Cine: ‘La ira de Dios’

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A partir de que Luciana (Macarena Achaga) deja de trabajar como asistente del reconocido escritor Kloster (Diego Peretti), debido a un incidente que termina en una demanda legal y hace que él suelte una gran suma de dinero, los familiares de ella comienzan a morir en situaciones extrañas. La chica se empeña en que su antiguo jefe es el responsable de las muertes, como una manera de vengarse, por lo que acude a un periodista (Juan Minujín) para que publique la historia y desenmascare a Kloster, antes de que él acabe con el único familiar que a ella le queda.

La recién estrenada en Netflix, La ira de Dios (Argentina/2022), dirigida por Sebastián Schindel tiene la ventaja de contar con una producción que en el aspecto visual la hace lucir decente. Sin embargo, la cinta falla en su débil e inexpresiva narrativa, principalmente por no apegarse a los requerimientos del género en el que supuestamente está enmarcada, para provocar y mantener un auténtico suspenso en el espectador.

La principal debilidad de la película escrita por el propio Schindel junto a Pablo Del Teso, basados en la novela La muerte lenta de Luciana B, de Guillermo Martínez, es que exagera en la claridad al presentar las señales para que quien esté frente a la pantalla piense, trace, cuadre, analice y haga conjeturas en función de descubrir el enramado que debería haber como conflicto.

En el desarrollo de la trama no se esconde información de manera truculenta para confundir al espectador haciéndole creer que la historia va en un sentido y más tarde sorprenderlo con otros datos; la estructura narrativa no tiene la finalidad de provocar tensión, preocupación, intriga, curiosidad y expectación, ni mantener interesado y atento a quien se tome la molestia de dedicar poco más de hora y media a un producto plano, aburrido, sin sobresaltos, de ritmo lento y aletargado.

Desde los primeros minutos, el personaje de Peretti le expone al de Achaga que “el ojo por ojo y el diente por diente no consiste en hacerle al agresor lo mismo que este le hizo a la víctima, sino que busca generar un castigo equivalente al sufrimiento infligido”, una interpretación de la Ley del talión que será la clave que justifique cada uno de los obvios acontecimientos que surgen a partir de cómo resuelve la esposa de Kloster el enterarse de la denuncia penal contra él.

De esa manera, no hay que esforzarse en imaginar los motivos alrededor del terrible final de un experimentado salvavidas de playa; de lo que sucede a un experto en identificar entre hogos malignos y benignos, luego de degustar algunos; a que se debió el extraño asesinato a las afueras de un hospital; y quién provocaría el incendio en una estancia para enfermos. Curiosamente todos estos sucesos tienen en común la presencia de un personaje, del cual en otra historia se pesaría que está ahí por casualidad, para confundir, porque la trama no puede ser tan clara, pero en esta no es así.

Quizás esa misma obviedad llevó a los intérpretes a no ir más allá de cumplir con los requerimientos del guion, por lo que las actuaciones es otra de las debilidades de la cinta. Por ejemplo, se supone que los protagonistas experimentan mayormente miedo, coraje y sufrimiento, pero su expresión facial siempre es la misma. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 26 de junio de 2022 en la edición 1013 del semanario Ríodoce.

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