotidianos con su muy singular perspectiva socialista.
Al escucharlo nos remite al Sinaloa de los pasados años setenta cuando en la Universidad se hablaba de la lucha de clases y la revolución, que nunca llegó y sus pregoneros, fueron muriéndose, unos tras otros o bien, renunciaron, a la utopía para entregarse al café, el trago o la televisión.
Y, otros, claro, están en el obradorismo victorioso, con una chamba y los menos, sembrando nuevamente la utopía en un terreno que es distópico porque tiene nombre y apellido.
Nunca una utopía estuvo personificada, aunque, nunca han faltado en América latina, quienes quieren ser su encarnación y es que ahí tenemos a: Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales o Néstor y Cristina de Kirchner y, por supuesto, Andrés Manuel López Obrador, todos ellos están esperando que la historia los absuelva como anheló Fidel.
Pero esos perfiles son referencia, no realidad, lo de hoy, en Sinaloa, es un intento sobrado de clonación de lo que sucede en Palacio Nacional o, sea, no hay autenticidad; hasta los pleitos son de machote.
Vamos, es una versión tropical de una sui generis autocracia y ya sabemos cómo termina la política, en los trópicos, nunca bien, los hombres y mujeres del trópico, son profundamente emocionales. Basta, para ponerse al día, ver el pleito mediático que el gobernador Rubén Rocha trae contra Héctor Melesio Cuen, su antiguo aliado, con el que compartió plaza, durante toda la campaña de 2021 y, ahora, un día sí y otro, también, se dan con todo.
Y la característica del aprendiz de autócrata, es que es el quien siempre da y reparte, para quedarse con la mejor parte —sí, aunque suene a cosas de niños.
Entonces, al ver reaparecer en Sinaloa a Valenzuela, el caballero errante, cualquier observador político no puede dejar de preguntarse ¿a qué le tira Camilo al manifestar su ambición por llegar al Senado? Rocha nunca lo va a dejar transitar incluso, apuesto, ni a otro cargo de representación; tendría que traer el aval de Palacio Nacional para que le abran la puerta y lo dejen jugar a las vencidas.
Pero, si depende sólo de Rocha Moya, no se ve por donde pueda hacer realidad su ambición, incluso, si tuviera el apoyo de ese pueblo que puso por delante en su acto de presentación.
Pero, no se trata de desanimar a Camilo a quien se le reconoce su tesón político; a Sinaloa le urgen voces discordantes para salir de las coordenadas de la polarización y crispación que no cesa y no cesa, quizá, porque es una estrategia, para tener control sobre la agenda mediática, pero, ya no da para más, son los mismos temas y hasta los mismos pleitos y personajes.
Así, que, si Camilo viene a jugarla en serio tiene por delante una barrera que superar para cambiar el relato, la narrativa, que domina en los medios de comunicación y eso implica que su “pueblo” lo vea como un intermediario legítimo y levante alto sus banderas de lucha.
Porque se agrede y humilla a los periodistas mientras a los pescadores de la bahía de Topolobampo ya salieron del radar informativo y nadie los pela en los tres niveles de gobiernos, a los productores agrícolas que le prometieron comprar su producción se les regaña por exigir que se les pague el maíz y el trigo entregado y, a los desplazados, por la violencia, los traen a vuelta y vuelta sin resolver sus demandas. Y qué decir de las autoridades universitarias, quiere meterlas al tambo.
O sea, insisto, faltan voces que reivindiquen la deuda con los jodidos, con los pobres del estado, los que no tienen voz, los humillados y esa, es la tarea de Camilo, si es que no desilusiona, si viene por un premio de consolación para llevar al final una mejor vida. Qué es válido, muchos con menos méritos, está en jauja y hasta buscan la reelección, sin nada, que presumir como para seguir haciendo lo mismo.
Al tiempo.
Artículo publicado el 12 de noviembre de 2023 en la edición 1085 del semanario Ríodoce.