Horas antes de anunciar su renuncia, el teniente coronel, Cristóbal Castañeda Camarillo estuvo en Ciudad de México hablando con el alto mando militar. Renunció por alguna razón muy poderosa o lo renunciaron, también por una razón muy poderosa. El gobernador puso como encargada de despacho de la secretaría de Seguridad a una señora que no tiene la menor idea de qué hacer en el cargo y que no hará nada importante hasta que la SEDENA envié al sustituto.
Castañeda había multiplicado su seguridad personal. De andar primero con una escolta discreta, terminó con blindadas, una Rino y una docena –tal vez más– de agentes que lo acompañaban a donde fuera.
Su ciclo había concluido hace mucho, cuando terminó la administración de Quirino Ordaz, pero decidió quedarse cuando llegó Rubén Rocha. Le tocaron los dos culiacanazos, el de octubre de 2019 y el de enero de este año. Sobre todo, en el primero, la secretaría a su cargo jugó un papel preponderante. Persiguió y combatió células narcas, defendió posiciones, protegió a ciudadanos… y fue de los últimos que se retiraron, incluso horas después de que Ovidio Guzmán había sido liberado por órdenes del presidente AMLO. En todos los eventos relevantes aparecía Castañeda ataviado con sus fornituras, su casco, sus armas. No era (no es) malo para comunicar. Durante el periodo de transición a Rubén Rocha le llegaron las dos versiones; por un lado que era un buen secretario, valiente, honrado; por el otro, que había adquirido compromisos con el hampa. Por eso le pidió al general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, que de favor lo investigara. Semanas después, el general le dijo que estaba limpio. Y entonces lo ratificó en el cargo. Si estaba limpio o no, eso le dijo.
Pero seguir en el cargo, al que llegó por recomendación del general Salvador Cienfuegos, entonces titular de la SEDENA y padrino de Ordaz Coppel, era muy riesgoso. Poco antes del culiacanazo de 2019, Castañeda fue fixer de una amplia delegación del gobierno norteamericano que visitó Sinaloa, encabezada por el entonces director de la DEA. Sostuvieron reuniones –en una de ellas estuvo Quirino Ordaz– y realizaron trabajos de campo, inspeccionando narcolaboratorios que, previamente, la SSP a cargo de Castañeda, había destruido. Se suponía que todo era of the record, pero llegando a los Estados Unidos, los gringos dieron parte a la prensa y varios de ellos subieron fotos a sus cuentas de redes sociales donde aparecía Castañeda, muy orondo, empuñando fusiles al lado de los agentes de la DEA.
Castañeda fue promotor y punta de lanza de un operativo que se llevó a cabo durante la primera semana de julio en El Tamarindo, Navolato, donde fueron aseguradas dos patrullas clonadas y media docena de vehículos más, todos con reportes de robo. Esto ocasionó bloqueos en la zona, que luego fueron liberados con el apoyo de las fuerzas federales. Se dijo, desde los primeros minutos, que había sido detenido un jefe operativo de Los Chapitos, el Nini, pero nunca se confirmó.
Castañeda se va, pero se queda Rocha. Después del culiacanazo 2.0, cuando se llevaron a Ovidio Guzmán López, la relación del gobernador con el Ejército, no fue la misma. Rubén Rocha se esmeró, porque fue reiterativo, en dejar muy claro que se trató de un operativo de las fuerzas federales y que a él nunca le avisaron…pues no, claro que no. Luego tuvo un roce con el Ejército, pues en un acto en memoria de Agustina Ramírez, soldados pasaban báscula a los asistentes y Rocha se molestó y dijo que dejaran de hacer eso, que era un evento civil. Eso contrarió a los militares, que seguramente se quejaron con su jefe supremo, pues horas después recibió la llamada del presidente AMLO para “saludarlo”. Rocha lo tomó como respaldo.
A partir de entonces, los militares reforzaron sus trabajos de inteligencia en el entorno del gobernador. Y se curaron en salud, pues le pidieron que firmara una carta donde solicita oficialmente el apoyo de las fuerzas armadas “para garantizar la seguridad de los sinaloenses”. Y la firmó.
Bola y cadena
AHORA LA SEDENA TENDRÁ un informante de primerísimo nivel sobre lo que realmente está ocurriendo en Sinaloa, más allá de discursos y posturas públicas. Castañeda es militar y, si aun siendo funcionario del gobierno estatal, su lealtad era con la institución castrense, ahora con mayor razón.
Sentido contrario
HASTA HACE UNA SEMANA SE HABLABA de Movimiento Ciudadano como un partido sólido, con divergencias internas, pero muy controlado por el liderazgo de su fundador, Dante Delgado. Y los analistas se preguntaban hacia dónde iba a jalar en las elecciones del 24. Y a quién iba a apoyar, si a Claudia Sheinbaum o a Xóchitl, Gálvez, asumiendo que las cosas en ambos procesos internos ya están definidas. Pues en solo dos o tres días las cosas se movieron al grado de que Dante se encuentra tal vez bajo el peor escenario interno de su partido, desde su fundación, con la salida del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, que está pugnando por apoyar al Frente Amplio por México, contra lo que piensa Dante, de que mejor deben ir solos –que significaría, en los hechos, apoyar a Claudia. Jalisco representa para MC un millón de votos, por lo menos. Y después de esta plaza, la más fuerte es Nuevo León. Allá tiene al gobernador y al alcalde de Monterrey, pero nada le asegura que lo que hizo Alfaro no tendrá un efecto allá también considerando la composición social de la entidad, más cargada hacia la clase media. Ya se verá.
Humo negro
A CADA PASO QUE DA EL PROCESO en su contra, el Químico Benítez debe ver menos luz en el túnel. ¿No será hora ya de que diga la verdad? ¿Quién le pidió que le comprara las lámparas a Azteca Lighting sin licitar y a sobreprecio?
Artículo publicado el 27 de agosto de 2023 en la edición 1074 del semanario Ríodoce.