Cine: ‘Frutos del viento’

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De último momento, una pareja (Lily Collins y Jesse Plemons) decide ir a pasar unos días a su casa de descanso, a las afueras de la ciudad. Lo que suponía una estancia íntima y tranquila, cada vez se torna más complicada y tensa, por la presencia de un extraño (Jason Segel) que insiste en sacar el mayor provecho posible del millonario dueño de la propiedad, pero sin levantar sospechas.

Los primeros minutos de Frutos del viento (Windfall/EU/2022), dirigida por Charlie McDowell, pretenden ser interesantes y prometen mucho, pero terminan siendo engañosos y se quedan muy cortos en cuanto a la expectativa que generan. Esa toma que sirve de fondo a los créditos, con esa música que invita a la intriga y al suspenso, contrastan demasiado con el último momento de un filme que acaba sin rumbo y ningún as bajo la manga que lo salven de una caída en picada, en la que, inevitablemente, terminará desmoronado y sin posibilidades de recuperarse.

La cinta disponible en Netflix pende solo de un hilo, gracias a dos aspectos que, para variar, tampoco son tan fuertes como para sostenerla tanto tiempo. El más importante son las actuaciones, principalmente, de Collins y Plemons. De manera convincente, ella se muestra temerosa, dependiente de su esposo y evoluciona al grado de verse segura y decidiendo por sí sola qué es lo más conveniente hacer para librarse del aparente laberinto sin salida en el que se asume perdida. Él, como el tipo experto en resolver todo con dinero, no llega a los alcances interpretativos de su compañera, pero tampoco se queda tan limitado como un Segel que nunca define su personalidad y lo mismo se comporta de una manera que de otra. Igual parece maloso y agresivo, que sensible y torpe.

Con un guion a cargo del propio McDowell, junto a Justin Lader, Jason Segel y Andrew Kevin Walker, basados en una historia de ellos mismos, la película destaca, también, por sus imágenes. Aunque no extraordinariamente, algunos planos, ángulos y movimientos de la cámara evidencian un ligero esfuerzo técnico, más allá de la media.

Exceptuando lo anterior, la cinta es un desastre, sobre todo por su mal logrado guion (quizás, entre más involucrados estén, menos posibilidades hay de que quede bien), que no delimita qué quiere de sus personajes ni cómo deberían lograrlo, en todo caso. Por momentos pareciera que los deja a su libre albedrío; por otros que los limita: mayormente, la pareja puede hacer algo para salvarse, y en lugar de eso, se pone a merced de su agresor. Después resulta que reaccionan como debieron hacerlo desde el inicio, pero para entonces eso ya no se justifica ni es coherente.

Las razones del intruso en la casa, al principio no son claras, luego resultan estúpidas. Los motivos de la esposa para contrariar a su marido, a veces obvios. Más tarde no tienen sentido. Si a eso se le agrega que la historia cae en lugares comunes y no es nada complicado adivinar a dónde van algunas situaciones, escenas y secuencias, el poco interés que se tuvo de un filme que contaba con todo para un resultado distinto, se hace añicos. ¿Problemas de presupuesto? Es evidente que no. ¿Falta de creatividad? Indiscutiblemente, sí. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 10 de abril de 2022 en la edición 1002 del semanario Ríodoce.

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