La tragedia interminable de la rastreadora Liliana Bernal

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Liliana Bernal Cervantes se convirtió en rastreadora cuando su hijo, esposo y cuñado desaparecieron, el 4 de marzo del 2016.

Ella ha arañado la tierra con sus propias manos durante seis años, pero no ha encontrado a su familia. Y cuando las cosas no podían ser peores, su segundo hijo desaparece en Los Mochis. Se trata de Luis Iram Leyva Bernal.

El golpe es devastador, aniquilador, y ella cae en una depresión profunda, al grado que se ha refugiado en su casa y ha pedido ayuda a su otra familia, la de las buscadoras de desaparecidos.

Mirna Nereyda Medina Quiñónez, la maestra de primaria que inició toda la historia de los colectivos de rastreadoras, fue primera en responderle. Se puso a sus órdenes y de inmediato comenzó la movilización en redes sociales.

Mientras la llama de búsqueda se alimentaba, Liliana parecía consumirse, en esta nueva tragedia interminable, que se agravó el sábado 6 de agosto, cuando su hijo de 22 años de edad, no llegó a su casa.

La Comisión Estatal de Búsqueda reportó en el caso RZN-0318-2022, que esa noche, Luis Iram salió de su casa en una bicicleta color gris y ya no regresó.

Un día antes, el 5 de agosto, en el mismo sector había desaparecido también José Ángel Medina Villela, un adolescente de 17 años de edad que salió de su casa en el fraccionamiento Los Virreyes para ya no ser localizado, según la ficha AASIN/071/2022 de la misma Comisión Estatal de Búsqueda.

Pero del caso Luis Iram, la dependencia describió que cuando desapareció, él vestía un jean color azul oscuro, playera del mismo tono, y tenis blancos.

El joven es de 1.70 metros de estatura, delgado, ojos rasgados de tono café oscuro. Él lleva tatuado en el antebrazo derecho la leyenda “Osvaldo”.

Osvaldo hace referencia a su hermano, Osvil Osvaldo Leyva Bernal y a su padre, Osvaldo Leyva Núñez. Ambos, junto a su tío, Raymundo Leyva Núñez desaparecieron el 4 de marzo del 2016.

Entonces, el primero en esfumarse fue Osvil Osvaldo, y cuando sus padres comenzaron a buscarlo recibieron una llamada por la que su interlocutor los citaba en una tienda de conveniencia, ubicada en bulevar Macario Gaxiola y Jiquilpan.

Cuando ellos se entrevistaron con el desconocido, se esfumaron de la tierra.

Fue entonces cuando Liliana comenzó a buscarlos, y cuando no los encontró se sumó a las Rastreadoras. En esa búsqueda del hijo, esposo y cuñado, en ocasiones era acompañada por Luis Iram, que ahora está con la etiqueta de ausente.

Cuando el caso trascendió, Liliana no apareció más.

Ese lugar, el que ella ocupó muchas veces para dar voz a los desaparecidos que buscaban a tientas en las parcelas, a orillas de carretera, en descampados, en el monte, en baldíos y en todo lugar en donde sospechaba que había inhumaciones clandestinas, lo ocupó por el momento, Mirna Nereyda Medina Quiñónez.

Ella buscó organizar a los grupos dispersos. Los llamó para la manifestación colectiva. La protesta se programó para el lunes siguiente, pero Liliana no pudo reponerse.

Ni el día siguiente ni el subsiguiente.

Medina Quiñonez, se convirtió en las pocas mujeres que ha hablado con ella, y aseguró que pronto se restablecerá y que continuará con su labor.

Opinó que lo ocurrido a Liliana es una prueba terrible para cualquier mujer.

“Es tan fuerte que cualquiera, por más fuerte que sea se va a derrumbar. Nadie debe estar pasando por esto. Nadie”.

En la víspera de la desaparición de Luis Iram, el cabildo de Ahome sesionó para designar a Jesús Martín Robles Armenta como Secretario Ejecutivo del consejo Municipal de Seguridad Pública, y el alcalde Gerardo Octavio Vargas Landeros dijo que era una prioridad la creación del Consejo Municipal de Búsqueda de Personas, pero nadie hizo la más mínima referencia al caso de Liliana.

Incluso, la directora de la Oficina de Búsqueda del Ayuntamiento, Dulcina Parra González, ha guardado una lejanía y silencio cómodo con el caso.

Mientras las autoridades guardan un silencio, las Rastreadoras se desangran por dentro.

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