Conocí a Camilo Valenzuela en la casa del estudiante Rafael Buelna Tenorio, de Culiacán. La casa fue fundada en 1968, entre otros impulsada por el célebre Chichí Meléndrez, poeta y luchador social hasta su muerte; y por Antonio Medina de Anda, quien luego se integró a la lucha sindical —fue el fundador del sindicato nacional de Infonavit— y, junto con ello, a la guerrilla, pues fue también fundador de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Camilo cayó a la casa en 1969. Nacido en Buen Retiro, Guasave, había estudiado la preparatoria en Los Mochis y se vino a Culiacán porque quería ser contador público. (Si me lo hubiera contado otra persona y no él mismo, no lo hubiese creído). Pronto se olvidó de la contabilidad y se empezó a preocupar por las cosas que veía a su alrededor, muy influenciado por lo que estaba ocurriendo a nivel nacional.

Había pasado apenas la gesta del 68, que terminó con la matanza del 2 de octubre, hecho que marcó el devenir de miles de jóvenes en México y el futuro del país, teniendo una influencia definitiva en Sinaloa. Todos los jóvenes que habitaron la casa del estudiante venían de familias pobres y casi todos originarios de pueblos pequeños. Llegar de pronto a la ciudad y a un lugar donde había trabajo colectivo —hacer comida, limpiar los baños, barrer los pasillos…—, te cambiaba la vida. Allí se aprende lo que es la solidaridad. Y la humildad porque nadie podía creerse más que el otro. Y encontrarse de pronto con narrativas que nunca en la vida habías escuchado: el gobierno, el poder, la lucha, la autonomía universitaria, el Partido Comunista Mexicano, la guerrilla… Y nombres que ni en el mundo hacías: Valentín Campa, Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, Carlos Marx, Lenin, Mao, Ho Chi Minh, Fidel Castro, el Che…
Un día se pegaron cartulinas en las paredes de la casona –que ahora es el Centro Centenario de las Artes– y recuerdo el llamado final: “¡Hay que crear conciencia proletaria, compañeros!”. Le pregunté a uno de los inquilinos, muy estridente su modo de hablar, cómo se creaba conciencia proletaria. “Matando policías, quemando almacenes”, me respondió muy convencido. Se lo comenté a Camilo el día que lo entrevisté para Ríodoce y soltó la risa. “Pues ese sí que estaba enfermo el cabrón”, me dijo.

Un día Camilo nos vio haciendo nada en los pasillos y nos dijo “¡Vamos a volantear, cabrones, hay que concientizar al pueblo!”. Nos dio un fajo de volantes y nos fuimos al edificio central de la UAS por la calle Ángel Flores, Camilo a la vanguardia. Me llamó la atención que en el mercado Garmendia Camilo le diera un volante a un viejo policía y este lo recibiera con naturalidad. Era el otoño de 1972 y Gonzalo Armienta Calderón ya había sido expulsado de la rectoría. Los meses siguientes fueron de enfrentamientos con la policía, marchas, almacenes y camiones como piras, la represión, cárcel para decenas de universitarios, la organización, la guerrilla, alzamientos en los campos agrícolas…

Años después los grupos guerrilleros entraron a un proceso que llamaron de “rectificación” y muchos de sus integrantes se incorporaron a la lucha política y de masas. Camilo logró ser diputado federal dos veces; en 85-88 por la Corriente Socialista aliada con el PSUM y en 91-94, por el Ala Izquierda Popular del PRD; pero nunca por ello dejó de pisar tierra firme; nunca se separó de las luchas populares, incluso más en otros estados que en Sinaloa; igual se le podía ver en Oaxaca que en Guerrero, en Hidalgo, en Nayarit, en Sonora, en Coahuila y en la propia Ciudad de México, con los maestros y los campesinos, en las luchas sindicales y universitarias, por la libertad de los presos políticos, contra la represión, por la presentación de los desaparecidos, siempre planteando la organización desde las bases, con miras en transformaciones de fondo. Apoyó a López Obrador en todas sus facetas, pero nunca abandonó su sentido crítico y lo que él, como muy pocos ahora, llama convicción revolucionaria.

Bola y cadena
AHORA CAMILO HA SOLICITADO SER tomado en cuenta por Morena en las encuestas que hará para el Senado de la República. Aun si lo encuestaran, no tiene muchas posibilidades de ser el designado. Más bien ninguna. Lo sabe, pero allí está, planteando lo que cree, criticando lo que ve, cuestionando políticas de la cuarta transformación que nada tienen que ver con un cambio verdadero, como se planteó por el propio AMLO y, sobre todo, condenando la actitud de los legisladores, más preocupados por quedar bien con los de arriba que con el pueblo que dicen representar, ausentes siempre de los movimientos populares. Y el solo hecho de buscar la candidatura, por su perfil, es ya un cuestionamiento a todo eso. La izquierda es socialista, dijo a Ríodoce, o no lo es.

Sentido contrario
Y, BUENO, UN EJEMPLO DE CÓMO actúan los legisladores de Morena es la reciente aprobación del presupuesto, cuando, ni viendo la magnitud de la tragedia ocurrida en Acapulco, optaron por acordar una partida especial para apoyar en la reconstrucción de la ciudad y apoyo a los damnificados. Y hasta se sienten orgullosos.

Humo negro
¿QUIÉN LE HIZO EL VACÍO a la senadora Imelda Castro en su reciente informe de labores y por qué? Quién sabe, pero no fueron ni el gobernador, ni el secretario general de gobierno, ni los diputados locales, ni los alcaldes, ni el otro senador, Raúl Elenes. Nadie. Merary Villegas, la líder de Morena en el estado pensaba ir, pero un día antes fue a una fiesta y parece que se acostó tarde, porque se quedó dormida. Imelda quiere repetir en el cargo, pero con ese poder de convocatoria, hay que dudarlo.

Artículo publicado el 12 de noviembre de 2023 en la edición 1085 del semanario Ríodoce.