Las Elenas

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Elena Chávez y Elena Poniatowska la semana pasada fueron protagonistas estelares de ese mal que corroe a la nación, el de la polarización, que se estimula con muchas ganas todos los días desde Palacio Nacional.

Elena Chávez fue sacrificada por su libro testimonial El Rey del Cash, que mostró de cuerpo entero el modus operandi financiero de los doce años en que AMLO recorrió el país y dio sin mencionarlo pero, si, para que nuestra imaginación colija el gasto exorbitante y en curso de las precampañas de las llamadas “corcholatas” que hoy cubren el paisaje nacional violentando la ley electoral con su parafernalia de espectaculares, muros y lemas del tipo de “Que siga López, estamos a gusto”, “Para que siga la transformación, es Claudia”, y la insípida expresión “¡Con Marcelo sí!”

O sea, el libro no es pasado, es presente; no es despecho, es pasión; es una denuncia, no una calumnia; no es periodismo es testimonio, aunque sus críticos más feroces, insisten, cada vez con mayor coraje que, como periodismo, no tiene sustento.

No hay documentos que lo respalden, son suposiciones, no es periodismo ético… En ningún momento reparan en que es un documento con valor testimonial, como los miles que diariamente se ventilan en los juzgados de México y el mundo y corresponde a los jueces dilucidar para impartir justicia.

Elena Poniatowska, por su parte fue inmolada, por la declaración que hizo en la Feria del Libro de Monterrey sobre la falta de AMLO y Beatriz Gutiérrez cuando no han hecho “nada” en política cultural y la necesidad de que el presidente escuche a todos porque “no solo él sabe”.

Ambas periodistas ha sido materia de reconocimiento, pero, sobre todo de ataques y descalificaciones por el entorno obradorista.

De Chávez lo menos que han dicho es que escribió ese libro por despecho contra su ex marido César Yáñez y que con ello busca afectar la imagen del presidente López Obrador.

A Poniatowska, le fue peor, porque no solo se le denigró, cuando circuló su declaración, pues no faltó el imbécil que alevosamente y desde el más mezquino anonimato, recordó, para lastimarla, la violación que sufrió siendo joven (“Yo solo sé que Doña Elenita está muy molesta porque extraña sus noches ardientes con Juan José Arreola, no sé preocupe aquí tenemos al Sr. Luna”, Sinembargo.mx, 14.10.2022).

O sea, a través de esas expresiones misóginas, miserables, se busca dar la vuelta a los señalamientos políticos de fondo que se están haciendo y desdibujando la narrativa de la honestidad valiente de “no mentir, no robar, no traicionar”.

Y es que ahí es donde estamos metidos todos en la polarización que se practica diariamente desde el púlpito presidencial y que repiten como cantaleta miles de sus seguidores contra quien osa a ejercer el derecho de expresar sus puntos de vista.

Afortunadamente la crítica al poder no cesa y ahí seguirá para demostrar que está viva para bien de la nación, para la salud de nuestra sociedad y más temprano que tarde recogerá frutos más allá de la satisfacción de ir a contracorriente.

Basta escuchar el concierto de abucheos críticos que el domingo pasado escuchamos en el Estadio Teodoro Mariscal para darnos cuenta del poder de un simple silbido masivo, un grito destemplado y hasta con humor alguien de la masa señaló al hasta hoy alcalde El Químico Benítez ¡No te vayas robar el bat!, cuando este se disponía a inaugurar la jornada beisbolera.

Entonces, lo de las elenas es una gota más que cae sobre la piedra de la mentira y la roca del fanatismo que habrá de terminar por producir la flor de la esperanza.

Al tiempo.

Artículo publicado el 23 de octubre de 2022 en la edición 1030 del semanario Ríodoce.

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