Al llegar a la casa que alquila para sus vacaciones en Verona, Julie (Kat Graham) se encuentra con que Charlie (Tom Hopper) tiene rentada esa misma vivienda para su estancia laboral en ese lugar de Italia. En contra de su voluntad, los inquilinos aceptan la sugerencia de Silvio (Emilio Solfrizzi), el dueño del inmueble, de compartir el espacio y dejar que el destino haga lo que le corresponde, así tengan que pasar por algunos conflictos y momentos desagradables.
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Queda claro que el primordial propósito de Romance en Verona (Love in the Villa/EU/2022), escrita y dirigida por Mark Steven Johnson, es promocionar el clásico Romeo y Julieta y la ciudad donde se ubica esa gran historia trágica de amor de William Shakespeare. Sin embargo, ese, precisamente, es también su principal problema.
Es cierto que el filme no pierde la oportunidad de poner ante el espectador algunos elementos que, indiscutiblemente, se relacionan con Italia: vino, helado, platillos y personas muy efusivas al hablar, pero desaprovecha mostrar más a detalle ese lugar que enmarca la trama de los enamorados. No Julie y Charlie, sino Romeo y Julieta, porque se supone que eso es el interés y anhelo más grande de la protagonista. No obstante, pierde el tiempo dentro de una casa, cuando pudo haber recorrido y disfrutado más la ciudad –de paso, ilustrar más para el espectador, en ese sentido.
Otro inconveniente es que la película exagera de obvia: dos personas que no están bien con sus parejas comparten (por “error”) una casa por unos días, bajo la sentencia de que algo hará el destino. Entonces, no hay que esforzarse nada para saber en qué acabará todo, así Johnson intente “distraer” con algunas situaciones y personas.
¿El problema? El mismo de muchas cintas que buscan mayormente “entretener” y “divertir” con base en la misma fórmula: recurrir a los estereotipos, con lo que él éxito, al menos de “taquilla”, está garantizado –al momento de escribir este texto, Romance en Verona estaba en el lugar cinco de las más vistas de Netflix, a pesar de que no tiene nada nuevo qué ofrecer y de que, en esencia, cuenta la misma historia “romántica” de siempre.
Como es típico en estas películas, la estructura narrativa es demasiado sencilla, complaciente, empática con la mayoría de la gente, por lo que es muy seguro que (casi) todos se identifiquen con los personajes. Aunado a eso, las situaciones que contiene la trama son excesivamente incoherentes y absurdas: todo se resuelve sin complicaciones, aunque sea evidentemente inverosímil.
La falla más significativa es que el proceso de enamoramiento de los protagonistas sucede muy rápido: pasan del odio, desagrado y los conflictos al interés mutuo tan repentinamente, que ni ellos mismos creen que su sentir hacia a la otra persona ha cambiado para bien. En otras palabras, no se percibe como real que terminen enamorados tan pronto.
Curiosamente, un aspecto que pudiera salvar un poco a la película es que Julie y Charlie logran cierta química juntos. Sin bien llegan al enamoramiento por caminos dudosos, las veces que comparten, están juntos y se comportan como “novios”, se ven bien, incluso, mejor que Charlie y su novia Cassie (Laura Hopper, esposa del actor en la vida real). Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 11 de septiembre de 2022 en la edición 1024 del semanario Ríodoce.
