Ovidio Guzmán y el manotazo de los gringos

OVIDIO GUZMÁN LÓPEZ. Ahora en los Estados Unidos.

Estados Unidos se ha convertido en la segunda casa de muchos narcotraficantes, desde la época de Pablo Escobar Gaviria y los tratados de extradición que se instauraron en Colombia y que causaron esa rabia homicida del capo ya conocida mundialmente. Para muchos, la segunda patria. Unos se pudren en las cárceles, pero otros terminan haciendo lo mismo por lo que fueron o están siendo juzgados, pero ahora coordinando los negocios desde allá.

Y no es ficción, es la realidad. Las leyes norteamericanas y su aplicación, son tan laxas como pudimos verlo con el juicio a Emma Coronel, comparado con el juicio de su esposo, Joaquín Guzmán Loera. Solo por lo que conocemos de los narcos sinaloenses podemos afirmar esto. En algunos casos las sentencias han sido ridículas. En el caso del Chapo Guzmán, la sentencia fue de cadena perpetua más 30 años en la cárcel. O sea que se va a morir y todavía después seguirá preso por 30 años, no vaya a ser que escape. Algunos han declarado arrepentimiento y prometen portarse bien. Y el juez o la jueza se los considera válido para atenuar la sentencia. Unos se quedan allá como hijos adoptivos del Tío Sam, se llevan a sus familias, hacen negocios –como Emma—y la mayoría sigue delinquiendo bajo la vista gorda del gobierno norteamericano, que los usa y las usa para sucesivos procesos judiciales. Por eso muchos prefieren ser extraditados, como Dámaso López Núñez, quien ya tenía un plan para cuando llegara a la corte. Se declaró culpable y empezó a sapear. Otros se entregan voluntariamente, como su hijo Dámaso López Serrano, el Minilic, acusado en México por el asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas. Están unos años en la cárcel, ofrecen testimonios inculpatorios en otros casos, como el Licenciado contra el Chapo, y lo que sigue es disfrutar su nueva patria. Allá andan todos ellos, con sus esposas y sus hijos. Los crímenes que cometieron en su país, por supuesto, en la impunidad, por los siglos de los siglos.

No sabemos cuál es el destino de Ovidio Guzmán López. Se supone, por los cargos que tiene y las pruebas que los gringos dicen tener, que le espera también, como a su padre, una sentencia aplastante. Pero no hay que adelantarse. Poco después de que aprehendieron a Ovidio, en enero pasado, sus hermanos, comandados por Iván Archivaldo Guzmán Salazar, ordenaron dejar de producir y traficar fentanilo y han estado “exhibiendo pruebas”, de que la orden es inatacable so pena de pagar con la vida. Los cuerpos que se han encontrado donde a su lado aparecen bolsas y cajas con pastillas de fentanilo, son el mensaje. Las casas cateadas, también. Se cuentan por decenas, en Culiacán y en poblaciones aledañas. Y laboratorios en el monte.

Se ha especulado sobre si llegaron a un acuerdo con el gobierno mexicano para bajarle a la presión de los Estados Unidos, pero eso será siempre muy difícil demostrarlo. Con acuerdo o sin él, muchas de esas casas y cargamentos asegurados, pueden ser producto de una “entrega”. Dan resultados a quienes los persiguen y bajan la presión acá.

Y no se descarte que esta reacción de los capos sinaloenses ante la presión de los gringos haya sido dictada desde la cárcel por el propio Chapo Guzmán, que, a pesar de quejarse del aislamiento en que lo tienen, no deja de comunicarse con su familia. En marzo pasado, el diario digital estadunidense, Borderland Beat, publicó una carta que supuestamente le envió el Chapo Guzmán a sus hijos, donde les pide que bajen el perfil, que dejen de hacer lo que están haciendo –producir fentanilo–, que se pongan de acuerdo con su abogado, que lleguen a acuerdos con el gobierno mexicano y que no confíen en nadie. Y que con eso estarían ayudando al Ratón. Buscamos el manuscrito de la carta, pero no fue posible obtenerlo. De lo que sí tenemos certeza es de que el capo preso con frecuencia se comunica con su familia a través de cartas, que, es de suponerse, entrega a su abogado—como las cartas que envía a los fiscales pidiendo favores y de las cuales hemos dado cuenta en Ríodoce.

Bola y cadena
SI LA CARTA REALMENTE EXISTIÓ, estaríamos concluyendo que el Chapo, a pesar de su presunto aislamiento –tengo mis dudas–, dicta líneas a la organización que él fundó y que ahora dirigen sus hijos. “Ya dejen ese negocio que han estado haciendo”, les dice. Y las autoridades norteamericanas, por supuesto, le habrían permitido sacar de la prisión esa carta para que llegara a su destino. Y eso estaría explicando el cambio de estrategia de Los Chapitos. ¿Esto es ficción? No.

Sentido contrario
HORAS DESPUÉS DE QUE sacaron a Ovidio del penal y lo extraditaron, circularon alertas entre mandos militares ante la eventualidad de que ocurrieran actos violentos o de sabotaje, sobre todo en Sinaloa. Lo cual no ocurrió y qué bueno. Aunque a decir verdad el día para llevárselo no fue el más apropiado. Ya veremos cómo se pone Badiraguato cuando venga el presidente AMLO a inaugurar la carretera a Parral, Chihuahua. Porque tiene que venir, ya se comprometió.

Humo negro
COMO DICE MARTÍN GONZÁLEZ, los funcionarios y ex de la UAS tuvieron su “jueves negro”, pues fueron vinculados a proceso por corrupción en diferentes modalidades. A Jesús Madueña le salió barato…por lo pronto, pues la fiscalía pudo solicitar al juez la separación del cargo y no lo hizo. El diálogo fracasó y ahora el conflicto entre el gobierno estatal y la camarilla que dirige la UAS, comandada siempre por Héctor Melesio Cuen, parece imparable. La tensión crecerá en la medida en que a los funcionarios rosalinos se les vaya achicando el espacio. Pero nunca es tarde para una salida negociada. A Rocha le conviene para asegurar la gobernabilidad del estado. A Cuen y a los funcionarios –entre ellos un hijo suyo– porque pueden terminar en el bote. Y lo saben. Y que no le hagan al mártir: no les queda.

Artículo publicado el 17 de septiembre de 2023 en la edición 1077 del semanario Ríodoce.

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