Cine: ‘Elige o muere’

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La solución a los problemas económicos para Kayla (Iola Evans) se materializan en un antiguo videojuego que encuentra en la sala de su amigo y pretendiente Isaac (Asa Butterfield), quien es experto en ese tipo de diversión, por lo que las posibilidades de llegar al último reto son muchas, y con ello, las de ganar 125 mil dólares, que le serían de gran ayuda a la chica, para atender a su madre Thea (Angela Griffin) de una fuerte depresión. El inconveniente es que la intensidad en los desafíos aumenta en cada nivel y, más que difíciles, son de vida o muerte.

La primera interrogante que surge a partir de ver Elige o muere (Choose or Die/Reino Unido/2022), dirigida por Toby Meakins, es qué tan desgastadas, repetidas y contadas están las fórmulas en el cine de terror, porque pareciera que cada vez es más complicado provocar el miedo y la angustia a un grado tal, como para rasgar hasta romper la butaca (el sillón o el colchón). ¿Será que se ha visto tantas veces lo mismo (aunque revuelto), que ya no causa asombro ni sorpresa?

El que haya un juego que tome el control de la vida de las personas y estas solo tengan la opción de elegir la partida o morir, suena como una idea interesante que, incluso, da para un desarrollo extenso y lleno de acciones que pudieran exponerse en todos los tonos del género de terror. No obstante, el filme de Meakins, disponible en Netflix, solo sienta las bases y desaprovecha la oportunidad de entregar una historia realmente sólida.

En lugar de hacer lo anterior, la película se pierde entre inconsistencias, situaciones poco desarrolladas, falta de explicaciones acerca de aspectos fundamentales para entender las razones de un juego como tal, y las que llevan a las personas a adentrase en él, más allá de los miles de dólares que hay de por medio.

A su favor tiene la actuación de Evans, quien, sin hacer un trabajo excelente, sostiene de un peldaño a la cinta (al igual que a su familia); su personalidad arriesgada, perseverante y de lucha constante (prácticamente no se detiene ni para comer o dormir), es verosímil, aunque los medios para conseguir sobrevivir no lo sean tanto.

El problema principal del filme es su guion escrito por Simon Allen, basado en una historia de él mismo junto al propio Meakins y Matthew James Wilkinson, el cual comienza con un planteamiento atractivo, pero no lo
desarrolla de manera adecuada, con lo que la cinta se pierde antes de la primera mitad y jamás se recupera. Para colmo, lo peor se encuentra en ese obvio, forzado e incoherente final.

¿Será que hace falta un giro que lleve a los realizadores a encontrar nuevas formas, como en su momento lo harían El proyecto de la bruja de Blair (1999) y su falso documental “mal” grabado, lo que de alguna manera inspiraría a las franquicias de REC y de Actividad paranormal, entre otras tantas, de estilos diferentes?

Es evidente la falta de presupuesto de la película, pero eso, precisamente, no la haría una mala. No sería la primera que con poco dinero destaque. Sin embargo, su falta de creatividad para desarrollar la historia de manera fluida, coherente, convincente y, por lo tanto, funcional, sí la hacen una muy pésima. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 15 de mayo de 2022 en la edición 1007 del semanario Ríodoce.

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